Fuego Cruzado | ¿Por qué se van las inversiones?

CUAUHTÉMOC CALDERÓN GALVÁN

México vive una paradoja: mientras en el discurso oficial se presume estabilidad económica, inversión histórica en infraestructura y récords en remesas, en la realidad se vive una fuga silenciosa —pero constante— de capitales y proyectos de inversión que encuentran en otros países lo que aquí se ha perdido: certeza, confianza y estado de derecho.

De acuerdo con datos del Banco de México actualizados a febrero de 2025, la inversión extranjera de cartera ha registrado una caída sostenida. Tan solo en los últimos 12 meses, se han retirado más de 17 mil millones de dólares del país. A esto se suma la desaceleración de nuevas inversiones productivas en sectores estratégicos, como la automotriz, la energética y la tecnológica, donde empresas como Tesla, BYD, Honda y Nissan han pausado o redirigido sus planes de expansión hacia otras regiones más estables.

Esta fuga de capitales no es producto del azar ni de coyunturas internacionales: es consecuencia directa de las decisiones tomadas desde el poder. La cancelación del aeropuerto de Texcoco, que costó más de 300 mil millones de pesos, fue una señal devastadora para la inversión: en México, los contratos firmados pueden cancelarse por capricho político. A esto se suman ataques sistemáticos a los órganos autónomos como el INE, el INAI y la COFECE, instituciones que representan los contrapesos necesarios en toda democracia funcional. Sin árbitros imparciales, no hay juego limpio.

El ambiente institucional se ha erosionado aún más con la propuesta de elegir jueces por voto popular, una reforma que atenta contra la independencia del Poder Judicial. Si la justicia se vuelve un concurso de simpatías, no hay empresa que pueda sentirse segura. Tampoco ayuda que más del 80 por ciento de los contratos del gobierno federal se asignen de manera directa, sin competencia ni transparencia.

En este contexto de arbitrariedad y discrecionalidad, la militarización del país ha terminado por desincentivar sectores clave como el turismo y la inversión extranjera directa. ¿Qué confianza puede haber cuando los mandos militares sustituyen a las instituciones civiles y el estado de derecho se diluye entre uniformes?

Todo esto ocurre mientras desde Palacio Nacional se estigmatiza a empresarios, científicos, jueces, periodistas y organizaciones civiles, generando un clima de confrontación permanente que ahuyenta a quienes arriesgan capital y conocimiento. El mensaje es claro: aquí no hay condiciones para crecer si no se forma parte del coro oficial.

Zacatecas, como estado, no ha sido ajeno a esta crisis. La inseguridad rampante, la descoordinación institucional, la nula estrategia para atraer inversión productiva y la pérdida de competitividad regional lo han convertido en un espejo de lo que sucede a nivel nacional. ¿Qué inversionista sensato apostaría por un estado donde la violencia es cotidiana, el gobierno es ignorado por la federación y no existen ni incentivos ni condiciones para instalar empresas?

Como si no fuera suficiente con la desconfianza interna, ahora también se suma el desinterés externo. La reciente decisión de China de congelar inversiones en México y redirigirlas hacia Perú, como lo confirmó la propia Secretaría de Desarrollo Económico de Jalisco y el Ministerio de Comercio chino, evidencia que ni siquiera las grandes potencias encuentran hoy un ambiente receptivo en nuestro país.

El proyecto de BYD, valuado en 600 millones de dólares y que crearía 10 mil empleos, fue detenido ante la falta de certidumbre política y comercial. Mientras México se pliega a la presión de Estados Unidos, incluso en detrimento de su relación con Asia, otras naciones de América Latina se posicionan como destinos confiables, abiertos y con reglas claras. La inversión huye por falta de seguridad y porque ni aquí ni allá sienten que nuestro gobierno esté dispuesto a recibirla con seriedad.

El problema no es la falta de recursos, talento o potencial. El problema es la falta de reglas claras, instituciones confiables y visión de largo plazo. Sin eso, lo único que crece es el discurso… y la pobreza.

El fuego sigue ardiendo.

Nos leemos el próximo lunes.