Fuego Cruzado | La muerte en vivo
CUAUHTÉMOC CALDERÓN GALVÁN
El asesinato de Valeria Márquez, una joven creadora de contenido, a plena luz del día y durante una transmisión en vivo en Zapopan, Jalisco, es mucho más que un feminicidio brutal, es una fractura en la percepción misma de la realidad. La muerte en directo, que alguna vez fue materia de ficción distópica o crítica cinematográfica como La muerte en directo de Bertrand Tavernier, hoy es parte de nuestra tragedia cotidiana.
Valeria fue ejecutada en su propia casa mientras transmitía por TikTok. Un hombre, disfrazado de repartidor, confirmó su identidad y le disparó en la cabeza. Miles vieron cómo la vida se le escapaba del cuerpo. El horror ya no se filma, se transmite. Y frente a ese horror, la obligación de gobernar no es emitir comunicados, sino actuar con la firmeza que este país exige.
Hoy, Movimiento Ciudadano está a prueba. No como partido, sino como gobierno. Es el momento de demostrar si en Jalisco hay un estado de derecho o si los cómplices del crimen también están del lado naranja. Si en este país se le exige a Morena justicia por cada atrocidad, lo mismo debe aplicarse a los gobiernos emecistas. No puede haber privilegio ni doble vara. Valeria no fue asesinada en un territorio sin ley, fue asesinada en una ciudad gobernada por quienes prometieron ser distintos.
Esta muerte no es un caso aislado. Es el reflejo de un país donde ser mujer es una sentencia de riesgo. Donde el Estado ha perdido la capacidad de proteger, de prevenir, de hacer justicia. Donde el algoritmo decide qué vemos primero, el crimen o la indignación.
Lo que sucedió en Jalisco debe provocar un antes y un después. Debe mover conciencias, pero sobre todo estructuras. Debe cambiar la narrativa: no más espectáculo, no más cifras maquilladas, no más discursos vacíos sobre «estrategias de seguridad» mientras se normaliza la barbarie.
Las redes sociales, convertidas en espacios de autoexpresión y también de vulnerabilidad, son hoy escenario de crimen. La frontera entre la vida y la muerte está ahora en vivo. Y si el Estado no responde, se vuelve espectador cómplice.
Valeria Márquez no era una celebridad, ni una lideresa política. Era una mujer joven, que trabajaba, creaba y vivía. Y fue asesinada por un sistema que sigue sin proteger a las mujeres, sin prevenir la violencia, sin castigar a los responsables.
La única forma de rendirle justicia es que su caso no se archive ni se olvide. Y que cada gobierno, sea del color que sea, entienda que gobernar es garantizar vida, libertad y justicia. Todo lo demás, es complicidad maquillada.
El fuego sigue ardiendo.
Nos leemos el próximo lunes.