Filtraciones necesarias
RAÚL MANDUJANO SERRANO
El hacedor de las suspicacias infiere que, una filtración de datos probablemente no trascienda en el seguimiento de la indagatoria legal, menos aun cuando ésta, en su concepción jurídica, pudiera haber prescrito y sólo sirva para conocer una verdad histórica. Por eso se filtra y su trascendencia no radica en quién cometió el acto, sino en el impacto que causa en la gente. Y en el caso de la supuesta denuncia de Lozoya, eso se logró. La FGR no niega el contenido, pero se deslinda de haberla entregado a los medios, pese a que su posesión y secrecía le corresponde.
Como sea, ya la opinión pública está juzgando y en su percepción se fortalece la corrupción millonaria que favoreció al expresidente EPN como candidato y a Videgaray, como su brazo derecho. Ahí, con ellos, se gestó el principio de cómo el poder corrompe, pero el descrédito no es nuevo en la política. Recordemos como Salinas de Gortari, tras ser el impulsor del tratado comercial de América del Norte y de los programas de solidaridad, terminó vinculado con enriquecimiento ilícito y narcotráfico. Sin que se comprobara nada, es hoy un mexicano con una gran anti-popularidad.
La novela Lozoya –ya pronto aparecerán libros de oportunistas de la tragedia mexicana-, no acabará pronto, hay que “exprimirle” mucho más, porque durante años se conoce como Odebrecht ha corrompido el mundo de los hidrocarburos en América, pero, vincular a un expresidente y a un opositor como Ricardo Anaya, con sumas superiores a los 10 millones de dólares, es un “plato que debe disfrutarse frío”, por mucho que quieran la venganza con la justicia.
Por eso “las filtraciones” son esa arma de los gobiernos en turno para debilitar a sus enemigos políticos, y que mejor momento para hacerlo, cuando ya el Ejecutivo tenía descargadas sus armas y se veía presionado por sus escasos resultados económicos y sociales. No cabe duda de que la experiencia como “grillo”, cuenta cuando te quieres hacer el gallo…
Colofón. – ¿Insensible el ISSEMYM? No parece
Hace unos días, los cazadores de historias de la pandemia localizaron al señor Jesús Villavicencio, en el Centro Médico del ISSEMYM. Su esposa María Isabel, enferma de COVID, se encontraba siendo atendida en ese hospital desde hace varios días y él declaraba que tendría que pagar un millón de pesos por los servicios. Su condición de humildad levantó las emociones de la gente que acusaron la insensibilidad del Instituto, y su falta de ética y humanidad.
Le voy a decir algo, este instituto, para bien o para mal, atiende a más de un millón 300 mil afiliados, todos ellos servidores públicos, maestros, empleados de los gobiernos estatal y municipal que aportan cuotas para recibir atención que va, desde consultas y medicamento, hasta servicios de alta especialidad. Durante esta crisis ha tenido resultados exitosos contra el coronavirus.
Ahora bien, la señora María Isabel fue recibida y atendida aun cuando no era derechohabiente, y hay que decirlo, hicieron trampa para que la atendieran, al presentar la credencial de otra persona, pero bueno, estuvo internada por casi dos meses y de acuerdo al hospital, recibió tratamiento en terapia intensiva, medicina interna, neumología, imagenología, farmacobiología, hasta ser dada de alta por el COVID.
Esto debería servirnos de experiencia, porque si bien lograron evadir el pago jugando con la piedad, no podemos hacer eso. Aquellos que andan en la calle muy divertidos, que no usan cubrebocas y no se protegen, cuando enfermen, deben dirigirse a las instancias hospitalarias públicas, porque en privados, tendrán que pagar. No hay que pasarnos de listos, mejor pasémonos de cuidados. En fin.
Twitter: @raulmanduj