Fuego Cruzado | La mordaza digital

CUAUHTÉMOC CALDERÓN GALVÁN

El Senado aprobó, en comisiones, una de las reformas más peligrosas y antidemocráticas del sexenio: la creación de la Agencia de Transformación Digital, un nuevo órgano subordinado al Poder Ejecutivo que concentrará facultades históricamente distribuidas entre órganos autónomos, como el desaparecido IFT.

Esta medida, impulsada bajo la bandera de la modernización tecnológica, tiene un propósito claro y preocupante: el control total de las telecomunicaciones, los contenidos y, por extensión, la libertad de expresión.

Desde 1995, con la creación de Cofetel, México había apostado por la existencia de reguladores autónomos para garantizar un piso parejo en la asignación de frecuencias, la pluralidad de medios y el derecho a la información. Hoy, con esta reforma, volvemos a un modelo centralista, opaco, autoritario. La nueva agencia tendrá poder para otorgar, revocar y renovar concesiones; regular el contenido; limitar tiempos de transmisión; imponer códigos de ética; y supervisar la difusión de información pública y privada.

Esto significa, en los hechos, que cualquier medio de comunicación o plataforma digital dependerá de la voluntad política de un burócrata del Ejecutivo. Se abre la puerta a la censura previa, a la manipulación de la agenda pública y al castigo político mediante el uso discrecional del espectro radioeléctrico. Quien incomode al poder, simplemente podrá ser callado. Es una mordaza institucional disfrazada de política pública.

La justificación del gobierno es tan cínica como peligrosa: “democratizar la comunicación”, cuando en realidad busca monopolizar el relato. Nos quieren convencer de que restringir contenidos y controlar medios es por nuestro bien. Pero la historia enseña lo contrario: cuando el poder controla la palabra, el silencio se vuelve norma.

Esta reforma, además, atenta contra principios constitucionales como la libertad de prensa, el acceso a la información y la neutralidad tecnológica. También representa un golpe a la competitividad económica al generar incertidumbre entre inversionistas del sector telecomunicaciones, que ahora verán en México un país donde las reglas cambian según los intereses del partido en turno.

Lo más grave es que esta embestida ocurre en un momento donde la desinformación y la manipulación son armas de control político. Y lejos de fortalecer una ciudadanía crítica, esta reforma pretende anularla. El mensaje es claro: se premiará a quienes aplauden al poder y se castigará a quienes lo cuestionan.

La democracia no sólo se defiende en las urnas. También se protege en las antenas, en los micrófonos y en los algoritmos. Cederle al gobierno el control absoluto de las telecomunicaciones es como regalarle la llave de nuestra conciencia. No es progreso, es regresión autoritaria.

El fuego sigue ardiendo.

Nos leemos el próximo lunes.