El fortalecimiento de la Sociedad Civil para el triunfo de la izquierda
JOSÉ NARRO CÉSPEDES
Hoy día, el PRD no puede por más de poner a la orden del día la vieja cuestión de la organización política de las clases trabajadoras, que durante mucho tiempo ha sido la principal preocupación de la izquierda mexicana, pero que todavía se sigue debatiendo en términos puramente abstractos.
Se tiene que seguir luchando por una alianza popular, no como conquista abstracta o formal, sino como base de un sistema de verdadera participación popular en las cuestiones políticas, sociales y económicas del país, de un sistema en que se acreciente y sea real el peso de las organizaciones sociales y organizaciones de la política electoral, en el convencimiento profundo que en adelante cualquier avance auténticamente popular, sólo podrá ser resuelto de abajo hacia arriba, como producto de la lucha del pueblo y no como graciosa concesión de nadie.
Para re-construir el PRD no bastará con que los ciudadanos individualmente opten por un partido de izquierda; hasta ahora esto no ha sido suficiente, sencillamente porque en México no son los individuos, así sean la mayoría de la ciudadanía, sino las organizaciones lo que de verdad cuenta al hacer política.
La Lucha política en México es una lucha de masas organizadas. Aquí nunca ha habido política que haya sido, a la vez, de ciudadanos y de masas. Ese es un lujo que sólo las grandes democracias capitalistas se han podido dar.
En México, más bien, existen organizaciones de masas, de carácter clasista o estamental, dominadas o, mejor, coordinadas por un partido. Una izquierda, en estas condiciones, que quiera jugar a la política de ciudadanos, donde ésta no es de masas, es por lo menos una izquierda suicida.
Hacer aquí política de masas sólo puede significar hacer política de organizaciones civiles, o mejor aún, de organizaciones de clase, en el campo y en la ciudad.
Los pronunciamientos ciudadanos, como son los mítines o las manifestaciones, tienen muy escaso valor, a menos que sean expresión de las organizaciones mismas.
A la izquierda le ha quedado sólo ese recurso y debe seguir utilizándolo; pero es poca cosa. Su lucha debe estar enderezada, esencialmente, a conquistar las organizaciones de clase, hoy en poder de sus enemigos.
Si la izquierda no entiende esto, aun en la era de la reforma política, estará condenada a vegetar indefectiblemente en el grupusculismo y el sectarismo más vulgares.
Cómo desarrollar un plan de acción que conquiste, no a los ciudadanos, individualmente considerados, cosa siempre posible, en mayor o en menor medida, sino a la organización civil misma, es el gran reto que desde hace tiempo la historia ha planteado a la izquierda, y no hay pruebas de que ésta haya entendido adecuadamente el papel, podríamos decir, crucial que la organización civil juega en la política mexicana.
En los marcos de la burocracia política, la izquierda puede conquistar uno o dos escaños, lo que de ninguna manera podrá menospreciarse; pero el verdadero objetivo de su lucha, una larga marcha, no son las bancas parlamentarias, sino las organizaciones civiles, gremiales, sindicatos, y de género porque sólo con éstos se hace política y de ello depende, como es obvio, el futuro de la misma izquierda.
Ningún partido es capaz de poner en crisis el sistema político dominante como lo es, en cambio la sociedad civil organizada.
Tal vez lo que siempre ha sobrado a la izquierda mexicana son programas ideológicos. Lo que, en cambio, le ha hecho falta es una verdadera estrategia que le despeje el camino en el campo de la acción política, y más específicamente en el campo de la lucha social.
No hay futuro para la izquierda fuera de las organizaciones civiles. En realidad no lo hay para ningún sector social, partido o individuo que quiera dedicar sus esfuerzos a la política y a la transformación de nuestro país.
Pero es evidente que a ninguna fuerza con cierta presencia en la política mexicana habrá de beneficiar, como a la izquierda, la lucha de los mexicanos.
Toda otra cuestión (la del partido, por ejemplo) habrá de resolverse hasta que el país cuente con una sociedad civil independiente. Probablemente entonces se verá, y en ese caso la izquierda lo hará en primer término, que ninguna experiencia histórica mundial vale totalmente para México y que aquí estamos obligados a inventar nuestro propio camino; o tal vez sea entonces cuando las grandes empresas de la sociedad organizada en otros países comiencen, en realidad, a tener sentido para México.
En todo caso, tratar de resolver hoy lo que debe ser el partido es enteramente inútil cuando se descuida lo que es esencial: el fortalecimiento de la sociedad civil.