Evangelina en Zacatecas “sigue en pie de lucha” tras padecer cáncer de mama
Zacatecas, Zac.- Cuando Evangelina Santos Sosa supo que tenía cáncer de mama, lo primero que hizo fue preguntarse ¿por qué a mí? Hoy, meses después, un intenso tratamiento de quimioterapia y una nueva forma de ver la vida, reconoce “estoy viva y en pie de lucha porque me atendí a tiempo”.
Eva es una de las 35 zacatecanas que este año han sido diagnosticadas con cáncer de mama por los Servicios de Salud de Zacatecas (SSZ). Su padecimiento le fue descubierto apenas en marzo. A casi siete meses ya recibió seis quimioterapias y le fue extirpado un seno.
No tenía dolor fuerte y no había ningún síntoma aparente, sólo una leve molestia al levantar el brazo y una bolita en el seno izquierdo, que se descubrió el 13 de febrero, pero como ya le habían quitado una de grasa, no le dio importancia.
De todos modos, Eva, de 60 años y maestra de profesión, fue al doctor y tras el análisis correspondiente recibió el diagnóstico que para ella fue como una sentencia de muerte: “tienes cáncer”. Ella forma parte del grupo de 180 mujeres que actualmente están en tratamiento en los SSZ.
“No escuché más. Oía que el doctor balbuceaba algo, me solté a llorar”, dijo al recordar ese crudo momento en su vida, que jamás imaginó siquiera que algún día podría enfrentar.
Su hermana la sacó “echa un mar de llanto” del consultorio y la llevó a su casa. “Todo el camino me estuve preguntando ¿Por qué a mí? Y no encontraba una respuesta”.
Anualmente se hacia la mamografía y siempre salió bien. Pero, ese 26 de marzo la historia, su historia, cambió. La enviaron con el oncólogo y ella sólo pudo conformar una ecuación: oncólogo>cáncer>muerte.
La zacatecana presentó carcinoma lubulillar etapa III, por lo que sólo seis días después recibió la primera dosis de quimioterapia, que la hizo sentir mal, que la dejó inmovilizada por días, se le cayó el pelo, las pestañas y le salieron manchas en la cara, entre otros síntomas visibles del cuerpo.
“Yo me veía espantosa, como monstruo. No quería que nadie me viera, que nadie estuviera conmigo y la pregunta ¿por qué a mí? continuaba en mi cabeza”, reitera.
Estaba a punto de jubilarse. Esperaba ese momento con ansias porque tenía un abanico de posibilidades, quería poner una estética, estaba estudiando, quería viajar y aprender manualidades. De ser una persona activa se convirtió en una persona pasiva, dependiente de su familia y eso no le gustaba para nada.
Ante su depresión y la intensidad de los efectos de las quimios llamó a una psicóloga que la atendía por teléfono y luego de varias llamadas por fin un día se convenció: “Yo soy bonita. No importa que no tenga pelo, que tenga manchas, todavía así yo soy bonita”, se dijo para sí y frente al espejo.
Ese fue el momento en que se dio su transformación, en el que aceptó, no al cáncer, sino que debería luchar y caminó para adelante. Pidió ayuda a su familia, porque “estaba arrastrando la toalla y ahora ya la llevo levantada. La tengo arriba”.
Le hicieron la mastectomía y está en espera de que en los próximos días le den el resultado de la operación, pero “estoy segura que será que ya no tengo cáncer, que ya lo quitaron”.
Actualmente, con todo el ánimo, entusiasmo y esperanza del mundo, está nuevamente de pie, viendo para enfrente y pensando en que con su experiencia ayudará a los demás, principalmente a los niños, porque su vocación de docente la lleva hacia ellos.
“Ahora ya no me pregunto ¿Por qué yo? Mejor digo ¿Por qué yo no? ¿Qué privilegios tendría yo para que a mí no me tocara? Ya tengo 60 años, ya viví mi vida. Ahora veo a los niños con cáncer, con tanto sufrimiento y aguantan tanto dolor. La pregunta ya cambió y es ¿Por qué ellos que son tan chiquitos y tienen una vida por delante?”. Quiere ayudarlos y trabajar con los infantes.
Sufrir el cáncer le cambió la vida y su forma de pensar. A partir de este momento, asegura Evangelina, vive para ella, para cuidarse y para quererse.
“A las mujeres les mando un mensaje: que se quieran, porque cuando tú quieres a alguien lo cuidas, lo proteges, lo limpias, lo alimentas, le das atención. Tú sólo tienes un cuerpo que debes cuidar, porque él es tu casa, donde radican tus emociones y sentimientos. Cuídalo”, llama vehementemente a las mujeres.
Si ella tuviera otra vez una oportunidad ya no fumaría, comería mejor, no se desvelaría y se atendería primero, después y al último ella misma. Eso no significa que no quiera a su familia o que la descuide, simplemente que se querría más. Será hasta en los próximos días cuando sepa a ciencia cierta si tendrá una segunda oportunidad.
Por lo pronto ha hecho todo lo que está a su alcance para mejorar y en esa lucha no está sola, está acompañada de su familia, que son su fortaleza y que la ayudan en la guerra contra el cáncer de mama, que en Zacatecas arranca semanalmente la vida a una mujer, pero confía en que ella será una vencedora, y lo será, afirma su hijo que en todo momento la acompañó en la entrevista.
Evangelina dice que está viva porque se atendió a tiempo, porque está en las manos de un excelente doctor, Francisco Luna Acuña, porque confía en Dios y porque “sigo en pie de lucha”.
La maestra Eva es una guerrera que combate contra un padecimiento que en Zacatecas registra una tasa de mortalidad de 13.5 por cada cien mil mujeres, índice que está por debajo de la media nacional en un cuatro por ciento.
De acuerdo con la información proporcionada por la responsable estatal del Programa de Cáncer de Mama de los SSZ, Ixchel Alonzo López, a partir del 2006 este padecimiento es la primera causa oncológica de muerte en las mujeres mayores de 25 años de edad.
En el mundo anualmente fallecen 500 mil mujeres y en México cinco mil, esto equivale a que en el país mueren 14 mujeres por día.
En Zacatecas el 30 por ciento de los casos de cáncer de mama se detectan en estadíos tempranos y tienen altas posibilidades de curarse, mientras que el 70 por ciento llega en etapa avanzada. El cáncer ductal es el más frecuente.
Un tratamiento de cáncer de mama cuesta 200 mil pesos y requiere en promedio de 13 quimioterapias por paciente, cada una con un costo de entre nueve mil y 15 mil pesos.
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