Fuego Cruzado | El Tianguis del Centro Histórico
CUAUHTÉMOC CALDERÓN GALVÁN
Zacatecas, como ciudad Patrimonio Mundial declarada por la UNESCO, merece políticas públicas que estén a la altura de su historia y su belleza. Pero esta Semana Santa quedó exhibida una lamentable incapacidad por parte de los funcionarios del gobierno capitalino para gobernar con visión, sensibilidad y respeto al Centro Histórico.
Las imágenes de tianguis improvisados, toldos azules, tanques de gas, cartulinas, lonas con diseños deplorables, puestos informales con anafres y parrillas instalados sobre los adoquines de cantera y, todo ello, frente a edificios históricos de casi 500 años, son una vergüenza. Una bofetada a quienes por décadas hemos cuidado esta ciudad con esfuerzo y sacrificio, a pesar de las crisis económicas y la inestabilidad en la afluencia de turistas.
La molestia de los vecinos, los comerciantes establecidos y los restauranteros es legítima. Decenas de negocios colocaron carteles con un contundente “¡NO AL AMBULANTAJE!”. Algunos incluso han decidido suspender el pago de sus contribuciones municipales como protesta ante el incumplimiento del gobierno local de los acuerdos pactados: orden, respeto al reglamento, control en el número de comercio en la calle y reglas claras para todos. No es un tema de clasismo ni de intolerancia, es un reclamo por equidad, legalidad y por la protección del entorno patrimonial que da vida económica a la ciudad.
Zacatecas no se puede permitir el convertirse en un tianguis sin control. No puede rendirse ante el populismo que confunde tolerancia con desgobierno. Las ciudades que han sido exitosas en mantener su nombramiento de Patrimonio de la Humanidad lo han logrado con autoridad, reglas claras y visión integral. Basta mirar los casos del reordenamiento del comercio en Oaxaca y Morelia, o de la visión internacional de San Miguel de Allende: allí se respeta el espacio público, se promueve el comercio con orden, se prioriza el turismo de valor, el rescate del patrimonio edificado y la armonía entre sectores.
Y sí, el ambulantaje desordenado también es una forma de destrucción del patrimonio. No solo el segundo piso que pretende imponer el gobierno estatal representa una agresión a la traza urbana; también lo es la invasión caótica del espacio público sin criterios ni respeto a la vocación de la ciudad. El verdadero progreso no son los tubos, el concreto y la propaganda. Los retos verdaderos del Centro Histórico son otros: diseñar una política de rescate para las más de 400 fincas en deterioro, atraer inversiones turísticas responsables, mejorar la iluminación, brindar seguridad, segmentar con inteligencia qué tipo de turismo necesita la ciudad y sus comercios, generar nuevos productos turísticos, armonizar el desarrollo urbano con los sectores productivos y crear una estrategia de movilidad que privilegie al peatón y a la vida pública.
Lo que vimos esta Semana Santa fue exactamente lo contrario. Fue un retroceso disfrazado de permisividad. Fue una claudicación a la obligación de gobernar. El Ayuntamiento debe recapacitar y asumir con seriedad su responsabilidad. Porque su puesto termina en poco más de 24 meses, pero los daños trascenderán su estancia en la capital. Lo que está en juego no es un capricho, es el corazón mismo de nuestra ciudad.
Si alguien se sorprende de que esté escribiendo esto, no lo hagan. Es un acto de congruencia. Así como he sido un duro crítico y detractor de obras que afectan el patrimonio como el segundo piso, también lo seré de acciones omisas y del desconocimiento del gobierno de la capital, a pesar de haber sido uno de los promotores más importantes en la campaña de hace un año del actual gobierno municipal.
Es tiempo de decirlo con claridad: si quienes gobiernan no conocen ni aman la ciudad de Zacatecas, que al menos la respeten.
El fuego sigue ardiendo.
Nos leemos el próximo lunes.