El legado de Benito Juárez
PEDRO JASSO CARRILLO
En lo personal tengo muy presente al prócer Benito Juárez. Desde que tengo memoria existe el nombre de este personaje; se menciona o se observa en instituciones públicas, en las colonias y centro de las ciudades, en muchos monumentos, en libros, en discursos, en programas de radio o televisión, en películas, en relatos y en pláticas familiares. Por ello es de suma importancia que se comenten algunos aspectos de su vida.
Si Benito Juárez tan sólo hubiera llegado a la primera magistratura del país, como lo es la Suprema Corte de Justicia de la Nación, merecería todo nuestro reconocimiento por haber logrado superar los obstáculos que por su condición indígena le imponía una sociedad mexicana, conservadora y racista como lo era la de su tiempo.
Oriundo de un pequeño pueblo denominado San Pablo Guelatao, enclavado en la Sierra de Ixtlán del estado de Oaxaca, Juárez no fue en México sólo un presidente más: fue quien logro la consolidación de un Estado Nacional, laico y republicano, fue quien encabezó el Gobierno Constitucional en el tiempo eje de su historia, durante la guerra civil más cruel que vivió el país después de su independencia, en la intervención extranjera más prolongada que ha padecido.
Con la llegada al poder de este personaje, que sin duda alguna debemos comentar, fue el que sentó las bases para que algunos poderes fácticos fueran en detrimento con sus tan famosas e importantes reformas. Cabe resaltar que fue un opositor muy fuerte del caudillo militar de Antonio López de Santa Anna. Consideró indispensable legislar en los siguientes rubros: separación entre Estado e Iglesia, supresión de las corporaciones, nacionalización de los bienes del clero regular y secular, y supresión de la coacción civil para el pago de obvenciones parroquiales. En sus estudios jurídicos destacan su propuesta acerca de: un nuevo régimen de propiedad, la división de poderes, las elecciones directas y la Ley sobre Administración de Justicia.
El paso a la secularización, a la nacionalización de los bienes del clero lo había dado el moderado Comonfort cuando el obispo de Puebla, Pelagio Antonio Labastida y Dávalos, financió el levantamiento armado de Antonio Haro y Tamariz en contra del gobierno federal, por la promulgación de la Ley Juárez, también se establecería la educación laica, sin la cual todas las medidas anteriores hubieran sido insuficientes para secularizar a la sociedad, con las leyes mencionadas y la creación del registro civil el Estado asumía las funciones que antes había ejercido la iglesia.
El gobierno de Juárez promulgó las cuatro leyes y los cuatro decretos que conocemos con el nombre de Leyes de Reforma, en congruencia con esta legislación, Juárez retiró la legación acreditada ante la Santa Sede prohibiendo la realización de ceremonias fuera de las iglesias y templos, también decretó los días que debían tenerse como festivos: los domingos, el año nuevo, el 16 de septiembre y se incluyeron festividades religiosas como: jueves y viernes de la semana mayor, el jueves de Corpus, el 1 y 2 de noviembre y el 12 y 24 de diciembre.
Juárez destacó de entre la generación más brillante que ha tenido México en su historia y encabezó la revolución cultural más trascendente. La revolución de las reformas no sólo acabó con las estructuras corporativas del viejo régimen colonial que dio surgimiento a una sociedad civil, sino que superó la cultura de la intolerancia religiosa para establecer la libertad de creencias, con un Estado Laico, se acabó con la existencia de un Estado dentro de otro del Estado estamental, corporativo y confesional. Grande es el legado del estadista oaxaqueño, lo aquilatamos en toda su dimensión al constatar el acecho de las fuerzas regresivas, incluso en el tiempo presente.
Esperemos ver en el 2018, políticos con las aptitudes de Juárez, para tener otro contexto en México.
“Entre los individuos como
entre las naciones, el respeto al
derecho ajeno es la paz”
Benito Juárez