Las leyes en la democracia y la sociedad de la impunidad
MANUEL IBARRA SANTOS
• Que la jurisprudencia no sea envoltura de los caprichos del poder para cometer excesos
• Democracia sin leyes sólo conduce a la “sociedad del miedo y la impunidad”
Los días de la pasada semana transcurrieron bajo el bombardeo mediático relativo a la importancia que tiene la discusión sobre el tema del respeto a la legalidad en los regímenes democráticos, a propósito del litigo que ante tribunales libra el senador con licencia David Monreal Ávila, respecto al reconocimiento de su candidatura al gobierno de Zacatecas. Un tema político relevante que sentará además un referente jurídico estatal y nacional.
El caso ha servido para mostrar las aristas de la manifestación de voces diversas, unas cubiertas por el manto de la “piedad” y otras del “absolutismo legal”, absurdas ambas, cuando lo pertinente en aras de la prudencia jurídica sería esperar el resolutivo de los tribunales, sobre todo si la convicción es que vivimos en un régimen democrático legal, no obstante que los datos de la sociedad de la impunidad nos digan lo contrario.
Han pasado los primeros días del proceso de campañas en una fase de sobresaturación de mensajes y frente al hartazgo ciudadano, en donde, por si fuera poco, aparece un movimiento meta/político de corte inmoral, con figuras obsesivas cuasi mesiánicas, que buscan desde los resortes del poder articular la vida de todos los partidos para impulsar en Zacatecas lo que ellos han llamado una presunta revolución del cambio político, propuesta insostenible por absurda que el tiempo pondrá en su lugar. Es una desproporción. La sociedad merece un mínimo de respeto.
Las concepciones anacrónicas de “las revoluciones” de corte marxista y de violenta influencia althusseriana quedaron ya sepultadas por su ineficacia en el pasado de la historia, porque esas manifestaciones culturales profundizaron las contradicciones y alentaron sólo los privilegios de unos cuantos. La convocaría en todo caso debe ser a la prudencia y no al cinismo como práctica cotidiana de la política.
Pues bien, Thomás Hobbes (1588-1679), el fundador del contra/actualismo jurídico moderno manifestó que un pueblo sin leyes estimula la irracionalidad del dominio del más fuerte, no necesariamente el más justo, y eso conduce a que aparezca la sociedad del miedo y la impunidad.
Otros pensadores de la actualidad han señalado que la democracia es ante todo un conjunto de reglas procesales, que deben respetarse para que ésta sirva a la sociedad.
Sin respeto a la ley, el riesgo mayor está e que se imponga la inmoralidad
Cuando en una democracia no se respetan las normas legales y se impone el abuso y la corrupción, entonces lo que habrá de prevalecer en una sociedad es la inmoralidad.
¿Para qué sirven las leyes de una sociedad? Sin duda para producir justicia y equilibrios en la convivencia en un pueblo y no para lo que justificó el abogado de Hitler y del régimen fascista, Carl Schmitt, quien subrayó que las normas jurídicas debiesen de alentar el conflicto, la violencia y la guerra, para que a través de ella los representantes del Estado se apropien de la riqueza de una comunidad.
Por tanto, hay que impedir que la jurisprudencia se transforme en una envoltura de los caprichos del poder, para cometer todo tipo de tropelías, abusos y excesos, lo cual no es conveniente tolerar.
Elecciones democráticas y la importancia del respeto al Estado de Derecho
Los ciudadanos todos (y también la autoridad) tienen la obligación y responsabilidad cívica de motivar que estas elecciones se sujeten al invariable y riguroso criterio de respeto a la Ley, sino se quiere abonar a la creación de la sociedad del miedo y la impunidad.
Y el respeto a la Ley tiene que ser profesada igual por los actores políticos participantes en el proceso electoral (candidatos y partidos), al igual que por los representantes del poder público en sus diferentes niveles.