El voto por todos tan temido
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX
La “Assamblee Nationale” fue la institución fundamental de la Revolución Francesa, que sirvió de tránsito entre los Estados Generales y la Asamblea Nacional Constituyente. Existió entre el 17 de junio y el 9 de julio de 1789. Así, el poder de Dios, el poder de la sangre y el poder del Rey se desvanecieron para ser sustituidos por un nuevo orden de cosas: nació entonces el poder popular.
Los Estados Generales incluían a miembros de los tres estamentos: la nobleza, el clero y el Estado Llano –o Tercer Estado, que no era sino la representación de la burguesía-. El Tercer Estado nunca podía ganar a los dos primeros, pues aquellos votaban conjuntamente. Así, reformas tan importantes como las fiscales, no podían ser concretadas por esta alianza original.
Un mecanismo para democratizar este procedimiento, fue dar al Tercer Estado el doble de representantes y hacer que los votos contaran por persona, y no por Estado. Esos eran los tironeos que se sufrían en aquel remoto año de 1789 en Francia.
El Tercer Estado buscó alternativas propias: comenzó a reunirse por su cuenta y a llamarse a sí mismo: “los communes”. Fue así como se creó la Asamblea Nacional: no de los Estados, sino del pueblo. La autoridad del Rey aun prevalecía, pero la estructura estaba ya dinamitada.
Aparecieron entonces figuras como la de Guillotine, buscando la conformación de una Constitución. 576 diputados firmaron el juramento, y sólo uno lo rehusó.
La Asamblea Nacional se reunió en la iglesia de San Luís. Sin embargo, el Rey buscó dispersar los tres Estados a sus respectivas cámaras: la nobleza y el clero obedecieron, pero los diputados del Tercer Estado permanecieron en sus asientos hasta que Mirabeau expresó: “La fuerza armada rodea la Asamblea. ¿Dónde están pues los enemigos de la nación? ¿Por ventura está un Catilina ante las puertas? Os requiero a que os revistáis de vuestra dignidad, de vuestra autoridad legislativa, que os apoyéis en la santidad de vuestro juramento, que no nos permite separarnos hasta que se haya terminado la Constitución.”
El Rey mandó a su personero, el marqués de Bréze, quien volvió a insistir en que los Comunes abandonaran la sala, siguiendo sus órdenes. Nadie se movió de su lugar. Mirabeau hizo frente al marqués: “¡Sí, señor mío, hemos oído lo que se ha inspirado al Rey! Pero vos que no podéis ser ante los Estados el intérprete de su voluntad; vos, que no tenéis aquí asiento ni derecho a hablar, no tenéis autoridad para recordarnos sus palabras. Pero para ser claro y breve, os digo, que si os han encargado echarnos de aquí, habréis de emplear la fuerza: pues sólo cederemos ante la fuerza de las bayonetas.”
Mirabeau se ganó el respeto de toda la Asamblea, que permaneció en su puesto, en un acto que también significó el derrocamiento del poder real, que pasaba así del Rey a la Asamblea.
Es pues la Revolución Francesa, la que da el cambio trascendente en el sistema electoral universal. Y es a lo largo de los siglos XIX y XX donde se establecen mecanismos de elección que siempre fueron restrictivos y limitativos para la ciudadanía, favoreciendo a las élites. Finalmente se obtuvo el reconocimiento del sufragio universal como garantía básica para los ciudadanos.
Se dio por ejemplo el “Sufragio Censitario”, en el que votaban solamente los hombres que cumplieran una serie de requisitos de nivel de instrucción, de renta y de clase social.
Existió también el “Sufragio Masculino Calificado” en el que podían votar todos los hombres que supieran leer y escribir.
Se dio luego el “Sufragio femenino”, reconociéndose el derecho a voto de las mujeres.
Sin embargo, los años han depurado el voto universal y hoy secreto, hasta permitir inclusive el voto a los extranjeros y el de los jóvenes.
En el caso de los jóvenes, se pide generalmente que tengan 18 años para votar, pero en Irán, por ejemplo, se vota a los 15 años; en Chipre a los 16, como en Cuba y en Ecuador, lo mismo que en Austria. En Indonesia los jóvenes pueden votar a los 17 años. En Jordania, en cambio, el voto se permite a partir de los 19 años cumplidos; en Camerún y Japón al cumplir 20 y en lugares como Costa de Marfil, Kuwait y Sierra Leona a los 21. En Bolivia la edad mínima para votar es a los 18 para las personas casadas y a los 21 para las solteras.
Las personas privadas legalmente de su libertad, pierden sus derechos políticos, incluso el de votar.
En algunos países se impide que militares y policías tengan derecho al voto: es el caso de naciones como Colombia, Ecuador, Honduras, Perú y República Dominicana, donde los militares no votan.
Fue Ecuador el primer país de América en reconocer el sufragio femenino, en 1924. Uruguay lo hizo en 1932, Argentina en 1949 y México hasta 1953.
Hay naciones donde existe diferenciación entre el voto de la mujer, dependiendo de si la elección es nacional, estatal o municipal.
Este próximo domingo 6 de julio, México llega a una elección convulsionada, consecuencia de una anterior elección presidencial también difícil, donde prácticamente dos partidos, el PRD y el PAN empataron la contienda, mandando a un tercer sitio al partido que gobernó México por más de 70 años, el PRI y que hoy, repuesto, parece capaz de lograr ser la primera fuerza –sin alcanzar la mayoría- en la Cámara de Diputados federal.
Zacatecas no está ajeno a esta confrontación nacional: la atomización de los partidos, un gobierno federal dirigido por el PAN, un gobierno estatal conducido por el PRD y un PRI en ascenso, dificultan la contienda. La serenidad de los zacatecanos y la gran responsabilidad del gobierno estatal, evitarán el choque de trenes vaticinado por los filósofos de la nada, aquellos que, acostumbrados a los sueldos oficiales durante muchos años, hoy golpean la estructura de los tres niveles de gobierno buscando sencillamente una posición, pero encubriéndose en la crítica.
La proximidad al poder –cualquiera que este sea- impide la objetividad en el análisis. Por eso, quienes queramos ser objetivos en la opinión, debemos mantenernos lejos de las ubres gubernamentales. Pegar para cobrar es absolutamente inmoral. Cuestionar con dureza y objetividad desde la lejanía de los salarios oficiales, permite también mantener una moral republicana que el pueblo siempre reconoce.
Los zacatecanos estamos cerca ya, del momento de votar. La decisión es compleja, la elección posible no es perfecta por donde se le vea. Pero así es la democracia. Cuando estemos el domingo de elecciones camino a las urnas, pensemos en el largo tránsito que muchos antes que nosotros debieron recorrer, para permitirnos llegar a ese momento de revisar, en conciencia, lo que queremos lograr para nosotros mismos, para nuestros descendientes y para nuestra Patria Chica, Zacatecas.