El Dedo en la Llaga | Cuando el aplauso digital se vuelve prioridad: gracias por el post Mr. Trump

RAFAEL CANDELAS SALINAS

Con frecuencia se nos ha insistido en que hagamos conciencia en niños y adolescentes de que no todo en la vida depende de un “like”, que su autoestima no debería fluctuar con cada reacción o mención en redes sociales. Que el mundo real está allá afuera, más allá de las pantallas. Se han dedicado planas, libros, conferencias, cursos y pláticas en las escuelas y hasta películas en las que se aborda el tema, sin embargo, parece que esa lección no ha sido aprendida ni por los adultos, ni por quienes gobiernan.

Esta semana, el gobierno de México celebró con gran entusiasmo que Donald Trump compartiera un spot contra el consumo de drogas —fentanilo, específicamente— que originalmente fue creado por la administración mexicana. La publicación no fue en X (antes Twitter), donde Trump tiene más de 103 millones de seguidores, fue en “Truth Social”, su propia red social, donde cuenta con 8.6 millones de seguidores, apenas el 8.6% en comparación con sus seguidores en X. Aun así, la respuesta del gobierno fue desbordante, Claudia Sheinbaum -como adolescente a la que su crush le da un like- le dedicó varios minutos en la mañanera, hubo declaraciones oficiales, publicaciones de funcionarios y una evidente emoción compartida por el oficialismo.

Sin embargo, lo que llama la atención no es en sí la publicación de Trump —un empresario que domina como pocos la lógica del espectáculo digital—, sino la reacción del gobierno mexicano. Una reacción desproporcionada si consideramos que, en términos de impacto real, “Truth Social” tiene un alcance limitado: apenas 6.3 millones de usuarios activos en todo el mundo, frente a los 335 millones de X. En México, Truth ni siquiera figura entre las principales plataformas, mientras que X alcanza a 18 millones de usuarios activos.

Y si de impacto digital hablamos, hay que decirlo, personajes mexicanos como Eugenio Derbez con 11.4 millones de seguidores en Twitter, Belinda con 6.7 millones, Guillermo del Toro con 2.3 millones, comunicadores como Joaquín López Dóriga con 8.4 millones, Ciro Gómez Leyva con 2.1 millones o incluso “influencers” como Luisito Comunica con 8.7 millones de seguidores solo en X, 33.6 millones de seguidores en Instagram y algunos millones más en otras plataformas, tienen alcances similares o mayores a Trump en “Truth Social”. El propio Andrés Manuel López Obrador tiene 11.9 millones de seguidores mientras la presidenta de México tiene 4.3 millones. Es decir, una publicación de cualquiera de ellos podría tener más repercusión entre los mexicanos que lo que publicó Trump… claro, a menos que esa publicación sea amplificada por el gobierno en una conferencia mañanera (como ocurrió) y con eso se multiplique su alcance por millones. Ese fue, en realidad, el verdadero golpe maestro de Donald Trump, no solo lograr que su red social fuera conocida en México, sino conseguir promoción oficial y gratuita desde el propio gobierno mexicano. Un gran negocio publicitario.

Entonces, ¿por qué tanta emoción? ¿Por qué un “like” o una mención se convierten en motivo de celebración nacional?

La respuesta parece estar en esa obsesión contemporánea por la validación digital. La política, como muchas otras esferas, ha caído en el juego del algoritmo, donde lo importante ya no es lo que se hace, sino quién te menciona, en qué red, y cuántos lo replican.

Recordemos pues, que “Truth Social” no es solo una red social más, es una empresa propiedad de Donald Trump. Es decir, el presidente de Estados Unidos compartió un spot del gobierno mexicano en su propia plataforma, no como un gesto de cooperación internacional o preocupación humanitaria, tampoco como una muestra de querer combatir el consumo de fentanilo, sino como una acción calculada desde su perfil de empresario. Lo hizo para posicionar una de sus empresas (“Truth Social”) en un nuevo mercado, el mercado mexicano. Fue marketing puro, con el gobierno de México incluido en el paquete promocional.

Trump no da paso sin huarache. Él sabe que una publicación suya (un simple repost o un like) puede disparar descargas, generar curiosidad y posicionar su red en nuevos mercados. Sabe que, en México, cualquier guiño suyo —así sea mínimo y en una red marginal— puede convertirse en noticia. Y el gobierno cayó redondito en la trampa.

Lo preocupante no es solo la ingenuidad con la que se responde a estas jugadas, sino el hecho de que, mientras en Estados Unidos se persiguen mexicanos y se promueve el racismo contra los nuestros, el gobierno mexicano celebra menciones del presidente en una red social, mientras la presidenta intenta convencernos de que la relación con el vecino del norte es maravillosa, nuestro país sigue enfrentando realidades mucho más duras: desapariciones, asesinatos, violencia y una relación tensa y desigual con EE.UU. Porque, aunque México no haya sido incluido en los recientes aranceles recíprocos de Trump, sí ha sufrido el impacto de sus políticas en el acero, aluminio, los automóviles y su política antinmigrante.

Es momento de reflexionar seriamente sobre qué tipo de política estamos construyendo. Pasamos de organizar una kermesse política en el zócalo a celebrar que no fuimos incluidos en los aranceles recíprocos y a alzar las campanas al vuelo por una publicación en Truth. Si la validación de un gobierno va a depender de un retweet o un post en una red social fantasma, entonces no estamos muy lejos del mismo espejismo que criticamos en los adolescentes. Estamos todos, adultos y gobiernos incluidos, buscando “likes” como si de eso dependiera la legitimidad y el destino de nuestra patria.

Y mientras tanto, el lobo sonríe.

Nos leemos el próximo miércoles con más del Dedo en la Llaga.