Elecciones, poder público y virtudes cívicas
MANUEL IBARRA SANTOS
Ahora que arrancaron las campañas en una carrera desbocada por la conquista del poder, imprescindible resulta hablar de la relación existente entre elecciones, educación ciudadana y virtudes cívicas. De lo contrario, concebir a la política sin una función ética, es observarla como un ejercicio vacío, pragmático y miserable, destinado a destruir y a no construir horizontes para una mejor sociedad.
En una época de colapso, de terror, de incertidumbre y muerte, como la que se vive hoy en día, porque no recuperar el sentido ético de la política – y liberarla de su trivialización-, para darle orientación a la ruta y destino al pueblo de Zacatecas, secuestrado, desde hace tiempo, por la inmoralidad
La pregunta clave de todos los sistemas éticos ha sido una, a través de la historia: ¿Cómo conseguir que la política y la democracia contribuyan a la formación de sociedades e individuos moralmente justos?
En el caso de Zacatecas, en esta fase de coyuntura distinguida por la disputa descarnada por el poder, lo menos que pueden hacer los políticos, en una reflexión honesta y alejada de la conciencia cínica, es cómo y de qué manera trabajar para superar los escenarios de una sociedad sumida en la brutal pobreza, en la violencia y el estancamiento económico.
Las virtudes cívicas, que ponen en el centro de una democracia el mayor bien para el mayor número de ciudadanos, tienen como finalidad la promoción de valores esenciales como el respeto, la justicia, la tolerancia, la prudencia, la legalidad y la responsabilidad social. Pero todas estas sin educación, no pueden alcanzarse.
Democracia, elecciones y educación (con ellos la justicia), son componentes esenciales que deben ir asociados y de la mano en la creación de una mejor sociedad. Y eso implica saltar la trampa de la tentativa frivolización de la política. Sepultar la soberbia es otra de las grandes prioridades.
La discusión de las virtudes morales en la política no es nueva. Ya lo habían hecho con bastante profundidad los filósofos de la Grecia clásica. Aristóteles sentenció que éste no es un tema puramente individual, sino que concierne a la comunidad.
En el ser humano que Platón diseñó en su ideal utópico de la república justa y feliz, no pudo construirse el concepto de una vida buena, sin considerar la existencia de todos los demás, de los integrantes de la comunidad.
Por eso, en Zacatecas el modelo de democracia electoral no puede quedarse estancada en la visión “pobrista” y perversa de que las elecciones sólo deben ser instrumentalizadas para que les vaya bien a unas cuantas familias y el resto se queden en el fango y el pantano de la pobreza.
En el siglo XIX, el francés Alexis de Tocqueville, en su obra De la Democracia en América (1840) afirmó con certeza que democracia que no combate la pobreza y la desigualdad, no lo es para nada y sólo será una caricatura de democracia. Sobre el particular, coincidió décadas antes, el grandioso y monumental filósofo Inmanuel Kant, en el sentido de que la política debe hacer y producir el mayor bien a la sociedad.
En pleno siglo XXI, el sociólogo y académico canadiense Michael Ignatieff (1947) ha postulado en sus obras que la política debiese propiciar el mal menor a la población. Sin embargo, en el caso de México y Zacatecas, los políticos están empeñados en producir los mayores daños que pueden a la sociedad, sin que nadie les ponga un alto.
A días de haber arrancado las campañas políticas para conquistar la gubernatura de Zacatecas, las 58 alcaldías, las diputaciones locales y federales, necesario es plantear el imperativo categórico de dotar a la política de sentido ético y moral. Muchos dirán con cinismo: ¿Eso para qué?
Los candidatos y la moral
En Zacatecas se registraron en estas elecciones, según datos oficiales, 8 mil 500 candidatos que se están disputando con frenesí (y con cierto nivel de desesperación obsesiva), un poco más de 500 puestos de representación popular. En esa lucha desbocada por el poder, prevalecen las zancadillas, las intrigas, los pleitos y las guerras sucias.
En esa vorágine de impetuosa animosidad de los candidatos por el poder, ideal sería que todos tuvieran una actuación, en la que destacaran los valores del respeto, la prudencia y tolerancia. Y porque no, poner en el centro el factor ético de las campañas.
Y una premisa, en ese sentido de la actuación política de los candidatos, sería que promuevan acciones que produzcan las mejores y mayores consecuencias para los ciudadanos, en una posición de evidente y claro civismo.
Y el civismo ciudadano y de los candidatos se estaría reflejando sólo y a través del cumplimiento y respeto a las bases legales, pero también a las normas éticas y morales.
Tiempos de fractura:
Zacatecas vive también una era de fractura y de psicosis por las múltiples pandemias que se padecen. Lo recomendable sería que todos los actores sumaran energías para salir de esta encrucijada. El compromiso ético es fundamental.