Escasez de agua en Zacatecas
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX
Cuando niños, recordamos aquella ironía del “baño de la escalera”. El padre se bañaba en la parte más alta, la madre en el segundo escalón de manera descendente, el primogénito un poquito más abajo y así hasta llegar al más pequeño de los hijos. A ese le tocaba pura “agua de calcetín”.
Así crecimos con la ironía de una realidad que siempre vivió Zacatecas. Una capital asentada sobre tiros de minas –según sus trabajadores había hasta siete niveles (como en un rascacielos de siete pisos, pero hacia abajo. En esa ciudad subterránea se abrían túneles que cruzaban el subsuelo de los barrios y calles de la ciudad)- Otras historias se fueron convirtiendo en leyendas. Una de ellas tenía que ver con la silicosis. Casi todos nuestros padres y abuelos fueron mineros, pues no existía otra industria además de la extracción de metales. Por allí alguna paletería como la de Lidia Ortega, panaderías y servicios que proveían a los habitantes de esta bella ciudad. Pero el empleo básico, el que mantenía viva Zacatecas, era el de los mineros.
La tierra extraída de estos socavones se convertía en jales que eran tratados en las haciendas de beneficio para extraer el oro y la plata mediante un procedimiento que usaba al mercurio como elemento base. Estos jales quedaron desperdigados en áreas inmensas. Quizá las más famosas y visibles han sido las de Fresnillo y las de la Mina del Bote en Zacatecas. Con las lluvias, el mercurio se escurría hacia los mantos freáticos, y en las épocas de calor incluso vaporizaba contaminando el aire, además del agua.
Hace muy pocos años tuvimos un ejemplo de esta contaminación en la Minera Real de Ángeles, propiedad de Carlos Slim. Casos de animales muertos en los aguajes, niños con efectos gastrointestinales y dentales –además de otros no tan visibles- fueron expuestos con pesar a la opinión pública.
Zacatecas no ha tenido agua desde que tenemos uso de razón. Al llegar la Corona Extra (la cervecera que es “orgullo de todos los mexicanos” – entonces propiedad del gachupín Nemesio Diez- que conquistara al mundo por su calidad, desplazando a monstruos como la Heineken y a otras marcas alemanas de verdadera tradición en esta industria) se atragantó la poca agua que teníamos. La toma de decisiones debió darse entre: quitarle aún más el agua a los zacatecanos -fundamental para la vida- o crear empleos, que también son vitales para subsistir. Se optó por esta última alternativa. La escasez de agua en barrios y colonias de la barroca capital es ya un problema estructural. Una severa situación en este sentido, la sufre también la Ciudad de México: hay que transportar su agua desde el Cutzamala en lugares próximos a Valle de Bravo o a Santo Tomás de los Plátanos.
El director de Jiapaz anunció que la escasez del agua no es por mala administración “simplemente no hay agua”, los pozos no dan el gasto (825 litros por segundo) que se requiere para abastecer la conurbación Zacatecas, Guadalupe, Morelos y Vetagrande.
Para Zacatecas es imprescindible buscar cuanto antes, mantos acuíferos no contaminados en zonas alejadas, para suministros constantes. Ningún gobierno ha resuelto esta problemática, porque ha habido épocas de lluvias torrenciales en el estado y la ciudad, que no se han capitalizado para fines de consumo. Existen pocos recuerdos de esta tierra colorada teñida de verde, como los que afloran de vez en cuando a la mente de los citadinos, que hace pocos años disfrutaron sorprendidos con el espectáculo del camino al aeropuerto desde la ciudad de Zacatecas y de las llamadas “faldas” del cerro de la Bufa, tapizados de pastos y arbustos de un verde vivo, difícil de olvidar.
Esta deberá ser una encomienda básica para el actual gobierno. Los abuelos enseñaban a sus nietos a apreciar el agua, fuera cual fuera su estado de pureza. Su escasez la hacía desde entonces tan preciada como la plata que se extrae de las minas: “de esta agua haz de beber porque algún día se habrá de vender”. Como siempre tenían razón.