Jerez… Miel y veneno a la vez
RICARDO EVODIO CABRAL VERA
Sergio Candelas Villalba
Justo en un momento en que el periodismo tradicional, el de tinta y papel se ve muy amenazado y algunos lo declaran condenado a expirar, se va uno de sus grandes exponentes en el siglo pasado, pues la labor de Sergio Candelas Villalba, no se circunscribe a la función pública, fue un periodista de batalla, un analista de gran capacidad y sobre todo un persistente investigador.
Por supuesto que fue un gusto conocerlo y tratarlo; la última vez que platicamos un poco largo y tendido fue aquí en Jerez, cuando realizaba un profundo trabajo de investigación para su libro Los Anales de García; era un amante y estudioso de la vida y obra de Francisco García Salinas, pero como buen periodista, quería corroborar todo lo que iba a publicar y por eso anduvo varios días en el municipio.
Cuando me iniciaba en este que Gabriel García Márquez definió como El mejor oficio del mundo, sentí en carne propia un primer intento de censura por parte de una autoridad municipal y don Sergio que era el jefe de prensa del gobierno del estado, estuvo ahí como prudente mediador, pero –siendo sinceros–, inclinando la balanza al lado del medio de comunicación.
En las constantes visitas de los viernes a la oficina que coordinaba en Palacio de Gobierno, sin más interés que recoger el legajo de boletines semanales, invariablemente, aun cuando estuviera muy ocupado, me invitaba a entrar a su privado, que por cierto siempre estaba abierto y de inmediato soltaba la pregunta, ¿cómo anda Jerez?
En uno de esos momentos, mientras salió por unos minutos, tuve oportunidad de leer un trabajo periodístico, producto de su cobertura de un terremoto, creo que en Guatemala; aquel texto que me impresionó, era una verdadera lección de crónica periodística y podía uno maravillarse con la fineza del vocabulario y la forma en que ordenó cada uno de los detalles en su narrativa, que cuando uno la leía, aunque hayan pasado varios años, se sentía como si estuviera ahí.
Sus trabajos de investigación se caracterizaron por ir siempre bien documentados y con el respaldo que garantizara la veracidad de los mismos y así se tardara varios años en sacarlos a la luz, prefería esperar más tiempo de lo estimado, que salir con verdades a medias.
Un funcionario público siempre dispuesto a atender a los compañeros de profesión, jamás se negaba a atender una llamada telefónica, salvo que estuviera verdaderamente ocupado en otra, pero tenía la atención de comunicarse a la brevedad posible y su estilo era de no menospreciar a nadie, ya fuera en el trabajo o en los recurrentes eventos de convivencia entre el gremio.
Hubo un anécdota personal, en una ocasión le avisaron que habían encarcelado al reportero de GONBER (así conocían a mi director Gilberto González Berumen) de inmediato mandó a uno de sus auxiliares a pagar la multa, resarcir el daño y que se liberara a la persona; cuando mi jefe (y yo acompañándolo) acudió a ofrecer las disculpas por el inconveniente provocado por otra persona, me sorprendió que don Sergio le dijera que creyó que el detenido era un servidor y por ese motivo había intervenido de inmediato.
Sé por algunos compañeros que en algún momento trabajaron cerca de él, que no sólo era un jefe sino un maestro dispuesto a compartirles sus conocimientos y orientarlos de la mejor manera en su desarrollo periodístico.
Seguramente había mucho que aprenderle en el ejercicio de la profesión, pero sobre todo en aspectos como la paciencia, la prudencia y tolerancia, que eran una práctica común.
Este domingo nos fuimos a dormir con la noticia sobre su irremediable partida; fue inevitable refrescar la memoria y traer a la mente algunas buenas cosas, de las muchas que seguramente distinguieron a un Zacatecano que ha dejado una huella importante para el periodismo estatal y nacional; descanse en paz don Sergio Candelas Villalba.