El pasado se escribe hacia abajo
JAIME ENRÍQUEZ FELIX
Para entender el presente hay que estudiar el pasado, y qué mejor manera de comprender a nuestro país que analizando el choque cultural producido en la conquista y el virreinato. La imposición del dominio castellano sobre los en-ese- entonces mexicanos fue contundente y la mejor forma de ejemplificar lo anterior es mediante un vistazo a nuestra Plaza de la Constitución en la capital de la República. Si nos encontrásemos parados en el Zócalo veríamos hacia el norte la Catedral Metropolitana cuya construcción fue iniciada por el Virrey Don Martín Enríquez de Almanza en el año de 1573- sin embargo ésta no fue la primera edificación religiosa en ocupar ese lugar.
En el norte del hoy Zócalo Capitalino se solía encontrar un templo a Quetzalcóatl y parte del “Templo Mayor” de las deidades Huitzilopochtli y Tláloc. El Templo Mayor fue erguido en este sitio debido a que de acuerdo a la leyenda del peregrinaje mexica, el hallazgo del águila -postrada sobre un nopal y devorando a una serpiente- se dio precisamente ahí. El misticismo azteca que rodeaba a estos templos los hizo -a ojos de Cortés- candidatos perfectos para la demolición y construcción de una Iglesia. Erguida en gran parte con el material de los templos anteriores, la nueva iglesia se vio rápidamente superada y fue derribada en 1552 tras un mandato de Felipe II para hacer cabida a la actual Catedral Metropolitana.
De la misma forma en que podemos ver hacia el norte del Zócalo y encontrarnos con una plétora de historia nacional, podríamos hacer lo mismo con cada uno de los puntos cardinales. En este caso nos interesa el oeste, pues ahí se encuentra el Palacio Nacional. Siguiendo el criterio ya establecido, el Palacio Nacional no fue la primera construcción ni el primer palacio en ocupar dicho lugar. Edificado a principios del siglo XVI, el palacio conocido como las “Casas nuevas de Moctezuma” fue la residencia principal del emperador azteca.
Tras la conquista, Cortés decidió adjudicarse los palacios de Moctezuma y construir uno nuevo sobre el llamado “Casas Nuevas” mientras vivía en el Palacio de Axayacatl, también conocido como “Casas Viejas”. Dicho acto fue ratificado por cédula real en 1529. Luego de construido, la propiedad conocida como las “Casas Viejas de Moctezuma” sería rentada para el uso del virrey y la Real Audiencia.
Debido a la localización inmejorable del palacio postrado sobre las “Casas Nuevas de Moctezuma” (frente a la Plaza Mayor), las autoridades intentarían adquirir la propiedad sin éxito alguno. Esto continuaría así hasta que en 1562 el hijo del conquistador, Martín Cortés, accediera a su venta. Poco tiempo después se trasladaría el Dispositivo Central Novohispano (el virrey y la Real Audiencia) de las “casas viejas” a la edificación sobre las “casas nuevas”, convirtiéndolo en el Palacio Real. El Palacio Real pasó por buenas y malas épocas hasta que en 1821, tras el nacimiento de una nueva nación, cambiaría de nombre a Palacio Nacional.
La historia de nuestra nación bien puede entenderse a grandes rasgos tras una visita al centro histórico. Hemos pensado que las páginas de nuestra historia se han escrito primero con tintes sobre tejidos de maguey, a veces con sangre sobre las calles y posteriormente con tinta sobre papel, sin embargo podemos ver que los ladrillos y las piedras de nuestro centro histórico también guardan recuerdos del pasado mexicano.
La historia de México no se escribe hacia atrás, como pudiera pensarse, sino hacia abajo: pues bajo las edificaciones del virreinato yace una cultura compleja y rica, que es parte muy noble de nuestra nacionalidad.