¿Huelga o pesimismo?
GABRIEL CONTRERAS VELÁZQUEZ
La elección extraordinaria en la capital zacatecana es un ejemplo nítido del divorcio de la ciudadanía de los criterios de judicialización que anulan o niegan la voluntad popular expresada en las urnas anteriormente.
El problema es genérico, aunque coyunturalmente fue aprovechado por el partido afectado por la decisión de las autoridades electorales. Y ni siquiera así el Movimiento de Regeneración Nacional salió bien librado de los cuestionamientos de sus propios votantes por renunciar a participar en este nuevo ejercicio democrático.
A las urnas acudieron las estructuras de los partidos para mantener vigentes sus cuotas clientelares en el municipio central del estado. Esto, sin duda, ofrece a los analistas un panorama menos impreciso sobre la capacidad de cada instituto político para arrastrar a sus militantes a los centros de votación.
De acuerdo a la tendencia ya marcada por el Programa de Resultados Preliminares de la autoridad electoral, el Partido Revolucionario Institucional logra mantener en Zacatecas el monopolio del voto corporativo. Un resultado congruente con la premisa de que el partido en el gobierno también es aquél que tiene un mejor margen de movilidad y mantenimiento de esas estructuras votantes en las distintas colonias de los municipios del estado.
Así lo fue también en Zacatecas durante los gobiernos del Partido de la Revolución Democrática, y en todo el país, al correr de dos sexenios del Partido Acción Nacional en la presidencia de la república. Los programas sociales del gobierno federal del año 2000 al 2012 cambiaron sus siglas y sus colores, pero no modificaron su lógica operativa -la cual se vincula fácilmente con la creación de distintos padrones de corte asistencialista y, a su vez también, electoral.
Esa es la herencia salinista a la democracia mexicana: la posibilidad de que un partido pueda articular gobiernos sucesivos si sabe mantener aceitadas las estructuras sociales inmersas en sus padrones asistencialistas, y si su legitimidad le permite seguir sustentando el poder.
Éste último factor, la legitimación, detonó un cambio en las preferencias electorales en la capital zacatecana en la elección de junio. El Movimiento de Regeneración Nacional supo concentrar el descontento ciudadano en la figura de Soledad Luévano (y su fuerte presencia en redes sociales), única candidata que echó en sus hombros la lucha mediática contra la corrupción durante la administración de Miguel Alonso. Incluso con más arrojo que el propio David Monreal.
La ciudadanía, en un primer momento, encontró en Soledad una candidatura abierta al enfrentamiento de la corrupción y una promesa de aplicar la ley sin distingos para castigar las distintas irregularidades.
En buena medida los negativos del ex gobernador Alonso y el ex alcalde Carlos Peña (ego y alter ego) allanaron el camino para la instalación de un gobierno alterno en el municipio donde se concentran los poderes políticos del estado. Sin las infranqueables estelas de corrupción al final del sexenio pasado, la candidatura de Soledad no hubiera tenido razón de ser. Si la ciudadanía se identificó con su discurso es porque el sentir de la sociedad se encontraba lastimado y lleno de escepticismo.
Después, cuando López Obrador convence a Morena de no participar, es cuando los electores comprenden que el partido del tabasqueño tan sólo era un producto más de la partidocracia, dispuesto a dar amnistía a cualquier sospecha de ilegalidad con tal de llegar a la presidencia.
El desprestigio de los institutos políticos no fue asimilado por los candidatos independientes (en junio y diciembre) para fortalecer sus candidaturas, porque sus ejercicios, además de prematuros, nunca se vincularon con un programa político para ofrecer una alternativa real a los partidos políticos.
En este espacio con anterioridad he manifestado que el caso de la candidata Emilia Pesci reflejaba la falta de originalidad en los discursos y posicionamientos políticos. Hablaba de injusticia y de una ley electoral que limita la participación independiente, pero buscaba encabezar un ayuntamiento. Sus propuestas de campaña llegaron ocho días antes de la elección. Se asumía como un partido pequeño tratando de vencer a la “imposición” del gobierno estatal. Sus asesores la empujaron a una encrucijada tempranera y sin recursos, dentro de un calendario electoral que no daba espacio para la gestación de un proyecto ciudadano maduro. Obtendrá más de mil 500 votos, y quedará muy lejos de lo requerido para imponer su cabildo ciudadano.
La elección careció pues de alternativas reales en el ejercicio del poder público para el ciudadano. Los partidos están obligados a levantar sondeos para conocer, con datos duros, las razones concretas del apabullante abstencionismo que, como aquí adelanté, se impondría en la elección.
En su última encuesta el diario Reforma ubica ya a López Obrador como favorito para la presidencial de 2018. Si los institutos políticos en verdad quieren abastecerse de herramientas de análisis, deben de precisar si el abstencionismo venía aparejado a la huelga del tabasqueño, o a otros factores.
Twitter: @GabrielConV