El imperio de nuestro petróleo

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

AAA y 4 Diamantes, son los premios que recibe cada año y que lo colocan en un primerísimo lugar de la escena mundial de la hotelería. El Fairmont no es un hotel nuevo, aunque luce impecable y equipado con los servicios de última generación.  Abrió sus puertas en 1969, destinado a servir a los magnates del petróleo asentados en este imperio. Dos torres unidas por un lobby y salones de baile en un espacio monumental, cambiaron con su altura y solidez el horizonte de la ciudad de Dallas, para siempre.

El distrito de las Artes de la ciudad, pronto quedó integrado en las calles que lo circundan. Numerosos edificios de las empresas de consultoría, de banca y las petroleras, están a la distancia de una caminata a buen paso, en una ciudad extensa y boyante a la que las depresiones mundiales apenas hacen cosquillas. El mismo American Airlines Center, casa de los Vaqueros de Dallas y de los Dallas Mavericks de basquetbol, se ubica a unas cuadras del hotel, que ha sido sede también, de algunos de los más glamorosos eventos “de caridad” que se recuerden.

El hotel ha alojado a celebridades de los más diversos ámbitos a lo largo de los años: el príncipe Felipe se ha hospedado allí, lo mismo que la bellísima actriz italiana Sofía Loren, la “Dama de Hierro” Margaret Thatcher, el vicepresidente Spiro Agnew, aquel hijo de griegos que hubiera alcanzado la cúspide presidencial, de no haber quedado involucrado en el escándalo Watergate con recursos que muchos achacan a los potentados petroleros de la afamada ciudad texana.

Desde luego fue el hotel oficial de los presidentes americanos: Johnson, Ford, Carter y los dos presidentes Bush lo hicieron su casa en Texas durante sus diversas visitas a la ciudad de Dallas.

Marlene Dietrich convirtió en su residencia durante un buen tiempo. Una mujer que no dejaba de expresar siempre su opinión: los camaristas más antiguos recuerdan aún la nota personal que enviara al área de Servicio a Cuartos que, queriendo agradarla había añadido a su desayuno un precioso florero con rosas rojas.  Lo devolvió de inmediato con una nota que escribió de puño y letra: “Detesto las rosas rojas, y no aceptaré jamás algo que no sean rosas blancas”.

El hotel es tan majestuoso, que Oliver Stone lo usó en 1991 para rodar las escenas más suntuosas de su filme de investigación sobre el asesinato de John F Kennedy, ocurrido a pocas cuadras de este lugar.

Entre 1969 y 1988, su salón principal, el Venetian, fue sede de los espectáculos de Ella Fitzgerald  (quien al firmar su contrato con el hotel exigió expresamente que se especificara que no sería nunca interrumpida durante el horario de sus telenovelas favoritas), Ginger Rogers, Tony Bennett, Jerry Lewis, Sony y Cher, las Supremes, las Pointer Sisters, Tina Turner, Kenny Rogers, Johnny Mathis y una lista que sería excesivo nombrar aquí.

El poder del dinero es evidente.  Los perfumes de la gente que se acerca a su bar a tomar una copa y cerrar un negocio, las damas cenando con las joyas más lujosas en su restaurante principal, los autos de lujo con los choferes esperando en la puerta… todo da una idea de los recursos petroleros que se han invertido en Dallas, una ciudad estratégicamente situada, en medio de pastizales que podrían ser meros campos aún, pero cerca relativamente de Houston y Nueva Orleans, como puertos de salida de muchas mercancías y de ganado que se exportaba en pie a Europa, principalmente.

El poder que han acumulado no lo van a perder.  Siguen con la mira puesta en el petróleo de aguas profundas en el Golfo de México, ese que debiera ser para los mexicanos.

Husmeando en el imperio del petróleo, que tantas miserias en el mundo ha generado a sus verdaderos dueños, he recordado que a México, para invitarlo solemnemente a participar en la Segunda Guerra Mundial, le bombardearon un petrolero.  Uno de los dos presidentes más importantes de toda la historia de México, Lázaro Cárdenas, tuvo que expropiar los mantos de oro negro retando a los imperios para lograr la propiedad de ese recurso, a pesar de las tecnologías adversas de la época, para poder regular la producción.

Los ingenieros politécnicos fundamentalmente, y de otras instituciones educativas aceptaron el reto y pudieron enfrentar la convulsión técnica y financiera.  Lázaro Cárdenas recuperó el petróleo para los mexicanos.

Hoy, los mexicanos reiniciamos otra revuelta para proteger lo que es nuestro. El tesoro más profundo y más fundamental para la energía de los pueblos. En las fauces de los monopolios tenemos que investigar sus instintos y sus estrategias. Si el petróleo es de los mexicanos, que nos consulten a todos, y todos tenemos el deber de defenderlo.

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