La reforma educativa y la importancia de los valores éticos
MANUEL IBARRA SANTOS
Para que la enseñanza pública se constituya en un preciado tesoro que contribuya a la transformación de la sociedad, se necesita el cimiento y fundamento de la formación ética en valores de las nuevas generaciones, tema en el que la reforma educativa nacional tendrá que poner énfasis, si es que desea tener éxito. De lo contrario el fracaso, nos alcanzará una vez más. Y es que una sociedad no puede avanzar en la línea de la corrupción y los antivalores, porque eso únicamente destruye.
La difusión y promoción de la formación en valores es una de las grandes prioridades que tiene frente así el propio Estado, sin los cuales no fructificará ningún cambio en la sociedad mexicana. Sin ellos, las reformas estructurales, de cualquier naturaleza, tampoco prosperarán.
Es determinante la formación de valores en una sociedad, por varias justificaciones: a).-Ayudan a forjar sujetos sociales con capacidad y autonomía de decisión; b).-Contribuyen a crear espacios de libertad; c).-Estimulan el desarrollo de procesos de conciencia y concientización; y d).-Motivan al establecimiento de mecanismos de solidaridad, cooperación y compromisos colectivos.
El eje temático de los valores es, tal vez, una de las notorias ausencias no atendidas a profundidad en la discusión y debate de la reforma educativa nacional. Este no es un asunto menor, porque de la jerarquía de valores, en su ejercicio y cumplimiento, descansa el desarrollo de una nación.
La UNESCO en su programa “Valores para Vivir” recomienda a los sistemas educativos nacionales en el mundo la promoción en los procesos de enseñanza-aprendizaje para niños y jóvenes, de un conjunto de valores entre los que destacan, los siguientes: honestidad, responsabilidad, amistad, solidaridad, tolerancia, igualdad, libertad, confianza, pluralidad, democracia, justicia y equidad, por mencionar sólo algunos.
En otras palabras, el fomento y promoción de la formación en valores, es una de las principales columnas de la educación de calidad, tal y como lo planteó Jaques Delors en la obra “La Educación Encierra un Tesoro”, en la que se incluyeron descriptivamente los cuatro pilares de la enseñanza para el siglo XXI: aprender a conocer, aprender a ser, aprender a hacer y aprender a vivir juntos.
La práctica de los valores en la sociedad:
De acuerdo a los resultados de la última y más reciente Encuesta Nacional de Valores, los datos empíricos nos cuestionan y reprueban: casi el 80 por ciento de los jóvenes considera que la autoridad en el país es deshonesta, corrupta e incumplida; el 70% estima que las leyes no se cumplen y están hechas para servir sólo a los poderosos; más del 73% de las personas no confía en los demás para emprender acciones conjuntas de colaboración; y el 60% destaca que los partidos políticos engañan, dividen e enfrentan a la ciudadanía.
Un estudio adicional reciente efectuado en la mayoría de los países latinoamericanos por agencias internacionales, revela que solamente el 10 por ciento de los estudiantes de secundaria en México muestran capacidad de comprensión de los conceptos cívicos de patria y ciudadanía, lo cual es lamentable.
Pero hay algo más grave: la mayoría de las personas no rechazaría la posibilidad de vivir en una dictadura, si ésta garantiza seguridad, certidumbre, empleo y bienestar económico. El tema de la democracia, pasa de esa manera, a un segundo término.
Sin el fomento y promoción de los valores en la educación, la transformación no llegará a este país, por más que la queramos, y entonces se pudiera afirmar lo siguiente: no pretendamos que las cosas cambien si se mantiene el mismo comportamiento ético cuestionable de siempre.
La reforma pedagógica en valores:
La propuesta de una enseñanza ética en valores en la educación, significa, por supuesto, que es necesario operar una serie de trayectos y cambios curriculares en planes y programas que incluya contenidos específicos en este ámbito, que abarque e integre de manera preponderante la formación valoral también de los profesores mexicanos.