En la guerra, civiles no
RAÚL MANDUJANO SERRANO
Fíjese que después del ataque a Estados Unidos, ese 11 de septiembre de 2001, el presidente George W. Bush declaró: “La libertad fue atacada esta mañana por un cobarde sin cara. La libertad será defendida”. Estados Unidos invadió Afganistán a finales de 2001 para destruir a Al Qaeda y apartar a los talibanes del poder, pero, el 30 de agosto de 2021, Estados Unidos retiró a sus tropas. Después de 20 años y unos 150 mil muertos, el odio sigue gobernando Afganistán.
Y es que, después de una guerra –refiere el periodista-, la violencia no concluye. Sigue la reconstrucción de casas, la rehabilitación del corazón, la restauración del dolor y el perdón, frenar el éxodo migrante y el desabasto de alimentos, agua y medicamentos. Los civiles, los ancianos, los niños no tienen la culpa de una política insensata y de terror, como ocurrió en ese ataque al centro hospitalario Al Ahli de Gaza, administrado por la Iglesia anglicana. Instituciones y personas ayudando a otras heridas por la guerra. Un misil acabó con su existencia. El número de víctimas ascendió a 500 y las condenas de los países árabes.
“En una guerra esto puede pasar”, me decía alguien. No. Hasta en la guerra hay reglas. Mire, de conformidad con las leyes de la guerra, no se puede atacar deliberadamente a civiles, aunque estos sí puedan morir o sufrir lesiones en el marco de un ataque proporcionado contra un objetivo militar. La ONU, Amnistía Internacional, prohíben matar o herir a un adversario que haya depuesto las armas o que esté fuera de combate. Determinan que los trabajadores sanitarios, sus vehículos y los hospitales dedicados a tratamiento humanitario no deben ser atacados. Prohíben la tortura y el trato denigrante a prisioneros. Lo que esta guerra muestra es un valemadrísmo desquiciado, y en el que la historia judía no puede ser el pretexto, ni Dios la causa. En toda guerra habita el demonio…
El dolor de la violencia en México
El amanuense sorbe del café que acompaña con un pan de muerto, esa tradicional hojaldra rellena con mole. Refiere que octubre no sólo ha sido el mes de las lunas más bellas ni de los aquelarres de las brujas del mundo, también ha sido terrible. Inició con una de las cifras más altas de homicidios. El primero de octubre ya teníamos 92 personas asesinadas, en 24 horas, y en una semana eran 351 muertes. Al día, en el país, ocurren 70 crímenes diarios.
Hablar de cifras quizá no dimensiona el daño que ocasiona un solo asesinato. En el Estado de México, por ejemplo, los primeros días de octubre, se registraron 37 asesinatos. Y habrá quienes digan que no son tantos. Tampoco lo serán entonces esas 2 mil 508 personas asesinadas en la entidad en los primeros 8 meses del año.
Y más aún, que los indicadores del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, coloquen al estado de México como una de las entidades más violentas del país. Pero mire, los medios de comunicación no publican material gráfico de los crímenes tan terribles (algunos), y no necesitamos verlos para entender.
Nos falta cuidarnos más, evitar que nuestros hijos confíen más en aplicaciones y pseudo influencers, en retos virales o que acaben involucrados en redes delictivas porque no fuimos capaces de hablar con ellos. Se trata, de impulsar la paz desde el seno de nuestras familias, platicando, conviviendo y no tener miedo a decirles te quiero. Las familias fuertes siembran países fuertes…
X: @raul manduj