La última mañanera
RAÚL MANDUJANO SERRANO
Mientras observa como el café cae al vaso de leche con la habilidad del mesero de esa rústica cafetería de los años 60´s, en el centro histórico de la ciudad de México, el amanuense piensa en cómo ese Julio Omar de “Sin Puntos ni comas” se ganó el reloj de Andrés Manuel. “Te rifaste” le dijo al reportero de Baja California, quien “sacó” el boleto ganador. Por ese reloj, de la marca “Momentum” –que en algún momento se mencionó era de la marca IWC Schaffhausen, de origen suizo- el “colega” ha recibido ya ofertas por un millón de pesos ¡sí, un millón”.
Andrés decía que su costo era de dos mil 500 pesos y en su momento prometió que lo rifaría para quienes cubrían las mañaneras, y eso luego de ser cuestionado por traer un Schaffhausen, con valor de unos cuatro mil 700 euros. Luego la prensa recibió un buen plato de “huevito con jamón” mientras que afuera del Salón “Guillermo Prieto”, así nombrado desde 1997 en homenaje al liberal mexicano, del edificio de la Tesorería, la verbena estaba a “todo lo que daba”. Fue la última “mañanera” de un controvertido presidente. El más popular pero quizá no el mejor. Los resultados, sin los “otros datos” no lo vuelven exitoso, pero si fue “muy querido”.
Para él, el salón más grande y mejor iluminado de Palacio Nacional bajó el telón. Se despidió de la prensa que cubrió cada una de sus conferencias, pero también de “uno de los espacios más elegantes, no por su amplitud ni por el suntuoso piso de mosaico, sino por la sobriedad dorada de sus bronces, la proporcionada repetición de sus elementos constructivos y decorativos y la luz natural que se filtra a través del block de vidrio”, como lo catalogó la investigadora Carmen Saucedo en su publicación “En las entrañas de Palacio Nacional.
Mientras caminaba abriéndose paso entre la gente, para llegar a ese célebre café fundado por allá de los sesenta, el emisario de los editoriales profanos no alcanza a comprender como Andrés Manuel López Obrador logró tanto cariño que, se siente. Mientras desciende por la escalinata que conduce a los Portales, el periodista sabe que Andrés Manuel López Obrador será recordado…
Que no se olvide el 2 de octubre
Una de las páginas más oscuras del poder del Estado en contra de las manifestaciones de ideas, ocurrió en 1968 –refiere el amanuense-. Carlos Monsiváis lo describe así en su libro: “Días de Guardar”. “Ametralladoras, bazukas y rifles disolvían la inocencia. Los rostros desencajados reducían a palidez y asco el fin de una prolongada confianza interna: ‘no puede sucedernos, no nos lo merecemos, somos inocentes y somos libres’”… y añadía: “… El zumbido de las balas persistía y hacía retroceder las manifestaciones y las voces de protesta…
Desde entonces, miles de crónicas han invadido la narrativa intelectual mexicana sobre ese octubre del 68, sobre la matanza de Tlatelolco, sobre ese rojo amanecer, al que se haría referencia Gustavo Díaz Ordaz en su cuarto informe al decir que “habían sido tolerantes hasta excesos criticados; pero todo tiene su límite y no permitiremos que se siga quebrantando el orden jurídico, como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo…”. Nueve años después, en 1977, fue designado embajador en España, y ante los medios de prensa declaró: “Se va un mexicano limpio, que no tiene las manos manchadas de sangre. Pero del que estoy más orgulloso de esos seis años, es de 1968, porque me permitió servir y salvar al país”. Hasta otro Sótano.
X: @raulmanduj