¿Informamos o hacemos propaganda del narco?
GABRIEL CONTRERAS VELÁZQUEZ
Corría el año de 2015. El Estado Islámico (ISIS o ISIL por sus siglas en inglés) había reivindicado, de enero a noviembre, 11 atentados en Afganistán, Beirut, Líbano, Egipto, Arabia Saudita, Francia, Túnez y Yemen con un saldo de 750 muertos y una cantidad superior de heridos. Un crecimiento sostenido para el grupo terrorista, que lo colocaba constantemente en el centro de la opinión pública.
En contraparte al poder mostrado por los paramilitares radicales, en los Estados Unidos la estrategia de defensa-ataque en contra de la organización terrorista más virulenta conocida en el Medio Oriente, ponía a Barack Obama, entonces presidente de aquella nación, en uno de sus peores momentos de aceptación y legitimidad pública al frente del cargo.
Durante una entrevista con la Radio Pública Nacional (NPR) del país vecino, el 21 diciembre del mismo año, Obama pondera los resultados de la lucha contra el fanatismo religioso que avanzaba en Iraq y Siria, y define su postura ante uno de los temas que generó un amplio y constructivo debate en los medios de comunicación norteamericanos: ¿hasta dónde la cobertura que realizaban las empresas informativas acerca de las acciones extremistas desarrolladas por el Estado Islámico promovía, en forma de positiva, al terrorismo como una actividad potencial para imponer gobiernos de tipo militar-religioso en aquella parte del mundo?
Para entonces, el extremismo del Estado Islámico había encontrado en las redes sociales el instrumento propagandístico más importante para difundir y legitimar, a partir de escenas de intensa y excesiva violencia, la idea de convertirse en una amenaza global incontenible. Contaban también con su propio canal de televisión, el cual transmitía los contenidos realistas y descarnados las 24 horas del día. Se hicieron de una bandera, y tenían una marca, como cualquier otro gobierno.
Obama al referirse a la forma en cómo los medios de comunicación, en busca de mayor audiencia, difundían las mórbidas imágenes que obtenían de los espacios virtuales, sin mediar hasta dónde se convertían también en instrumentos de difusión del extremismo islámico, dijo a Steve Inskeep, locutor de la Edición Matutina de la NPR:
“El Estado Islámico combina salvajismo con operaciones mediáticas diestras. Y, como consecuencia, si has estado mirando televisión durante el último mes, todo lo que has visto, todo lo que has escuchado es acerca de estos tipos con máscaras y banderas negras quienes, potencialmente, vienen por ti. Y es por eso que entiendo por qué a le gente le preocupa esto, y esta es una situación seria… Pero también es importante para nosotros mantener las cosas en perspectiva, y esta no es una organización que pueda destruir a los Estados Unidos.”
Inskeep revira con una segunda pregunta: “¿Está usted sugiriendo que de alguna forma los medios de comunicación estamos siendo usados aquí?”, a lo que Obama responde “Mira, los medios están en busca de ‘ratings’. Esta [la del Estado Islámico] es una historia legítima. Yo creo, tú sabes, que depende de los medios determinar de qué manera quieren cubrir las cosas. No hay duda de que las acciones del Estado Islámico están diseñadas para amplificar su poder y la amenaza que representan. Eso les ayuda a reclutar, eso se añade en los pensamientos desorientados de algunos jóvenes que podría querer llevar a cabo una acción, a imaginar que de alguna manera son parte de un movimiento más grande. Y así creo que el pueblo estadounidense absorbe eso, y comprensiblemente están preocupados.”
Ese mismo debate positivo, sano para la forma en cómo enfrentamos en conjunto el fenómeno de la violencia indiscriminada de las bandas del crimen organizado en México, y específicamente en Zacatecas, se realiza de manera intermitente, aún con las limitantes de abrir un tema tabú acorralado por la falta de discernimiento entre libertad de expresión y responsabilidad al informar.
Insisto, y sigo insistiendo, que los medios de comunicación son un producto muy peculiar de las democracias, pues forman un híbrido entre lo público y lo privado: libertad de empresa para la venta de información pública. Y como tal, el derecho a la libertad de expresión, garantía individual de todo ciudadano, no debe de generar regímenes de excepción por tratarse de empresas informativas. La responsabilidad en el uso de la libertad de expresión es obligación tanto del ciudadano como de las empresas.
Me refiero en particular a la portada que circuló este lunes un medio impreso local, donde se reproduce íntegra, a ocho columnas, una “narcomanta”. Vale la pregunta, y abro el debate ¿el medio buscaba informar o propagar el mensaje de una banda del crimen organizado? ¿Hace o no apología del delito cuando reproduce, imparcialmente, la foto en su portada?
Otro periódico más publicó sólo la información sin la imagen de la misma “narcomanta”. ¿Cuál de los dos obtiene más ratings? ¿Cuál de los dos generó propaganda al vender la “nota”?
Twitter: @GabrielConV