La triste historia de los medios mexicanos
MARIA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ
Quienes tienen la paciencia de seguir este espacio, notarán que hoy, por segunda semana consecutiva, me ocuparé de hablar de los medios de comunicación. Muy probablemente es deformación profesional y amor al oficio, pero, además, es una necesidad de poner en la mesa algunos detalles que en los últimos días he podido observar, y que se refieren concretamente a la figura del periodista, y a lo que éste representa en una sociedad como la nuestra, que está además viviendo un proceso de transformación que requiere, más que nunca, la atención y participación de los medios de comunicación.
Los medios, efectivamente, no pueden seguir siendo meros testigos condicionados. Requieren también un cambio que les dé la posibilidad de convertirse en una verdadera fuente de información objetiva que permita a los ciudadanos mantenerse realmente al tanto y formarse un criterio propio acerca de lo que se hace no sólo en la Cuarta Transformación, sino en los demás gobiernos de todos los niveles.
“La democracia muere en la oscuridad” es el eslogan que el diario estadunidense The Washington Post lanzó este domingo 3 de febrero, aprovechando los reflectores del Súper Tazón[1]. “Cuando nos vamos a la guerra. Cuando ejercemos nuestros derechos. Cuando nos elevamos a nuestras mayores alturas. Cuando nos lamentamos y rezamos. Cuando nuestros vecinos están en riesgo. Cuando nuestra nación está amenazada. Hay alguien para reunir los hechos. Para traerte la historia. No importa el costo. Porque saber nos da poder. Saber nos ayuda a decidir. Saber nos mantiene libres», dice la voz en off del actor Tom Hanks en el anuncio que dura un minuto, y en el que se muestran imágenes de los periodistas Marie Colvin, asesinada en Siria en 2012, Austin Tice, desaparecido también en Siria hace más de seis años, y Jamal Khashoggi, asesinado en Estambul en 2018.
En el anuncio se trata, pues, de retomar una visión más bien romántica del periodismo, que deja ver a quienes lo ejercen como héroes que, en aras de informar a la población en modo objetivo y veraz, son capaces de dar hasta la vida. Pero, por desgracia, en la realidad, y particularmente en el contexto mexicano, la imagen y la actitud de los periodistas queda muy lejos de la maravilla planteada en un minuto por el cotidiano que se publica en Estados Unidos y que tiene como antecedente ni más ni menos que haber publicado información muy importante relativa al denominado escándalo Watergate, que en los años 70 hizo salir a la luz el comportamiento deshonesto que incluyó a la Casa Blanca y terminó con la renuncia del presidente Richard Nixon. Justamente los periodistas del citado diario, Carl Bernstein y Bob Woodward reportearon el tema, apoyándose en una fuente conocida como “Garganta Profunda”, que era el oficial del FBI Mark Felt[2].
Pero los tiempos cambian y así, hay momentos y lugares donde los periodistas, por mucho que se esfuercen por cumplir cabalmente su trabajo, no son reconocidos ni premiados, y aunque así sea, simple y sencillamente son poco considerados, como en los recientes casos mexicanos referentes a las investigaciones acerca de la “Casa Blanca” de Enrique Peña Nieto, trabajo que fue reconocido por el Global Shining Light Award en Noruega, pero que en México fue tan satanizado que costó la salida del aire del noticiario en que fue dada a conocer. Lo mismo ocurrió con “La estafa maestra”[3], que, aunque para cierto Rector de una de las universidades que estarían involucradas en el caso no es más que un “fraude periodístico”[4], obtuvo en 2018 el premio Ortega y Gasset de periodismo.
Eso sí, hay que reconocer que, por desgracia, no todos los comunicadores tienen deseos de investigar y en cambio, muchos que se autoproclaman víctimas de una lamentable ola de violencia contra ese gremio, no son precisamente sus mejores representantes. Efectivamente, de acuerdo con la organización defensora de la libertad de expresión Artículo 19, de 2000 a 2018, en México murieron asesinados nueve mujeres y 111 hombres periodistas[5]. El punto es que, de pronto, resulta extraño ver que algunos trabajadores de los medios de comunicación se apropian del hashtag #NosEstánMatando[6] cuando no se ve que en su actividad cotidiana arriesguen mucho la vida para conseguir la información que difunden.
Y ese es probablemente uno de los más sentidos reclamos que muchas personas hacen a las y los periodistas: una total falta de dinamismo que se refleja en información deficiente, poco satisfactoria, escasa y centrada en los comunicados oficiales o en las actividades de los diferentes gobiernos, pero para nada cercana a la sociedad.
En otras palabras: el periodista ya no sale a la calle, se concreta a cubrir conferencias de prensa, a buscar la nota en las giras de los gobernantes, y probablemente por eso, la comunidad siente una especie de rechazo a la prensa que hoy, por desgracia, tiene todo, menos buena fama.
Reconozcámoslo: hubo una época “dorada” en que, a la menor provocación y ante la pura amenaza de una nota “pegadora”, los poderosos tenían dos opciones: o se plegaban y “apoyaban” a los dueños de los medios comprando espacios publicitarios, o les retiraban todos los pagos. En general, poco importaba el tiraje y nadie se detenía a considerar el verdadero nivel de audiencia y, por ende, de influencia que tuviera el medio. Era necesario callarlos y demostrar que, para hacerlo, bastaban unos cuantos pesos. Eso sí: para entonces, había periodistas que buscaban realmente la nota incómoda, se encargaban de dar voz a la sociedad y exhibir las deficiencias gubernamentales, y muchas veces, con la sincera intención de cumplir con su papel, conscientes de que, entonces, muchos gobiernos y todavía más gobernantes, como los perritos, entendían a “periodicazos”.
Hasta José López Portillo se atrevió, seis meses antes de dejar la presidencia, a cancelar el último encuentro con los periodistas, y pronunció la famosa frase “no pago para que me peguen”, en clara alusión al boicot al periódico Excélsior, dirigido por el periodista Julio Sherer[7].
Pero luego, y como casi todo en este mundo se volvió “light”, ya no fue políticamente correcto tratar a nadie a “periodicazos”. Ni a los perritos (que eso estuvo muy bien) ni a los políticos. El gobierno y los medios empezaron a vivir durante décadas una complicidad que, al parecer, para lo único que sirvió fue para restar credibilidad a los periodistas y provocar la ola de insultos que hoy son lo más común y se leen sobre todo en las mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador, porque los usuarios de Facebook no paran de criticar e insultar a los reporteros que preguntan sin ponerse de pie.
Y en este punto, con todo respeto, quiero insistir en que la prensa tiene una especie de acuerdo no escrito con los gobernantes y sí, perdón, pero ni aplaude ni se pone de pie. En realidad, es una muestra de que gobierno y medios mantienen (o deberían mantener) una relación horizontal, y la verdad es que ya nada más falta que la prensa aplauda y se levante para terminar con las últimas muestras de dignidad que le quedan.
Porque con la pena, pero se ha llegado a extremos tan degradantes que, por ejemplo, los periodistas del Estado de México se tienen que conformar con ver al gobernador Alfredo Del Mazo Maza nada más de lejecitos, no vaya a ser que le roben la energía, o lo incomoden con su presencia, o le quiten esa aura tan extraña que tiene, que lo hace parecer como una distante estatua de cera con la que no es posible comunicar.
“El gallinero”[8] del que los periodistas mexiquenses se quejan, es el resultado de una vergonzosa condescendencia que ellos mismos activaron. Y no es por echarle sal a la herida, pero los reporteros de la vieja guardia no me dejarán mentir.
Hasta el sexenio de Arturo Montiel el acercamiento de los representantes de los medios al gobernador era de lo más habitual en cualquier circunstancia. Al inicio de su mandato, cada lunes el gobernador Montiel Rojas acudía a izar la bandera monumental de la Plaza de los Mártires y entonces, religiosamente, los reporteros lo rodeaban para preguntarle cualquier cantidad de cosas. La gente de seguridad del Gobierno mexiquense sabía perfectamente que los periodistas podían acercarse y nunca hubo la menor intención de alejarlos del gobernante.
Luego, para evitar que las entrevistas fueran siempre banqueteras, se optó por realizar una conferencia de prensa en el Salón del Pueblo, así que religiosamente, cada inicio de semana, después de izar el lábaro patrio, el gobernador se entregaba a los periodistas que lo hacíamos enojar tiro por viaje. Pero con todo y sus malos modos para responder, jamás le pasó por la cabeza impedir que nos acercáramos. Ni a él ni mucho menos a sus predecesores: ni César Camacho, ni Emilio Chuayffet, ni Ignacio Pichardo. Ninguno de ellos tuvo nunca la maravillosa idea de dejar a la prensa en un rincón como si estuviera apestada. Sabían que hacerlo tendría consecuencias, no vayan a creer que lo hacían porque eran buenas personas.
Con todo respeto: pensar en un “Gallinero” era imposible. No había manera de que un periodista no se acercara. Hoy no solamente los reporteros tienen que estar lejos, so pena de que la gente de seguridad los lastime, sino que, además, literalmente los encierran en un cuartito con monitores hasta que el gobernador se retira, para que no lo molesten. Y esto ocurre nada más porque el gobernador en turno, llámese Enrique Peña, Eruviel Ávila o Alfredo del Mazo cree que puede y los representantes de los medios, obviamente amenazados por sus patrones, están convencidos de que no les queda más remedio.
¿Qué pasaría si un día los reporteros no acudieran a “cubrir” las giras de Del Mazo? ¿Qué sucedería si se salieran a la calle e hicieran un periodismo social, o un periodismo de investigación? ¿Qué ocurriría si un día sólo los paleros que recibe todavía beneficios económicos le hicieran caso a tan poderoso señor? Pues a lo mejor surgirían más medios profesionales que venderían su publicidad a las empresas, que buscarían formas mejores para mantenerse y solamente recibirían publicidad que aparecería claramente señalada como “inserción institucional”, pero se dedicarían a hacer su trabajo libre, independiente y, sobre todo, dignamente. Pero no. Eso no se puede. Están ahí los dueños de los medios para impedirlo.
Por otra parte, en el extremo opuesto de la atención a los periodistas, está el estilo maquiavélico de López Obrador, del que ya hablé ampliamente la semana pasada, y que refleja también una estrategia que le permite exhibir a los periodistas como un montón de verdaderos flojonazos a los que él les tiene que hacer el trabajo.
Total: no somos ni remotamente lo que dice Tom Hanks en la publicidad de The Washington Post. Somos lo que somos (dejo la definición a cada uno y a su conciencia) y en realidad, la culpa ni siquiera es de los reporteros mal pagados. La culpa es de los dueños de los medios, que, irremediablemente, ven en la publicidad gubernamental a la gallina de los huevos de oro y aguantan cualquier desaire, cualquier insulto y cualquier desprecio a sus empleados con tal de seguir cobrando sus “apoyos”. Eso, sin contar lo poquito que les pagan y que, en la mayoría de los casos, ni siquiera les dan las prestaciones de ley. Al final esos insultados reporteros parecen ser solamente la carne de cañón.
Y esa, señoras y señores, es la triste historia de los medios mexicanos, tan lejos de ser los héroes que salvarán la situación y serán capaces de generar opinión pública y cumplir con el papel que la historia les tenía reservado. Por el bien común, mi deseo es que las cosas cambien y que los periodistas adquieran, por fin, una dignidad inusitada, resultado de salarios dignos, preparación constante, espíritu, entusiasmo y, sobre todo: apoyo incondicional de los dueños de los medios, de sus jefes, a quienes no quisiera señalar como verdaderos culpables, pero sí.
[1] Disponible en https://elpais.com/elpais/2019/02/04/actualidad/1549272925_151423.html?id_externo_rsoc=FB_MX_CMpara&fbclid=IwAR0NJmJ-0mE_SGPIcu4wpFXrTcGHie3VHiXFQChw-oBVLq2tF-p8Nljw3qs
[2] Disponible en https://cnnespanol.cnn.com/2017/05/17/watergate-el-escandalo-que-cambio-la-politica-estadounidense/
[3] Disponible en https://www.animalpolitico.com/estafa-maestra/
[4] Disponible en https://www.facebook.com/PrensaDeUniversitariosActivistasDelEM/videos/263258284300435/
[5] Disponible en https://mundo.sputniknews.com/sociedad/201812041083912469-asesinatos-de-periodistas-en-mexico-se-necesita-presionar-al-gobierno/
[6] Disponible en https://www.dw.com/es/nos-est%C3%A1n-matando-la-prensa-se-pronuncia-por-asesinatos-en-m%C3%A9xico/a-38866312
[7] Disponible en https://www.entresemana.mx/?p=75305
[8] Disponible en http://primeroeditores.com.mx/tag/gallinero/