La Revolución Mexicana y las clases medias

LUIS GERARDO ROMO FONSECA *

El día de hoy celebramos en México el CII Aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, cuyo proceso marcó nuestra historia a lo largo del siglo XX. Sin embargo, en la actualidad el Estado ya no acude a la revolución como su justificación última y fuente de legitimidad; inclusive, siendo heredero directo de ella, al PRI ya le queda muy poco de ese legado. Pese a esto, la compleja diversidad de movimientos sociales, de liderazgos políticos y de programas e idearios revolucionarios que dieron forma a la Revolución Mexicana, representan el mayor legado de valor social participativo con la que cuenta el país;  porque con su sangre, el pueblo intentó forjar un destino más justo y reivindicar un lugar digno en el mundo para México.

Recordemos que a finales de 1910, el movimiento maderista logró el apoyo de la clase media que formó su propio grupo de apoyo a Madero; no obstante un número cada vez mayor de sectores radicales se fue integrando al movimiento opositor al régimen porfirista, los cuales estaban convencidos de que la única solución posible para la situación del país ante la cerrazón política, era la revolución violenta. Los acontecimientos fraudulentos de las elecciones de 1910 donde participó Madero como candidato presidencial y subsiguiente represión desatada por el régimen de Díaz, propiciaron el estallamiento de la lucha armada y un nuevo giro de la lucha maderista: cuando el movimiento antireeleccionista llegó a la conclusión de que el único medio de cambiar el sistema era a través de una revolución. Además, los esfuerzos de Madero por ganar un apoyo infalible de los sectores moderados no rindieron el fruto esperado, lo que obligó a los maderistas buscar apoyo en los radicales que no sólo pugnaban por un cambio político, sino por una transformación social.

Por otro lado, el anquilosamiento del aparato estatal porfirista y su tendencia oligárquica, habían cerrado los espacios para dar cause a la movilidad social de una clase media cada vez más excluida y menguada. En este sentido, el historiador Arnaldo Córdova afirma que el liderazgo revolucionario fue provisto por la clase media porfiriana, en buena medida, porque la dictadura “sí propició un desarrollo y una diferenciación de clases sociales en México”. Córdova destaca la importancia de “cómo se forma y aparece el personal político de Revolución Mexicana”, el cual “tiene que ver con el desarrollo importante de las clases medias a partir de 1884”. Además de ello, una buena cantidad de los cuadros revolucionarios provenientes de este segmento social -muchos de ellos ilustrados-, previamente a 1910, habían adquirido una ideología revolucionaria e incluso de corte anarquista, como es el caso de los hermanos Flores Magón. De ahí que el rol de la clase media fue relevante tanto en la etapa inicial de la revolución, como en las posteriores.

Hoy en día, a 102 años del inicio de la Revolución, tras una etapa de desmantelamiento del Estado social y de las instituciones que surgieron gracias al proceso revolucionario, la clase media ha ido involucionando hacia el empobrecimiento en las familias, principalmente, a causa de la progresiva concentración de los ingresos en los estratos más altos de la sociedad; al encarecimiento de los bienes y servicios a causa de la crisis financiera mundial, la crisis alimentaria que vive el país y al aumento del desempleo.

Justamente, en su más reciente informe, “La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América Latina”, el Banco Mundial (BM) señala que en la última década, la clase media creció 50% en la región, incluyendo el Caribe. Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica y Uruguay se destacan por mantener una clase media sólida. En contraste, los países más desiguales y donde este segmento social es débil son Ecuador, Bolivia, El Salvador, Hondura, República Dominicana y México, aunque en menor medida que los anteriores. En el estudio del BM destacan dos países por ser los menos desiguales y con mayores niveles de escolaridad en América Latina: Uruguay y Costa Rica. Ambos cuentan con una clase media de gran amplitud y, otro dato interesante, radica en que su promedio de escolaridad es de los más altos de la región (alrededor de 15 años). En contraste, México tiene una escolaridad que no rebasa los nueve años (secundaria incompleta).

Es evidente que el crecimiento económico equilibrado produce movilidad social a través de empleos bien remunerados en el sector formal de la economía. Cuando un país avanza y dirige su tránsito por el camino del desarrollo, la población que vive en los estratos más bajos de la estructura social comienzan a experimentar procesos de movilidad social ascendente en la medida que se mantenga ese crecimiento, es decir, se fortalece la clase media y se robustece el mercado interno. Todo país desarrollado está sustentado sobre ese segmento social y los extremos, los pobres y los ricos, son minoritarios. Además, respecto a la evolución política, la democracia es más factible que madure en condiciones donde la desigualdad no sea tan extrema.

Desafortunadamente, según el mencionado estudio del Banco Mundial, México tuvo un “crecimiento” de su clase media de tan solo 17%, pero en términos absolutos, la clase media se ha reducido en las últimas décadas debido al empobrecimiento masivo de la población. Según cifras oficiales, actualmente más de 52% de las y los mexicanos son pobres y la clase media redujo su ritmo de crecimiento y ha comenzado a decrecer. Sin embargo, la doctora Edith Pacheco Gómez, investigadora del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales del Colegio de México (Colmex), afirma que en nuestro país existen 77 millones de pobres laborales, es decir, aquellos que no ganan un salario suficiente para cubrir sus necesidades básicas, tal como lo establece el artículo 123 constitucional. Incluso, hay trabajadores que apenas obtienen 500 pesos al mes para su sobrevivencia. Por su parte, el especialista en economía Dennis Gilbert asegura que México está caracterizado por la pobreza masiva y la clase media ya no representa el promedio mayoritario de la población. Lo anterior es corroborado por las cifras del Coneval que indican cómo de 2008 a 2010, la pobreza alimentaria pasó de 23.8 millones de mexicanas y mexicanos a 28 millones, tras registrar en el año 2006 a 14.4 millones en el mismo rubro.

Ante la pauperización generalizada en el país, la defensa de las instituciones de seguridad social, el combate a los grandes monopolios, la depuración del sistema político y la inversión en educación; son indispensables para estimular la economía, combatir la pobreza y atenuar las grandes desigualdades que hoy imperan. En particular, el debilitamiento del sistema educativo en México implica exclusión social; por lo que necesitamos  erigir a la educación como herramienta igualadora y como solución de largo plazo a muchos de los problemas que tenemos en el país. Como señala el investigador José Luis Reyna: “el factor que más determina una movilidad social ascendente y, en consecuencia, la incorporación de franjas importantes de la población a la zona de clase media es la educación. Este factor tiene enorme peso no solo para ampliar este segmento social sino, además, coadyuva como detonador del crecimiento económico”.

Finalmente, quizá hoy más que nunca, las fuerzas progresistas del país y el Partido de la Revolución Democrática tenemos que defender el ideario político de la Revolución Mexicana; su enorme legado democrático y las profundas reivindicaciones sociales. A pesar de que el régimen que derivó de ella terminó desvirtuándose y corrompiéndose, no son nada desdeñables los avances que trajo consigo en materia de protección social; en la cobertura educativa, en el reparto agrario, en el acceso a la atención médica, en la cultura y en una economía distributiva de la sociedad. En razón de ello, en este día celebramos la lucha que emprendió el pueblo mexicano por construir una nación incluyente -que costó un millón de muertos- y, cuyo valor, hoy sigue representando una gran fuerza simbólica que se conserva con orgullo en el inconsciente colectivo de la población.

* Diputado local perredista

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