La izquierda otra vez a la oposición

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

Los Juegos Olímpicos de Brasil están por empezar en medio de la conmoción política por el desafuero de la presidenta del país, envuelta en un escándalo de malos manejos de los recursos públicos.

Dilma Rousseff es un personaje en sí mismo. Su vida da para una novela que sería un “best seller” inmediato en el concierto internacional.  Hija de madre brasileña y padre búlgaro, Dilma se crio en el seno de una familia de clase media alta. Se instruyó en un colegio público. Mientras estudiaba en el colegio secundario, tuvo lugar el Golpe de Estado de 1964. Desde aquel momento, comenzó a militar en el movimiento de resistencia contra la dictadura militar. Incluso pasó al  radicalismo al unirse a  la organización guerrillera COLINA, reorganizada más adelante como VAR Palmares, uno de los grupos armados más grandes formados contra el régimen militar. Detenida en 1970, un tribunal militar la torturó y luego condenó, permaneciendo presa durante tres años. Su ascenso a la Presidencia de la República implicó un triunfo para el “proyecto Lula”: su antecesor se coronó de gloria al haber podido dejarla como sucesora y continuadora de un esquema asistencialista

Asumió el cargo el 1 de enero de 2011 siendo la primera mujer que ostenta el cargo de máximo dirigente político de Brasil. Ha sido la cuarta mujer electa presidenta en América del Sur. El plan de gobierno de Rousseff está encaminado a terminar la pobreza extrema. Fue ella quien propuso blindar las economías latinoamericanas cuando se dio la llamada Guerra de Divisas impulsada por la Unión Europea y Estados Unidos como mecanismo para trasladar la crisis desatada en 2008. Ha gobernado con firmeza y ha obligado a renunciar a funcionarios miembros de su gabinete cuando fueron acusados de aceptar sobornos o de estar inmiscuidos en casos de corrupción.

Ahora ella misma está acusada de manejos ilegales de los recursos públicos: La acusación central contra Rousseff en el Congreso es que violó normas fiscales, maquillando el déficit presupuestal. Y ha causado una gran fisura en Brasil, separando a quienes creen que sería justo  destituir a la presidenta por algo así, de quienes sostienen que sería una injusticia o hasta un golpe de Estado. La tensión que genera este tema fue evidente en el voto de la comisión, con fuertes acusaciones entre los diputados, gritos y desorden a la hora de la votación. Como están las Cámaras están las calles de Brasil: absolutamente polarizadas y, sobre todo, con el desengaño de los habitantes que creyeron que el cambio era posible.

La izquierda está también siendo vapuleada en la Argentina. Pocos meses después de perder el poder, los tribunales se han convertido en la peor pesadilla para los Kirchner. El juez federal argentino Claudio Bonadío ha decidido procesar por primera vez en su vida a Cristina Fernández de Kirchner, pero no por un asunto de corrupción sino por haber perjudicado al Estado en una operación de venta de dólares poco antes de que terminara su mandato. El juez ya la obligó a declarar y le dictó un embargo por un millón de dólares.  La gente en las calles, alborotada pues, si algo precisamente saben hacer los Kirchner es movilizar masas.

A estas alturas resulta evidente para los pueblos, que la izquierda no es garantía de manejo claro en los recursos financieros, y que no es un escudo contra las componendas y los arreglos “en lo oscurito” con los empresarios que buscan cooptarlos para sus muy particulares intereses.  Maduro, Fernández de Kirchner y ahora Rousseff son un triste ejemplo del derrumbe de la izquierda que tardará década en convencer a los electores de que no son sino “más de lo mismo” disfrazados de empatía popular.

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