Las elecciones zacatecanas

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

Morena se desinfló: pierde la gubernatura por aproximadamente 10 puntos, gana un distrito donde se pelean simbólicamente el gobernador Genaro Borrego y el gobernador Miguel Alonso. Triunfa la candidata de pedigrí, de una familia señorial. Pierden la corrupción de Miguel Alonso, su soberbia, su pésimo gobierno que nadie esperaba pues había sido un excelente candidato, repitiendo los pasos de Vicente Fox.

David Monreal con sus 180 mil votos no fue capaz de arrastrar la parte proporcional de su votación en diputados y presidentes municipales: parecía que estaba construyendo para poder competir en el gobierno de la Ciudad de México o en la presidencial del 2018.

Morena no disputa de manera real ninguna gubernatura. La disputa es siempre entre otros dos partidos. La ciudad de México que López Obrador regentea desde hace casi 20 años, logra una victoria pírrica contra el PRD con una diferencia de dos o tres diputados, mismos que el Partido del Sol Azteca nulificará en alianza con el PAN o con el PRI. El mismo cuento que la hoy cámara federal, donde Morena sólo eructa discursos y pierde representantes.

En Zacatecas el PRI se lleva la gubernatura con una ventaja de 10 puntos porcentuales, y arrasa en alcaldías y en diputaciones como si tuviera el 90 por ciento de los votos. A Alejandro Tello se la pusieron fácil con la torpe estrategia de los Morenos. La derrota de Lucía Alonso es un rechazo absoluto para el gobernador: le pegan donde más le duele, en su hermana predilecta.  La corrupción imperante deja libre al gobernador triunfante para tomar sus propias decisiones. No tendrá que estar atado al gobernador saliente, y Miguel Alonso tendrá que cuidarse de su propio futuro que él aplicó de manera casi profética sobre Amalia García. En este caso el enriquecimiento familiar es real: ranchos y más ranchos, casas y más casas, suntuosas obras personales y el Fondo Plata como la caja chica o grande para los amigos del “preciso”

El 5 de junio de 2016 marca nuevos parámetros en los procesos electorales mexicanos. Desaparecen los “50 por ciento” para dar llegada a los “tres tercios”. A 24 horas de terminados los comicios, el Revolucionario Institucional pierde siete gubernaturas de las 12 que estaban en juego.  El PAN, con alianza o sin alianza, gana esas siete, entre ellas Veracruz, Puebla, Tamaulipas y Quintana Roo. El PRD con sus acuerdos tendrá un importante reparto de utilidades en los estados en que fue en alianza y ganó con el PAN: obtendrá posiciones en los poderes Ejecutivos locales, municipios y diputaciones por mayoría y minoría. Morena no disputa ninguna gubernatura de manera directa. Siempre son otros partidos los que buscan el equilibrio: como no hace coalición con nadie, no obtiene repartos en el Poder Ejecutivo. Gana la Ciudad de México con una mayoría pírrica sobre un PRD moribundo que es capaz de obtener 19 diputados constituyentes contra los 22 de Morena. Bastará una alianza en esa Asamblea con el PAN, para ponerlo en minoría como ha pasado en la Cámara de Diputados y en la Asamblea de Representantes.

La estrategia de Andrés Manuel López Obrador es generar una Mercadotecnia Política que le favorezca en el 2018: está poco interesado en el crecimiento de su partido. Es un perdedor en posiciones reales de poder, a pesar de ser un gran agitador que mueve conciencias de los que menos tienen, pero luego de más de 20 años de hacer política su lugar es claro: quedar en el “ya merito”. Ha deambulado por el PRI, el PRD, el PT, Movimiento Ciudadano y ahora Morena.

México ha cambiado. Cualquier partido puede disputar el poder como lo fue en estas elecciones. Teniendo un buen candidato puede ganar. No fue relevante que el Poder Ejecutivo Federal lo tenga el PRI. Tampoco pareció importar su mayoría simple en la Cámara de Diputados o en la de Senadores: el pueblo omitió estos factores que antes eran importantes. El ganador de antes es el perdedor de hoy.

Las candidaturas independientes no fueron relevantes en esta contienda, pero de alguna manera caminan.

La elección presidencial del 2018 ya inició. Las cifras de ahora no son importantes para ese proceso, pero es necesario constatar que ha quedado roto el mito del partido único.

El Partido Acción Nacional quizá sea la agrupación política que más muestra el músculo hoy por hoy. El líder priísta, Manlio Fabio Beltrones, bien pudiera desaparecer del concierto político por su aparente ineficiencia y porque existen controversias contra él por su historia y por su ambición de poder: Peña Nieto tiene ahora mismo la justificación que le hacía falta, y el priismo de Atlacomulco buscará cobrar la afrenta.

México no está lejos de una segunda vuelta electoral, como la que esta semana le tocó vivir a Perú.  La triunfadora de la primera vuelta que había ganado con un importante margen, parece haber perdido en la segunda vuelta; por porcentajes mínimos que demuestran empero, que el electorado peruano ha cambiado las reglas y que ha dejado de ser automático el hecho que el triunfo en la primera vuelta se ve siempre reforzado en la segunda.

México ha entrado de lleno en la revolución del voto, sin fracturas, sin violencia. El electorado no dejó de votar por el PRI, pero dejó de darle el triunfo de manera cuidadosa. Nuestro país es ya otro: sin caudillos, derrumbando los viejos esquemas electorales con partidos putrefactos pero que todavía lograron que las reglas viejas se convirtieran en nuevas y que la Nación transite a lo que esperamos sea una modernidad electoral.

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