La primavera mexicana
SARA LOVERA
En Copenhague, Dinamarca, durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en 1910, Clara Zetkin propuso y se aprobó la celebración del Día de la Mujer Trabajadora, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Sin lugar a duda, la demanda central, poco considerada, fue la de que las mujeres puedan participar en política, logrando el ejercicio al voto, ser votadas e intervenir en el gobierno para empujar todos los derechos de la mitad de la población.
Durante 113 años se ha escenificado una larga travesía, hasta lograr la paridad, hoy en peligro, en virtud de la reforma electoral aprobada por el Congreso. Si no se para, repercutirá negativamente en la representación política de las mujeres, por el debilitamiento de las autoridades electorales, garantes de ese logro. Eso importa. Aunque afectarnos no ha sido el tema central, la reforma tendrá un daño nefasto para la mitad de la ciudadanía nacional.
No sé si las miles y miles de mujeres que tomaron las plazas del país el domingo último tienen conciencia de ese daño. Lo cierto es que vi muchísimas, de todas las clases y todas las edades, maduras y mayores, humildes y “fifís”, acompañadas de su familia, de nietas y nietos. Se sumaron a la protesta, sin insultos, confiando en sí mismas, hartas de los descalabros instaurados por un régimen de gobierno con claros tintes autoritarios.
Quedó claro que esa demostración, ya definida como la Primavera Mexicana, puso en la picota al régimen. Habría que analizar la gesticulación del presidente en su mañanera del día 27, quien desde su perspectiva patriarcal señaló, con fotos y nombres, a quienes cree “dirigentes”, ofendiendo al pueblo.
En la concentración, una mujer me dijo: “Estoy aquí, porque no tengo atención a mi cáncer”. Otra, de Xochimilco, habló de sus 13 años pidiendo agua y una más comentó que siempre ha votado y ahora no quiere que su voto se ponga en riesgo.
Karolina Gilas, doctora en Ciencias Políticas y Sociales, sostiene en la Radiografía del Plan B, examen publicado la semana pasada por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que la reforma electoral pone en riesgo la paridad.
En tanto, la senadora de Movimiento Ciudadano, Patricia Mercado Castro, la califica: es una contrarreforma electoral, una regresión para los derechos políticos conquistados por las mujeres, y punteó: la próxima composición del Congreso podría ya no ser paritaria, disminuye el porcentaje de mujeres que se deben postular en el bloque de candidaturas de alta competitividad, de 50 a 25 por ciento; quita “dientes” a autoridades electorales para aplicar reglas de paridad en dirigencias partidistas, candidaturas e integración de congresos y gobiernos locales; elimina la posibilidad de cancelar postulaciones que hayan incurrido en violencia política en razón de género y que no hay acciones afirmativas para garantizar que personas con discapacidad puedan participar en una elección y en el proceso para el Senado.
Peligran los espacios para indígenas, afromexicanas, con discapacidad, “#LGBTIQ+”, residentes en el extranjero y jóvenes, reducidos a una bolsa de 25 lugares, sin garantizar espacios a estas poblaciones.
El análisis es muy claro. Por eso lastiman los adjetivos descalificadores contra todas y todos, contra las feministas y contra las y los mexicanos que simplemente no están con la reforma regresiva. La Primavera Mexicana dará resultados, aunque puede anunciar acciones tremendas, porque en Palacio Nacional hay miedo y este es el peor enemigo de la racionalidad. Vamos a necesitar fortaleza y aguante. Veremos…