Elecciones: ni error ni prueba

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

Cada vez más cerca el 2018. Los remolinos han iniciado. El mundo político está activo frente a una sociedad inconforme, molesta, desanimada, confundida, tocada por la inseguridad, la violencia, la corrupción y la crisis financiera.

Ello significa el fin del sexenio de Enrique Peña Nieto y la ilusión del fin de un segundo mandato violento de la reciente historia mexicana con efectos profundos y, a veces, irreversibles, entre las y los gobernados a quienes se les robó lo poco que quedaba del bienestar y la felicidad.

En 2018 habrá elecciones federales, estatales y municipales para elegir 629 cargos en 13 elecciones federales y dos mil 697 en 30 elecciones locales, todos estos suman tres mil 326 cargos de elección popular.

Con la paridad, en las próximas elecciones significa que habrá mil 663 candidatas e igual número de candidatos por partido o coalición compitiendo por el Senado, diputaciones federales, estatales y la renovación de cabildos.

Hoy a diferencia de las elecciones realizadas en 2015 y 2016, la paridad es conocida, por la mayoría de la población acogida como el reconocimiento de un derecho, pero entre la minoría que tiene buena parte del poder, la paridad es molesta, hace ruido…choca que las mujeres aspiren y peor todavía estén en poder.

Cuando lleguemos al 2018, que electoralmente empieza en septiembre, algo debe haber quedado en la historia: la prueba y errores cometidos en las contiendas anteriores y el ejercicio de la paridad debería ser menos doloroso para las mujeres, porque la participación de las mujeres es un asunto irreversible.

Fueron los procesos electorales anteriores lo que dio nacimiento a la conceptualización primero y después a su tipificación en un número importante de estados, pero no suficientes, de la tipificación de la violencia política, una herramienta que solo en Oaxaca tiene dientes, es decir, podría costarle la cárcel a más de uno que otro político abusivo. Hoy hay varios munícipes acusados de violencia política.

Hay inquietud en algunos sectores de los partidos políticos, algunos se están preparando en serio, otros no tanto. Lo cierto es que hay que remontar muchos detalles que hacen la diferencia. Una de ellas, la prolongación del poder que ejercen algunos políticos a través de sus parejas, hijas, parientas, amigas o colaboradoras cercanas.

Esa ha sido una dolorosa experiencia para las militantes de los partidos que se vieron desplazadas por las parientas de todos los niveles y tuvieron que hacer mutis frente al fenómeno. Esta vez, en el PRI, al menos plantearon los hechos en blanco y negro. Pero si algo cunde es el mal ejemplo y la tentación ya caló a muchos hombres del poder que no quieren ser la excepción. La crítica es, como ya se ha planteado, la falta no solo de militancia sino también de interés de esas mujeres en la política destinadas prácticamente a empollar el puesto. Otra cosa son las que son políticas y tienen maridos, padres, hermanos políticos.

En Oaxaca, como ya lo señalamos hace varios meses, algunos señores del poder “preparan” sus baterías para que sus compañeras de vida se enfilen hacia el poder. Buscan no solo una diputación local, aspiran a la federal y mejor todavía las quieren en la Senaduría. ¿Cuál es el mérito? Quizá que han acompañado a los varones en sus contiendas políticas, lo cierto es que por ninguna circunstancia eso es ni medianamente suficiente frente a cientos de mujeres que han forjado esos partidos políticos.

Y ya para terminar, habría que reflexionar con mucha seriedad sobre el futuro de la Senaduría en Oaxaca. Reitero, desde el año 2000 no ha habido una Senadora por esta entidad. 2018, terminará con esa sequía y quienes están conscientes de ello vigilarán muy de cerca que no sea a través de líneas consanguíneas sin militancia partidista como los políticos varones busquen “cumplir” con la paridad.

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