El exterminio
ARGENTINA CASANOVA
Detrás de los asesinatos de jóvenes mujeres trans hay un discurso de odio que se enmascara y justifica a sí mismo, enfermo de rechazo a la otredad, a la diferencia, a lo transgresor y por supuesto a la feminidad. El feminicidio no sólo contra el cuerpo biológicamente identificado como mujer, sino contra la construcción llamada “mujer”.
Dentro de la lógica hegemónica heteropatriarcal, la homosexualidad ha tenido distintas formas de ser, desde ser vista como una forma más –e inherente- a la masculinidad, hasta una práctica o ritual de las masculinidades en distintas épocas, con actos y formas ligadas al poder, pero la transexualidad o la feminización del cuerpo masculino es en cambio rechazada y condenada en la cultura occidental.
En el último mes, en la Ciudad de México fueron asesinadas 3 personas de identidad trans, y otras en Chiapas. Apenas hace unos meses se registró una balacera en un bar identificado como “gay” el bar Madame, en Jalapa, Veracruz, donde hubo varios muertos. Antes, se había perpetrado un ataque similar en Miami, Florida.
No es casual que de la mano de estos eventos, surja una corriente crítica que se opone a reconocer plenamente el derecho de todas las personas al matrimonio igualitario y que sale a las calles a exigir, amparada en sus odios y racismos, el retroceso a los derechos de las lesbianas, homosexuales, mujeres y hombres trans.
No es casual el incremento de la violencia contra la población de mujeres trans en las calles de la Ciudad de México, como tampoco lo es que se manden mensajes violentos incitando a ejercer violencia en su contra.
Nada es casual, es parte de lo que caracteriza al sistema heteropatriarcal que actúa como en un concierto perfectamente planeado y dirigido.
Lo que hay es un odio y una intención de exterminio a la otredad, otro que no es el hegemónico ni el “fuerte”. No se trata del ataque a un “imperio gay”, sino el odio contra la diferencia y la transgresión.
No están para nada alejados los relatos que hemos visto en películas y novelas en las que las hegemonías predominantes empiezan por eliminar a las disidencias políticas y terminan por considerar a “descartables” y no, a personas discapacitadas, homosexuales, poblaciones negras, grupos indígenas, mujeres -como objeto y propiedad a las que se usa y se desecha- y a las personas pobres.
Hace años la sociedad ha venido construyendo un discurso de limpieza racial, de hegemonías políticas y geográficas, de zonas “en vías de desarrollo”, de blanquitud y riqueza; donde las personas valen según lo que posean, los ceros en sus salarios y la posición política. Abajo están las poblaciones consideradas como los “sótanos” de la sociedad, que son quienes desaparecen, a quienes se abusa y explota.
En los países marginados y con conflictos sociales como los que vive México, las fantasías apocalípticas de “purgas sociales” se viven todos los días en una lucha por la sobrevivencia para no ser un cuerpo explotable, descartable, para no ser vista por ese sistema que procesa y elimina.
Sí, tenemos un problema grave que se evidencia en la indiferencia de la sociedad misma hacia los asesinatos de mujeres trans, personas que han sido arrojadas de sus espacios familiares, historias de hijas e hijos abandonados y olvidadas por su propio círculo familiar, porque no eran lo que se esperaba de ellos.
Condenadas al ostracismo de vivir en los márgenes, en la periferia social, ahí donde todo te puede ocurrir, el lugar que habitamos las mujeres y donde nos acompañan las mujeres trans que han elegido vivir sus vidas en esa construcción social llamada mujer, y asumir con ello todos los riesgos y amenazas que se ciernen sobre nuestras feminidades: el ser consideradas descartables, y en consecuencia, que cualquiera puede disponer de nuestras vidas y eliminarnos porque nadie se preguntará, ni será prioridad en la agenda nacional.
No ocupará las primeras planas, no será motivo de mensaje de la presidencia, no se bloqueará la economía ni se exigirá desde el exterior que México ponga fin al feminicidio de mujeres y mujeres trans, y de todos esos crímenes de odio contra las poblaciones feminizadas por la subyugación y el ejercicio del control y el poder opresor.
Sólo nosotras saldremos un día, o dos, a gritar y a exigir que no nos sigan asesinando; gritamos, porque es lo único que tenemos y que podemos hacer desde nuestras realidades y contextos.
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.