El imperio chino de la familia Qin
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX
Ó ¿cómo crear un imperio en tres lustros? Así podría titularse también esta colaboración, que resulta impactante y aleccionadora en los tiempos de debacle que a todos mortifican, estos tiempos de caída de los precios del petróleo.
En el 221 AC, el rey de Qin se autoproclamó Qin Shi Huangdi, o primer emperador de la dinastía Qin (que se pronuncia “chin””). El nombre China deriva de esta dinastía.
La unificación de China en el 221 a. C. bajo el primer emperador Qin Shi Huang, este nombre podría traducirse como «El augusto emperador fundador de los Qin» marcó los comienzos de la China imperial, periodo que duró (con ciertas interrupciones) hasta la caída de la dinastía Qing en 1912. La dinastía Qin dejó el legado de un centralizado y burocrático estado que sería continuado en dinastías sucesivas.
Con la ayuda de un ministro legalista, Li Si, el emperador unificó el mosaico de estados feudales en un imperio administrativamente centralizado y culturalmente unificado. Se abolieron las aristocracias hereditarias y sus territorios se dividieron en provincias gobernadas por burócratas nombrados por el emperador.
La capital de Qin, cerca de la actual ciudad de Xi’an, se convirtió en la primera sede de la China imperial. Se adoptó un sistema de escritura y su uso se hizo obligatorio en todo el Imperio. Para promocionar el comercio interno y la integración económica, los Qin unificaron los pesos y medidas, la acuñación de moneda y las medidas de las hachas. Se adoptó la propiedad privada de la tierra y se aplicaron leyes e impuestos con igualdad.
La búsqueda de la uniformidad cultural llevó a los Qin a ilegalizar muchas escuelas filosóficas que habían florecido a finales del último periodo Zhou. Sólo se dio la aprobación oficial a los legalistas y en el 213 AC se quemaron los libros de todas las otras escuelas, a excepción de los ejemplares que se guardaban en la biblioteca imperial Qin.
El primer emperador también intentó extender las fronteras exteriores de China. En el sur sus ejércitos marcharon hacia el delta del río Rojo, lo que en la actualidad es Vietnam. En el suroeste su dominio se extendió para englobar la mayor parte de las actuales provincias de Yunnan, Guizhou y Sichuan. En el noroeste sus conquistas alcanzaron Lanzhou, en la actual provincia de Gansu y el noreste, un sector de lo que hoy es Corea, reconoció la superioridad de los Qin. El centro de la civilización china, sin embargo, permaneció en el valle del Huang He. Aparte de la unificación y expansión del Imperio, el logro más conocido de la dinastía Qin fue la terminación de la Gran Muralla china.
El costo económico y humano de las conquistas extranjeras de los Qin y la construcción de la Gran Muralla y otras obras públicas fue enorme. El peso siempre creciente de los impuestos, el servicio militar y los trabajos forzados crearon un hondo resentimiento contra la dinastía Qin entre las clases populares del Imperio. Además, las clases intelectuales estaban ofendidas por la política gubernamental de control del pensamiento, en especial la quema de libros.
El sucesor de Qin Shi Huangdi cayó bajo la influencia de un astuto eunuco de palacio. Siguió una lucha por el poder, mutilando la administración central y el pueblo indignado se levantó en una rebelión. El riguroso régimen Qin (pronunciado Chin) pensaba que sus reglas estrictas en cuanto a la vida en China permitirían que la dinastía perdurara por generaciones. Pero ese no fue el caso. En 209 AC, justo un año después de la muerte del emperador, un ejército de campesinos, encolerizado por las décadas de opresión, se rebeló. Los oficiales provinciales, sabiendo que serían ejecutados por el simple hecho de informar de la rebelión, se quedaron callados. Cuando el gobierno central finalmente supo del levantamiento, era demasiado tarde. Al final, la breve dinastía de Qin Shi Huang cayó víctima del miedo y la desconfianza producida por sus propios excesos.
Tal vez desde entonces, muy al principio de sus tiempos, los chinos demostraron su enorme capacidad creativa, su talento genial y su férreo control sobre las reglas que los mismos gobernantes imponían a los gobernados.
No todo es posible ni noble para ser emulado de los antiguos gobiernos chinos, pero sí es posible comparar lo que puede hacerse en pocos años con la determinación y la firmeza de quienes están ciertos de su propio valor y tenacidad.
No dejamos de reconocer en los chinos su filosofía fundamental, liderada por Confucio, sus inventos geniales, como la pólvora, la tinta y el papel, y la magnificencia mostrada en la última olimpiada donde la perfección, el desarrollo de sus cuerpos y la tecnología deportiva dieron muestra al mundo de un éxito que no es consecuencia de la improvisación, sino de su historia gloriosa y larga.
Hoy la popular serie de televisión de la cadena Netflix, nos ha hecho volver a contemplar la grandeza de esas tierras áridas y lejanas. De Marco Polo es la historia, pero refleja la tenacidad de un pueblo que ha luchado siempre, teniendo a la grandeza por destino.