La perspectiva misógina sobre los Derechos Humanos

ARGENTINA CASANOVA

En pleno Siglo XXI, justo cuando más sólido parece estar el andamiaje de protección a los Derechos Humanos, los de las mujeres, en la lógica conservadora no existen.

Recientemente en Nuevo León se aprobó la modificación a la Constitución local para considerar el derecho a la vida “desde la concepción”, posteriormente la reforma se ha intentado en otras entidades, como ocurre actualmente en Campeche, donde el legislador de un partido conservador, y que históricamente ha votado en contra de los derechos de las mujeres, presentó la propuesta.

En todo el país, la constante es, como sabiamente escuché, decir a una persona defensora de Derechos Humanos, estar pendiente de que no haya retrocesos, especialmente cuando se trata de los derechos de las mujeres, por la sencilla razón de que en el imaginario colectivo -especialmente de los partidos políticos misóginos- para las mujeres no hay derechos.

Pero, ¿quiénes son los responsables de estos sesgos que parte de la idea de absoluto fundamentalista? Usualmente son las Legislaturas, donde personajes conservadores que, en aras de ganar popularidad electoral, presentan la propuesta para generar polémica y presentarse como defensores de la vida.

Sí, defensoras o defensores de la vida, personas que usualmente no son conocidas ni por su solidaridad ni por su altruismo, y que usualmente nunca se han interesado ni por estadísticas de violencia contra las mujeres y mucho menos contra las niñas y niños.

Personas que poco han intervenido en procesos de legislación para la garantía de protección de las niñas y niños, esas que de la noche a la mañana se interesan y promueven que las mujeres no aborten y que en vez de ello opten por la adopción.

El colmo de ese escenario es cuando las Comisiones de Derechos Humanos adoptan una postura cómplice y silenciosa, cuando a pesar de conocer el marco normativo nacional e internacional de protección a la vida de las mujeres deciden apoyar esa postura o simplemente se quedan en silencio para no comprometerse y quedar -según ellos- bien con la autoridad y con la sociedad.

Lo cierto, es que eso es solo la punta del iceberg, en el sentido de que tanto los organismos de Derechos Humanos, que son designados con votos de los legisladores, se sienten en deuda con este organismo y lo último que harán será contradecirlo o confrontarse, incluso para tratar de hacerlos entrar en razón.

Ahí tenemos pocos estados donde los organismos de Derechos Humanos realmente adoptan una postura de defensa de los derechos de las mujeres, porque al final -como siempre- son los menos redituables en términos políticos.

Todo esto revela que prevalece una perspectiva misógina sobre los Derechos Humanos de las mujeres. (Ellas) ya pueden elegir qué estudiar, ya pueden pararse a jugar fútbol. Se aplaude que tomen iniciativas, pero hay resistencias claves en su participación política, y en creer que pueden decidir sobre sí mismas.

Entonces, eso nos recuerda que todo lo demás pueden ser medidas paliativas frente al avance y empuje diario por nuestros derechos en los que, definitivamente pocas instituciones son aliadas.

Casos como el de Campeche, en donde el uso partidista vuelve a tomar por asalto los Derechos Humanos de las mujeres, nos recuerdan que todos los días tenemos que empujar por ellos, por ejercerlos y defenderlos, pero sobre todo que tenemos que reiterar que no vamos a dar un paso atrás frente a minadas fuerzas políticas cuyo único fin es recuperar algo de credibilidad o apoyo social.

Estos son otros tiempos y vamos a poner resistencia inteligente, amparadas en el derecho y la razón, pero sobre todo exhibiendo sus complicidades y veleidades cuando no sepan salir a reclamar un mundo justo y de Derechos Humanos para todas las personas.

*Fundadora del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche.

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