Lecciones de la revolución mexicana y las tareas pendientes

JACOBO CRUZ

Porfirio Díaz se postuló por primera vez como candidato a la Presidencia de la República en el proceso que se llevó a cabo el 25 de agosto de 1867 pero perdió, lo hizo también en 1872  y el pueblo le dio la espalda pues la proporción de votos fue de 1 a 15 a favor de Sebastián Lerdo de Tejada.

El primer periodo de Díaz como presidente fue del 23 de noviembre de 1876 al 30 de noviembre de 1880, le sucedió en el cargo Manuel González que fue elegido para los próximos cuatro años,  el general ejerció como Ministro de Desarrollo y gobernador de Oaxaca. Hasta allí todo parecía que la gobernación de México sería con alternancia en el cargo, pero en 1884, don Porfirio regresó a la presidencia para no abandonarla hasta 1911, después del estallido de la Revolución Mexicana.

El próximo 20 de noviembre será conmemorado el 114 aniversario de la revolución mexicana, con este movimiento se puso fin a una dictadura de más de 30 años mantenida por Porfirio Díaz quien logró imponer el “orden y progreso” a través del uso del aparato estatal que evitaba a toda costa las inconformidades de los sectores empobrecidos.

El lapso que corresponde al porfiriato es uno de los peores episodios de la vida del México de 1910, parte de estos vicios fueron documentados por el periodista John Kenneth Turner, quien en sus acuciosas investigaciones acerca del esclavismo en esa etapa lo califica peor que el sometimiento español.

Aquí un extracto del texto de Turner: “Mientras prometía (Díaz) respetar las instituciones progresistas que Juárez y Lerdo habían establecido, instituyó un sistema propio en el que su persona es la figura central y dominante; en el que su capricho es la constitución y la ley; en el que los hechos y los hombres, grandes y pequeños, tienen que sujetarse a su voluntad. Como Luis XIV, Porfirio Díaz es el Estado.” Díaz dimitió el 25 de mayo de 1911 y poco después salió para París, donde murió en 1915, siendo enterrado en el famoso cementerio Père Lachaise.

El movimiento revolucionario generó tres compromisos sociales que fueron plasmados en la Constitución de 1917. Con la reforma agraria se demandaba entregar la tierra a los campesinos tomando en cuenta que la producción del país se basada en la producción agrícola a lo que se opusieron los hacendados que eran los poseedores de grandes extensiones de las más productivas y naturalmente era fuente inagotable de riqueza al tener sometidos a miles de campesinos para trabajarlas en la esclavitud.

El otro compromiso derivado de la revuelta fue el de los derechos laborales de obreros que exigió beneficios económicos, a lo que Porfirio Díaz se mostró renuente provocando así los aguerridos movimientos de los mineros de Cananea en Sonora a mediados de 1906 y de los trabajadores textiles de Río Blanco, Veracruz a principios de 1907 a los que se les reprimió violentamente demostrando que Díaz no era capaz de resolver los problemas traídos por la modernidad.

En tercer lugar se consideraron beneficios sociales como una educación estatal laica y gratuita para toda la población, se habló de garantizar la salud, el derecho a la vivienda digna y decorosa, del derecho a la libertad de expresión y manifestación pública de las ideas.

A más de un siglo de distancia hoy podemos evaluar lo logrado con esta movilización armada en la que miles de mexicanos del norte y sur dieron la batalla en contra del gobierno federal con la consigna de que las tierras fueran para quien las trabajaba y otros derechos de los que el México moderno aún debe al pueblo que cayó en la lucha y podemos comparar el gobierno del presidente Díaz con el de Andrés Manuel López Obrador, quien en 2018 logró hacerse del poder haciendo creer a la clase trabajadora que con acabar con la corrupción se terminarían las penurias de los mexicanos empobrecidos.

AMLO nunca habló de terminar con la mala distribución de la riqueza, y con Morena en el gobierno los capitalistas se siguen llevando la parte del león, se ha sometido a mayor miseria a los trabajadores que no poseen medios de producción, sino sólo su mano de obra que se ofrece al menor costo con lo que tiene que asegurarse todos los medios de vida, es decir, comprar los alimentos, el calzado  y los servicios indispensables de la vida moderna.

López Obrador declaró enemigo de los movimientos sociales, se dedicó  a perseguir a las organizaciones acusándolos de intermediarias y corruptas para terminar con el único medio efectivo que tienen los mexicanos para materializar las libertades, la democracia y los derechos ciudadanos.

Hoy más que nunca el pueblo de México necesita analizar la situación de calamidad a la que se enfrenta con el gobierno de Morena, que no ha cambiado en nada la situación de pobreza a pesar de la entrega de dinero y debe exigir que se cumpla a cabalidad la ley para lograr condiciones óptimas para la convivencia social y alcanzar un nivel mínimo de bienestar para la mayoría mediante la organización social.

Con Morena no hay recursos públicos para las necesidades centrando su política en la repartición de dinero como una forma de mantener cautivo el voto popular y la perpetuación de la 4t en el poder con la consecuencia lógica de que ya no exista dinero del erario para atender la carencia de obra pública que es de impacto social, lo que se repite en el sexenio de la presidenta Claudia Sheinbaum.

Los mexicanos debemos estar unidos para exigir se materialicen los derechos logrados con la Revolución de 1910, por tanto la conmemoración del 20 de noviembre debe ser usada para analizar la situación actual, porque existen especialistas con vocación social que pueden contribuir a resolver los problemas, con la condición de que no se separen nunca del pueblo que les ha heredado la preparación técnica buscando que los conduzcan rumbo al desarrollo del México moderno, pero con justicia social.