La sequía y el campo zacatecano
Sin duda, uno de los principales factores que han afectado de manera severa al campo es el calentamiento global. Hoy en día, sus efectos, con sus múltiples variables: temperatura, precipitación y humedad es una amenaza creciente y desde ahora un flagelo que impacta los procesos productivos agrícolas.
De esta forma, las alteraciones climáticas, así como la alteración de ciclos de lluvias -inundaciones, a la par de prolongados periodos de sequías- que provocan olas de calor, desertificación e incendios forestales; que ya son cotidianos en el medio rural.
Las comunidades han sido gravemente afectadas por el cambio climático, en el año de 2009 vivimos la peor de la sequía en la historia del país. Ahora, seguimos padeciendo estos efectos: en el 40% del territorio nacional hay severas afectaciones propiciadas por la sequía, que afectan a 80 millones de hectáreas de la superficie del país. Inclusive, en algunas regiones no llueve desde septiembre de 2010 y las entidades más afectadas son Baja California Sur, Chihuahua, Coahuila, Zacatecas, Durango, Sinaloa, Nuevo León, Sonora, Michoacán y San Luis Potosí.
De acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), algunas de estas entidades registraron el periodo más seco desde 1941; en Coahuila, por ejemplo, sus temperaturas registradas últimamente son las más altas de toda la historia y esta situación ha sido recurrente en diversas regiones.
En México cada año se cultivan en promedio 20 millones de hectáreas y en caso de no registrarse lluvias en los próximos meses, 5 millones de hectáreas de cultivo de temporal que dependen únicamente de la lluvia, podrían verse seriamente dañadas por la falta de agua.
Además, también como consecuencia de la sequía, en Chihuahua, Sonora, Durango, Zacatecas, Coahuila y Nuevo León se perderán más cabezas de ganado, a la par de que la escasez de los insumos en la ganadería ha provocado un alza de hasta un 30% en los alimentos.
A los factores climáticos y al deterioro ambiental, se agrega que el modelo dominante en el campo mexicano, es decir, la agricultura industrial mediante el uso de grandes extensiones destinadas al monocultivo, altamente dependiente del petróleo, basado en la lógica de las ventajas comparativas y el libre comercio, ha colapsado.
Aunado a ello, el actual esquema energético en el que los fertilizantes y buena parte de los agroquímicos utilizados en las cosechas son hechos a base de petróleo y la infraestructura productiva es inviable. La maquinaria y los vehículos para sembrar, cosechar, procesar, almacenar y transportar necesitan combustibles y aceites procedentes de este recurso fósil no renovable y la energía eléctrica requerida para extraer agua y regar los sembradíos se genera con sus derivados.
La cuestión de fondo radica en que el modelo de desarrollo imperante en el campo mexicano está agotado, por lo que es urgente replantearlo y corregir sus inconsistencias para dar paso a una nueva etapa y superar el marcado rezago histórico.
Prueba de ello, la observamos en la crisis alimentaria mundial del 2008 que puso de manifiesto que la producción de comestibles en México, no cuenta con la solidez necesaria para solventar el alza de precios de los productos básicos, lo que hasta la fecha, impacta de manera severa la economía nacional.
Es claro que ante el deterioro actual del campo y, en nuestro caso, del zacatecano, resulta imposible que la producción agrícola estatal pueda ser competente en los términos del sistema neoliberal, dado que en la mayoría de nuestro territorio ya ni siquiera podemos afirmar que exista una agricultura de subsistencia.
Aunado a ello, el campo mexicano posee un gran desequilibrio estructural: mientras que el 20% de productores tecnificados y prósperos produce el 80 por ciento de los alimentos en el país; el 80 restante de productores, en condiciones precarias, generan sólo el 20 por ciento del total de los alimentos. Tal ecuación, agudiza la pobreza y la falta de oportunidades, así como la migración y el abandono de las parcelas.
No hay que olvidar que en Zacatecas, alrededor de la mitad de las familias zacatecanas habitan en el medio rural; los desafíos agrícolas más importantes que enfrentamos radican en eficientar el uso de los recursos naturales y en revertir el rezago histórico provocado por las deficientes políticas públicas, el desfinanciamiento y los insuficientes créditos rurales.
Evidentemente, se requiere de inversión importante en apoyo de todos los productores del campo (de los sectores agrícola, ganadero y forestal) porque la mayoría de ellos no cuentan con recursos para echar andar su producción.
La violencia es otro ingrediente que ha golpeado duramente al sector rural que se suma al problema de las políticas fallidas y al abandono de los gobiernos. Los agricultores tienen que enfrentarse al grave clima de inseguridad que los ha orillado a sobrevivir de otras formas; muchas personas han tenido que migrar al extranjero cuando emprendían proyectos productivos como invernaderos, hortalizas o cultivo de peces.
Finalmente, como alternativa, he insistido en la necesidad de introducir y consolidar la Agroecología en nuestro Estado, que representaría un gran paso para un cambio en las pautas de producción; opuesto al modelo agrícola productivista que sólo busca la obtención de altos rendimientos a través de la mecanización agrícola, el uso intensivo de agro-químicos (pesticidas y fertilizantes), el uso de variedades mejoradas de cultivos y el empleo de técnicas de manejo transgénicas en el campo.
Cabe recordar que en el Plan Estatal de Desarrollo 2011-2016 se reconoce la importancia estratégica de las actividades agropecuarias, porque representan el principal sector productivo en el estado. Por tal motivo, el gobierno estatal debe actuar en consecuencia para sacar al campo de la profunda crisis en que se encuentra y analizar con seriedad y rapidez, la posibilidad de declarar el estado de emergencia en Zacatecas.