En “Día de la Indignación Nacional” miles y miles sumaron su voz
Ciudad de México.- Aunque las nubes estaban cargadas, un incontable número de personas se aglomeró en distintos puntos de esta capital para ver pasar y acompañar a las madres de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala, Guerrero, al conmemorarse el primer aniversario de esos hechos oscuros.
En el bautizado ya como “Día de la Indignación Nacional”, pasadas las 12 del día del sábado 26 de septiembre, al pie de las escalinatas del Auditorio Nacional –muy cerca de la residencia oficial de Los Pinos–, las madres avanzaron sobre Paseo de la Reforma con los retratos de sus hijos acomodados en su pecho y con sus huaraches típicos del estado de Guerrero, en un recorrido de más de cuatro horas hasta el Zócalo capitalino.
Detrás de ellas, una cruz rosa de más de tres metros (con la cara de los normalistas en cada brazo) y que llevó la alianza de grupos civiles que ha denunciado el feminicidio en el Estado de México, simbolizó el repudio a la impunidad en la desaparición de miles de personas en México, la mayoría mujeres (adolescentes y niñas) víctimas de la violencia de género.
En minutos se formó detrás de los rostros serios de las madres y padres de Ayotzinapa el resto de los contingentes: normalistas, grupos de trabajadoras y trabajadores, estudiantes, artistas y en general sociedad civil organizada, que formaron una fila tan larga que aún a la mitad del trayecto seguía nutriéndose de más personas.
Miles de quienes protestaban eran mujeres: maestras que repudian la reforma educativa; las normalistas de distintas entidades que también han sido reprimidas por los gobiernos locales; campesinas despojadas de sus tierras; estudiantes, músicas, artistas visuales y decenas de defensoras de los derechos femeninos que además de clamar por los normalistas, insistían en que “nos queremos vivas y nos queremos todas”.
“Siento indignación, mucha rabia y enojo porque el gobierno no nos ha dicho qué pasó con los estudiantes”, “hoy salimos por los normalistas, pero debimos haber salido mucho antes porque esto nos pudo haber pasado a cualquiera”, dijeron varias mujeres cuando apenas empezaban a avanzar los contingentes.
La mayoría de las y los manifestantes se pusieron sobre las banquetas a lo largo de Paseo de la Reforma, desde donde esperaron el paso de las madres para verlas de frente, tomar fotos y aplaudir su resistencia.
A diferencia de otras marchas, en la de este día –una de las más multitudinarias a la que hayan convocado las familias de Ayotzinapa (al menos 30 mil personas, según reportes oficiales)– la gente solidaria vino a dar algo a las madres, “a retribuir lo que durante este año nos han enseñado: a luchar sin cansarse”, expresó un mujer dedicada al hogar que llegó con su familia.
Por eso las llenaron de aplausos cada vez que llegaban a una glorieta, les ofrecieron flores, les gritaron consignas de apoyo, y les escribieron en cartulinas: “Tú hijo también es mi hijo” y “hoy lucho porque es tu hijo, pero sé que si mañana fuera el mío, tú marcharías junto a mí”.
En la Estela de Luz la gente se seguía aglomerando hasta hacer imposible el paso sobre las banquetas; más adelante, el Monumento al Ángel de la Independencia se veía tan colmado que la multitud tuvo que acomodarse hasta el escalón más alto.
En el camino, una mujer se acercó lo más que pudo a las familias para decirles directamente que iba a estar con ellas hasta que todo terminara, sin importar el tiempo que tuviera que pasar. Por un momento, el gesto serio de las madres devolvió una sonrisa de agradecimiento.
Las organizaciones civiles no sólo dieron algo a las familias de Ayotzinapa, también ofrecieron separadores, cartulinas con consignas impresas, postales y pines con exigencias de justicia por los 43 normalistas.
Como se convocó a una marcha pacífica, asistieron cientos de familias. Las y los niños prepararon en sus escuelas un dibujo con acuarelas, para exigir la aparición con vida de los estudiantes.
Durante el recorrido, María de Jesús Tlatempa Bello, madre del joven desaparecido José Eduardo Bartolo Tlatempa, tomó el micrófono y gritó con fuerza –aunque apenas un día antes había terminado su ayuno de protesta por 43 horas– que va a seguir buscando a su hijo, que sabe que los militares se llevaron a los normalistas, y que para ellas no ha habido descanso.
El primer mitin se realizó frente al llamado “antimonumento por los 43” (una estructura metálica que dibuja el emblemático número), donde se pasó lista a los estudiantes desaparecidos, a los heridos y a los asesinados el 26 de septiembre de 2014, y en el que se informó que aunque las familias ya habían llegado a la mitad de su caminata, más contingentes seguían sumándose a la columna que venía desde la Estela de Luz.
Luego las familias siguieron avanzando para leer más muestras de agradecimiento y mirar las expresiones de protesta –como las caras de sus hijos en cartulinas frente al Hemiciclo a Juárez, en la Alameda Central– que las estaban esperando.
La manifestación llegó al Zócalo pasadas las 4 de la tarde. El mitin lo iniciaron las familias. Cristina Bautista Bautista, madre del desaparecido José Ascencio Salvador Bautista (originario de una comunidad indígena de Guerrero), dio su discurso en lengua náhuatl.
Esta mujer, que antes de la desaparición de su hijo era monolingüe, agradeció que su llamado a la sociedad civil para que marcharan junto a ella este día no haya sido en vano, y expresó que no va a claudicar en la exigencia de justicia hasta ver a su hijo de regreso, aunque eso la lleve a marchar una vez más el próximo año.
Al final de la protesta, los gritos de las madres de los desaparecidos hicieron un eco tan grande que –como en la noche de los hechos criminales– hasta las nubes se desahogaron.
LNY/Cimac