El mito al regreso del PRI
GILDA MONTAÑO
En 2012, en la campaña presidencial, el candidato priista, Enrique Peña Nieto, plantea un mito que tiene dos partes; una que se puede decir y la otra a la que no se puede hacer referencia pública, pero se da por hecho. Se expresa en una idea sintética y clara que sostiene: los priistas somos corruptos, como todos los otros políticos, pero eficaces y sabemos hacer las cosas.
El mito de la eficacia pretendía recoger la acción del PRI en los primeros 80 años en el gobierno, pero que también asumía los altos niveles de corrupción de los funcionarios emanados de este partido. La sociedad lo compró. El candidato Peña y el PRI, después de 12 años fuera de la presidencia, vuelve a Los Pinos.
La supuesta eficacia priista se hace evidente al inicio del gobierno. El presidente Peña (2012-2018), a través de sus operadores, convence a la oposición de votar una serie de cambios constitucionales, para realizar las llamadas reformas estructurales. En buena parte de la sociedad, en los sectores políticos, en los medios nacionales e internacionales se posiciona la idea de que el gobierno había manifestado una gran eficacia política. El mito se hacía realidad.
El gobierno centra toda su comunicación en publicitar su eficacia al lograr la aprobación de las reformas. El mito en un primer momento funciona, pero muy pronto deja de operar. En el mediano plazo, las reformas van a tener un gran efecto en la economía del país, pero al corto plazo no ofrecen nada a la población. Un ejemplo es la reforma energética cuyos efectos se verán en diez años.
Conclusión. La Revolución Mexicana (1910-1920) crea un poderoso mito que funda, da sentido y explica la acción desarrollada por los distintos gobiernos que siguieron al fin de la lucha armada. Ese mito, con variantes, le funcionó al PRI, por 80 años. El mito se desgasta y cuando el PRI no pudo ofrecer nada que convenza al electorado, están dadas las condiciones, para que surja un candidato de la oposición con fuerza suficiente para derrotarlo en las elecciones del 2000.
El presidente y el gobierno de la alternancia no fueron capaces de elaborar un mito convocante a pesar de que estaban dadas las condiciones, para que sucediera. Nunca se ubicó la importancia que tenía su construcción. En buena medida la incomprensión y crítica al gobierno de la alternancia tienen relación con la falta de un mito fundador que diera sentido y explicara el carácter del período y el propósito del mandato.
Quien siguió al presidente de la alternancia, también del PAN, intentó construir el mito convocante a partir de entablar una guerra frontal en contra del narcotráfico. Este mito en un primer momento funcionó, pero la sociedad al ver los costos dejó de ser convocada por esa idea. El PAN pierde la elección y el PRI vuelve a Los Pinos.
En 2012, el regreso del PRI a la presidencia de la República, lo hace acompañado de un mito que resulta atractivo para la ciudadanía; los priistas “…somos corruptos, como los otros políticos, pero más eficaces para gobernar, la historia lo demuestra”. La sociedad acepta el planteamiento y se identifica con él. En el primer año de gobierno funciona, pero muy pronto deja de convocar.
Habría que ver qué es lo que piensa ahora Rubén Aguilar Valenzuela, comunicador político, después de estos seis años, al analizar el comportamiento, no solo mediático, sino político, económico, social y cultural que ha tenido Andrés Manuel López Obrador en México. Muy amado por muchos, muy odiado por otros, se erige en un hombre, que está envuelto en algodones, por lo que es muy difícil que le permitan ver qué es lo que está pasando alrededor suyo. La historia lo juzgará.