Fuego Cruzado | De las marchas a las urnas
CUAUHTÉMOC CALDERÓN GALVÁN
En Zacatecas, las calles han sido testigos de un fenómeno cada vez más frecuente: marchas constantes, protestas semanales y una ciudadanía que, desesperada, ha salido a gritar su hartazgo ante un gobierno que no escucha, no atiende y no resuelve. El gobierno de David Monreal ha sido el detonante de un malestar generalizado que se expresa en las calles, en las redes y en las conversaciones cotidianas. Sin embargo, surge una pregunta inevitable: ¿por qué ese mismo nivel de indignación y participación no se traslada a las urnas?
Zacatecas, al igual que muchas otras entidades del país, enfrenta un problema crónico de abstencionismo. En cada proceso electoral, un porcentaje alarmante de ciudadanos decide no participar, dejando que las decisiones sobre el futuro del estado queden en manos de una minoría que sí acude a votar. El desinterés, la apatía y la falta de confianza en los candidatos han sido las principales razones detrás de este fenómeno. Pero la realidad es que, al no votar, se permite que sigan llegando al poder los mismos de siempre, los que prometen y no cumplen, los que ven la política como un negocio familiar o un trampolín personal.
Es momento de que la ciudadanía exija más que discursos vacíos. Así como ha tomado las calles para gritar su enojo, debe tomar las urnas para cambiar su realidad. Pero no solo se trata de votar, sino de establecer mecanismos que obliguen a los aspirantes y candidatos a rendir cuentas antes de llegar al poder. Es decir, no solo evaluar sus promesas actuales, sino revisar si en su historial administrativo o político han sido congruentes con sus compromisos, si han dado resultados o si, por el contrario, han sido los típicos políticos de siempre: buenos para engañar, para prometer y para manipular la esperanza de la gente.
Zacatecas necesita ciudadanos que exijan congruencia. No basta con escuchar promesas de campaña, es necesario analizar quién las dice, qué han hecho antes, cómo han manejado los recursos públicos, si han sido transparentes y si tienen el carácter y la capacidad para enfrentar los grandes problemas del estado. La sociedad ya no puede seguir creyendo en el discurso del «ahora sí vamos a cambiar», cuando quienes lo dicen son los mismos que han demostrado su incapacidad, su oportunismo o su falta de compromiso real.
La política no puede seguir siendo un teatro donde los actores cambian de máscara cada elección, pero el guion sigue siendo el mismo. La participación en las calles es necesaria, pero si no se traduce en un voto informado, razonado y estratégico, las marchas seguirán siendo solo un eco en el vacío, y Zacatecas continuará en el mismo ciclo de decepción y frustración.
La pregunta es simple: ¿seguiremos gritando en las calles sin consecuencias o llevaremos ese clamor hasta las urnas para hacer valer el poder ciudadano?
El fuego sigue ardiendo.
Nos leemos el próximo lunes.