La ciudadanía y su derecho a la protesta
ARGENTINA CASANOVA
No es ninguna concesión. Protestar es un derecho, reclamar, disentir, tener una postura contraria a la que se dicta desde la hegemonía del poder, es y será dentro del Estado moderno la clave del ejercicio ciudadano en la vida democrática, y sólo mediante una discusión entre las partes se construye una postura que integre las necesidades y realidades.
Esta semana hemos sido testigos de la represión a cargo del Estado contra un pueblo, no contra la CNTE, ni contra “los maestros revoltosos”, sino contra pueblos que se agruparon y organizaron para no permitir la entrada de una policía que nunca está cuando se trata de defender a la ciudadanía, pero que fue presta y armada para disparar contra un pueblo desarmado.
No es posible ser testigos de estos hechos y permanecer en silencio, quien lo hace es cómplice de uno de los crímenes más atroces como es la represión contra la ciudadanía en un México que ya no es ni puede ser el mismo, el de las masacres de Aguas Blancas, Acteal, Atenco, Ayotzinapa, que fueron silenciadas por la falta de comunicación.
La realidad es distinta, México se encuentra bajo la mira internacional por la comisión de graves delitos como la tortura, la desaparición forzada y las ejecuciones extrajudiciales, un escenario que acompaña otras graves violaciones a Derechos Humanos en la omisión, la violencia institucional y la inacción del Estado frente al control y el dominio de grupos delictivos de algunas zonas del país.
En la semana fueron cometidos ataques contra la dignidad de las mujeres en el transporte público foráneo; ellas siguen siendo asesinadas en las calles del Estado de México; en el sur la violencia sexual contra las niñas sigue en aumento, desaparecidas y secuestradas, drogadas para ser violadas… y ahí no hay policías.
Es vergonzoso que el crimen organizado sigue teniendo el control de algunas zonas y carreteras en las que la ciudadanía sabe que no puede transitar de noche, pero ahí no hay Policía Federal que vaya a hacer frente a quienes sí tienen armas. Prefieren las armas contra las piedras y los palos del pueblo, de maestras y mujeres, y hombres desarmados que salen a pelear por un mejor país.
La Policía Federal, estatal y municipal que disparó contra el pueblo de Oaxaca debería de saber que la historia los juzgará, pero que también el pueblo demandará que ellos y sus líderes que tomaron la decisión de disparar sean juzgados en una corte penal por los crímenes que han cometido.
México no está fuera del mundo, sus actos no quedarán impunes.
El pueblo no aguanta más, las y los indígenas defendiendo la tierra, las aguas, los ríos y sus territorios ancestrales.
Las mujeres defendiendo la vida frente al mismo sistema opresor que las asesina, las deja en la indefensión o las castiga si se atreven a denunciar la violencia que viven.
Las y los trabajadores despedidos por la privatización petrolera que hoy se vive con sus efectos en desempleo y abandono en Ciudad del Carmen, Campeche, de donde poco se habla y la realidad ha golpeado de frente a la población.
Las familias que ya no tienen dinero y que a pesar de todos los esfuerzos y el trabajo, simplemente no les alcanza para alimentar a su familia.
Las madres de todas las y los desaparecidos no pueden callar más, este país no puede más, este país y su gente que ha sobrevivido y se ha sobrepuesto a todas las humillaciones, como el ser ellas y ellos mismos quienes buscan entre escombros y basuras los huesos de sus hijas e hijos, mientras la policía le dispara al pueblo.
Todavía están en la memoria Acteal, Aguas Blancas, Atenco, Ostula, San Fernando, Tlatlaya… todavía tenemos la rabia por las mujeres y hombres asesinados en cada pueblo que en 1994 confrontaron al Ejército, el mismo Ejército que en 1968 disparó contra estudiantes.
No hay forma de escribir sin sentir el corazón roto por el dolor que hoy vive Oaxaca, por la lucha hermana de los pueblos de mujeres y hombres que dignamente resisten al embate de un Estado que reprime como única respuesta a la demanda del diálogo.
No queremos más ciudadanas y ciudadanos asesinados, no queremos más sangre corriendo del lado del pueblo; suficiente ha sido el dolor de los pueblos que han visto desaparecer a sus hijas e hijos a manos de policías en Guerrero; suficiente fue para todos y cada uno y todavía siguen echándole más leña al fuego y al dolor del pueblo mexicano.
Sólo nos resta escribir, usar estas líneas para enviar un mensaje solidario al pueblo de Oaxaca, por su digna rabia que hoy nos llena el corazón a todas las mexicanas y mexicanos.
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.