Las víctimas
LUCÍA LGUNES HUERTA
¿Qué necesita una víctima para que se le reconozca y su caso se priorice para llegar al presidente de la República Mexicana?
Y me pregunto cómo logra el titular del Ejecutivo Federal distinguir entre miles de víctimas en este país, cuáles merecen su atención y cuáles no.
Puedo entender que las dimensiones de la gravedad de los casos podría ser uno de los criterios que genera esa distinción; el problema es cuando esa distinción genera una política de privilegio y no una política pública de Derechos Humanos.
Si hay un reclamo constante al presidente es no atender la situación de las víctimas, que son miles en nuestro país.
Lo que buscan las víctimas y la sociedad civil, es el desarrollo deuna política efectiva que atienda sus derechos. No sólo asistencia, sino la verdad, justicia, reparación integral del daño y en la no repetición.
Con quienes sí
Hasta el martes pasado se creía que ninguna víctima se atendía en la presidencia. Sin embargo, nos enteramos por el propio mandatario en la mañanera, que él se reúne con ellas.
De lo segundo que nos enteramos, son con cuáles víctimas se reúne el presidente, él sólo mencionó dos: las familias de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa y las familias de los mineros muertos en la explosión de la mina Pasta de Conchos.
Bravo por esto, es de celebrarse que ambos grupos de familias tengan esta posibilidad de diálogo presidencial para avanzar en su demanda de justicia, del derecho a la verdad, para saber en el caso de las familias de los jóvenes normalistas dónde están.
No solo las familias la sociedad también nos lo preguntamos y queremos saber la verdad.
Más que loable que las viudas de la tragedia de Pasta de Conchos, tenga claridad, después de 14 años, que los cuerpos de sus familiares serán rescatados.
Vuelvo al tema, cómo no quedarse en la política del privilegio. Porque en esta selección lo que falta es el desarrollo verdadero de una política pública efectiva de atención a víctimas, porque cuando no se desarrolla lo segundo, lo que provocas es discriminación.
Si se ha llegado a la Presidencia de la República es porque las instituciones no respondieron. Entonces, estas víctimas sí logran tener certezas para resolver sus casos, las que no, se quedan atrapadas en la ineficiencia institucional.
Las otras víctimas
¿Qué les hace falta a las madres victimas del feminicidio para ser recibidas por el presidente, las del pasado y las actuales? Ellas también buscan la verdad, la justicia y la no repetición.
Además, lo han solicitado, recordemos el plantón que mantuvieron por días en el Zócalo capitalino, frente a Palacio Nacional.
Tampoco lo han logrado las miles de madres, hermanas, padres, hijas, que buscan a sus desaparecidas y desaparecidos.
Pienso en las rastreadoras que se han hecho famosas por buscar con sus manos, sus palas, sus ganas de dar con sus seres amados. Solas, sin acompañamiento presidencial, arriesgando en muchas ocasiones sus vidas.
Pareciera que para el presidente estas víctimas son invisibles. Pero existen, tienen nombre, una historia y una exigencia.
Pienso en Doña Irinea Buendía, mamá de Mariana Lima; en la madre de Lesvy Berlín, la señora Araceli Osorio; en la madre de Luis Angel León Rodríguez, policía Federal desaparecido en 2009, Araceli Rodríguez Nava quien cuenta con medidas cautelares por los atentados contra su vida por buscar a su hijo y señalar a Genaro García Luna como uno de los responsables.
Me pregunto, qué les falta para llegar a tener un diálogo presidencial no sólo para sus casos, sino para los miles de casos que, como ellas, quieren justicia.
Ellas son hoy defensoras no sólo por la búsqueda de justicia y verdad para sus hijas e hijos, sino para otras víctimas.
Resolver Ayotzinapa y Pasta de Conchos es tan valioso como atender al resto de las víctimas de una política criminal que generó la mayor violación de Derechos Humanos en la historia de nuestro país.
Y hay que atender a las actuales, las de este gobierno, porque las condiciones estructurales que las generan, por desgracia, no han cambiado.
Para ello, es fundamental trascender la política del privilegio y construir instituciones fuertes y efectivas, capaces de tejer una política de Estado que de certezas a todas estas víctimas.