El pacto de La Moncloa
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX *
La Revolución Mexicana es la primera guerra patria del siglo pasado donde, se estima, murió un millón de los habitantes del país. Lucha de hermanos contra hermanos. Si bien fue convocada extrañamente un 20 de noviembre a las 6 de la tarde, como si se tratara de una kermés o de una primera comunión, la ingenuidad democrática del convocante y después mártir, Francisco I. Madero, catapultó condiciones no sorpresivas, sino meramente consecuencia de una tiranía contra la que un pueblo harto, se levantó en armas.
Se sucedieron luego grandes batallas: las tomas de Torreón, Chihuahua, Zacatecas, y así corrió sangre por la patria. Los triunfadores de la Revolución se transformarían después en los priístas, que institucionalizaron una guerra. El PRI no llegó al poder por la vía electoral: lo hizo por las armas.
Vino después otra sacudida, pues aún no estábamos llenos de muertos, o nos habíamos acostumbrado a matar: llegó la Guerra Cristera, con más años de lucha frontal y de guerra de guerrillas, con lo que nos quitaron un tercio del Siglo XX, en que no hubo desarrollo, tampoco trabajo, y se careció de lo más importante: la paz. Acuerdos débiles entre la Iglesia y el Gobierno continuaron con la muerte de los pocos caudillos que quedaban, y la imposición de una tranquilidad simulada.
España se convulsiona entre republicanos y aprendices de fascistas. Los seguidores de Hitler y Franco terminan por matar cruelmente a mujeres y niños, en tanto que una gran población huía a través de las montañas sobre todo hacia Francia, done no fueron bien recibidos. Se les hacinó en lo que fueron campos de concentración, prácticamente, como un preludio de lo que sería la Segunda Guerra Mundial. Algunos huyeron a la URSS, muchos a México, y tardaron años en reconstruir el país original.
A la muerte de Franco, con el rey Juan Carlos heredero del trono, convocó al llamado Pacto de la Moncloa, que es uno de los ejemplos más importantes de la concertación en los últimos siglos de la humanidad. Líderes comunistas, socialistas, la corona, los empresarios, sumados todos, decidieron el rumbo del progreso y de la paz, y ya no más el de la muerte.
Tumbas como el Valle de los Caídos, construida con el sudor y la sangre de los derrotados, van quedando en el olvido de la historia, para buscar, en cambio, lla reconstrucción y la reconciliación nacional. España vive nuevos tiempos que le permiten avanzar con las discordias almacenadas pero no explícitas. Se incorpora a la Comunidad Económica Europea, para llegar a ser uno de los países más pujantes, ejemplo para toda la región por su trabajo pujante, su espíritu unitario y su esfuerzo. Este es quizá nuestro modelo más próximo acerca de cómo reconciliar a un país.
Por ello, el pasado 25 de noviembre, 24 estados de la República, organizaron su asamblea para conformar un proyecto que pueda convertirse en instrumento para que los mexicanos asciendan al poder a través de una verdadera vía electoral.
Aquí y ahora habrá una organización donde todos serán pares, donde el voto no habrá de corporativizarse, donde se abandonarán nepotismo, corrupción y manejos indebidos. Es este un sueño que habrá de cumplirse en los hechos, como un sueño similar fue alguna vez el PRD en sus orígenes, que mantuvo consistencia en los primeros tiempos.
Ahora el PRD es un proyecto podrido: el pueblo deberá buscar otra alternativa. Los partidos no son colegios de monjas. Los exámenes de admisión son de difícil aplicación, pero con un esfuerzo colectivo es factible crear una alternativa real de poder para transformar a nuestra patria.
* Político y académico