La lucha de los maestros de Zacatecas en el tercer día de paro
Zacatecas, Zac.- El sol de la mañana caía sobre Zacatecas con una luz tenue, como si el cielo mismo intentara ocultar la tensión que se respiraba en las calles. En el tercer día del paro de labores, los maestros de las secciones 34 y 58 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) habían decidido que las palabras ya no eran suficientes. La paciencia se había agotado, y con ella, la esperanza de un diálogo fructífero.
Desde el amanecer, las carreteras y vialidades de seis municipios se convirtieron en escenarios de resistencia. Bloqueos en casetas de peaje, cortes en accesos estratégicos y manifestaciones masivas eran la respuesta a la falta de acuerdos con el gobierno estatal. Los maestros, armados con pancartas y consignas, decidieron radicalizar sus medidas. No era sólo una lucha por becas o recursos; era una batalla por la dignidad.
El lunes había sido el preludio. Más de 20 mil personas marcharon por las calles de Zacatecas, un río humano que fluía con determinación. La mega marcha fue un mensaje claro: los maestros no estaban solos. Sus voces resonaban en cada esquina, en cada edificio, en cada rincón de la ciudad. Y aunque las mesas de diálogo del martes se extendieron por horas, transmitidas en vivo para que nadie dudara de su transparencia, el resultado fue el mismo: estancamiento.
La demanda principal, el pago de becas para los hijos de los agremiados de la Sección 34, seguía sin resolverse. Las autoridades educativas argumentaban que gran parte del presupuesto había sido reasignado por decisiones anteriores del sindicato, pero eso no calmaba la indignación de quienes veían cómo sus derechos se esfumaban en un mar de burocracia y promesas incumplidas.
Y así, llegó el miércoles. Los maestros, lejos de ceder, ampliaron su lucha. Bloqueos en las carreteras de Fresnillo, Sombrerete, Jalpa y Tlaltenango paralizaron el tránsito. Las casetas de Calera, Osiris y Vetagrande se convirtieron en símbolos de resistencia. Incluso la obra del segundo piso en el centro de Zacatecas fue detenida, un gesto contundente que demostraba que no había espacio para la indiferencia.
Pero no eran sólo los maestros. Otros sindicatos, como el Sindicato Académico de la Universidad Autónoma de Zacatecas (SPAUAZ) y el Sindicato Único de Personal Docente y Administrativo del Colegio de Bachilleres (Supdacobaez), se unieron a la causa. Los jubilados del Issstezac también alzaron su voz. La lucha se había convertido en un movimiento colectivo, un grito unánime que resonaba más allá de las aulas.
Rodrigo Reyes Mugüerza, secretario general de gobierno, intentó calmar los ánimos con ofrecimientos de diálogo permanente. Pero las redes sociales ardían con anuncios de nuevas movilizaciones. A las 15:00 horas, los manifestantes prometían ampliar sus acciones. La ciudad, ya paralizada, se preparaba para lo que vendría.
En medio del caos, había algo que no podía ignorarse: la determinación de quienes luchaban. No eran solo maestros; eran padres, madres, hijos, vecinos. Eran la voz de quienes creían que la educación no podía ser un privilegio, sino un derecho. Y aunque el camino fuera largo y lleno de obstáculos, estaban dispuestos a recorrerlo.
El eco de sus voces no se apagaría. Zacatecas, testigo de su lucha, guardaba silencio, esperando que alguien, en algún lugar, escuchara.
LNY/Redacción