El México que es
GABRIEL CONTRERAS VELÁZQUEZ
El debate sobre la liberalización de los precios de la gasolina en México es el debate sobre la capacidad del Estado para priorizar el dinamismo de los mercados estratégicos para el futuro de la nación. Es el caso de la paraestatal Petróleos Mexicanos (PEMEX), donde la visión de futuro se consumó en el cortoplacismo de una industria subvalorada, con mínima inversión pública para su mantenimiento y desarrollo, hoy incapaz de mantenerse a la altura de la competencia que implica la desintegración del principal monopolio económico nacional.
En un país donde el poder adquisitivo de la clase media y baja no encuentra correlación real con el incremento a las tarifas públicas de agua, luz y combustible, la apertura de las tarifas a los precios del mercado internacional –dependiente de una variedad compleja de factores en una economía global- representará en no menos tiempo, sin duda alguna, el fracaso de los gobiernos mexicanos para afianzar los ingresos de la población.
El aparato gubernamental -ahora convertido en un aparato burocrático caro y poco eficiente- ha crecido en las últimas dos décadas con la idea de que, como economía tercermundista, México debía ser el receptáculo de empresas extranjeras (maquiladoras, ensambladoras, y de servicios) para el sostenimiento de la tasa de ocupación y empleo. No importa que los sueldos y las condiciones laborales se paupericen, al momento de registrar en el Instituto Mexicano del Seguro Social nuevas plazas laborales (muchas de ellas eventuales) el gobierno mantiene como suya la bandera del “desarrollo nacional”.
Es sólo cuando la realidad global nos ha alcanzado que entendemos que el papel de nuestro país como economía sin un mercado interno que sostenga a las clases medias y bajas, no tiene mayores oportunidades de futuro que la subordinación a la inversión extranjera. Flujo de ingresos que, por cierto, no ofrece sustento al “desarrollo nacional” en el momento en que algunas democracias que parecieran vivir un proceso de mayor consolidación son puestas a prueba por el renacimiento de los nacionalismos conservadores (Estados Unidos y el Reino Unido).
Tanto el gobierno federal como los gobiernos estatales han permanecido en la búsqueda urgente de las inversiones extranjeras que detonen, sexenalmente, la cifra de empleo. Empresas norteamericanas, unas cuantas europeas, y recientemente el “boom” de la industria asiática en nuestro país, suplen la creación y fortalecimiento de nuevo capital mexicano, y es en ese terreno donde el precio de la gasolina se “deslizará” en las billeteras mexicanas.
El caso paradigmático lo hemos vivido hace algunos días con la determinación de la compañía transnacional “Ford” de cancelar más de 1,600 billones de pesos destinados a la expansión de su planta de montaje de vehículos en el estado vecino de San Luis Potosí. El presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, ha dado un ultimátum a dicha empresa (a la par que lo hacía con General Motors) a que destine el crecimiento de su planta productiva a mano de obra norteamericana, o de lo contrario sufrir cargas impositivas por la venta de automóviles no ensamblados en su país.
Trump ha pasado de la retórica electoral a las decisiones para el fortalecimiento de la clase media norteamericana. Una visión de crecimiento interno a partir del proteccionismo de Estado (que es para lo que sirve el aparato gubernamental de acuerdo a los grandes empresarios) y que tiene como objetivo el robustecimiento y ascenso de nuevos dueños de capital -al menos durante los cuatro años de gobierno del multimillonario. Los empresarios no pierden: cierran sus puertas para consolidar sus finanzas, y en una nueva apertura (digamos que Trump sólo logra un periodo de estancia en la Casa Blanca) salir a competir en inmejorables condiciones al mercado global.
El paradigma no es del todo ajeno a Zacatecas. Recordemos la clase empresarial que forjó Ricardo Monreal durante su sexenio, y los beneficios políticos que representó tender puentes económicos en manos de sus colaboradores (luego inversionistas). El capital amasado en el Grupo Plata es muestra de la misma concatenación político-económica que hoy se vive en el paraje internacional: políticos jugando (de forma amateur) a las finanzas, y empresarios jugando a gobernar naciones enteras.
Sin embargo, es ese el contexto global en donde la democracia echa raíces vinculantes con la globalización. Gobiernos que además de no “ser garantía” de gobernabilidad, exigen mayores insumos financieros para echar a andar a las instituciones del Estado Mexicano.
Aflige también la realidad de los medios de comunicación preocupados por el detalle morboso, antes que el periodismo. El cuestionamiento a las fotos íntimas de la pareja gubernamental Tello-Díaz habla de la capacidad mínima de buscar las historias que descubran las percepciones públicas ocultas por los intereses políticos. Aunque claro, el silencio del contador Tello parece abonar a la limitación con que los medios atestiguan la realidad.
¿Y Miguel Alonso? Impune.
Twitter: @GabrielConV