El cuerpo de las mujeres, el cuerpo de todas las batallas
ARGENTINA CASANOVA
Celebramos la lucha de las organizaciones feministas en las entidades, el trabajo de las activistas de ayer y de hoy, de las defensoras de los derechos sexuales y reproductivos, quienes son las que han impulsado desde sus regiones y territorios, hasta hacer posible que la voluntad política se concretara para llegar al posicionamiento y pronunciamientos para dar certeza de que es inconstitucional la criminalización total del aborto y que no es competencia de los congresos definir el origen de la vida.
Sin embargo, es evidente la respuesta de los grupos antiderechos, fotografías y notas en las que hablan los representantes de Iglesias, los representantes de grupos, y los médicos diciendo y opinando. Y no, no es casual que enfatice “los”, porque por extraordinario que parezca la dicotómica posición evidente en los medios es de “las feministas celebran”, los (…) -lo que sea-, condenan.
Y esto evidencia su posición de salir y opinar sobre un tema en el cual sienten competencia y facultad para decir quiénes pueden elegir o no ejercer el derecho a la maternidad. Es porque representan ese sistema social patriarcal del que tanto hablamos -aparentemente- en abstracto en el movimiento feminista. Ahí está, existe, está tan vivo que habla y opina sobre el cuerpo de las mujeres del cual se siente propietario y que aún puede tutelar y decidir.
Para nosotras, las mujeres, resulta incomprensible cómo una persona que no puede ni sabe cómo y en qué consiste el embarazo, que jamás podrá hasta donde nos consta, embarazarse, puede sentirse con la facultad de opinar acerca del tema cuando se trata del cuerpo de las mujeres; si es violencia no les importa, si es relativo a la menstruación o los padecimientos como miomas y otros en el útero y los ovarios, o en las mamas, tampoco saben. ¡Ah! pero si se trata de la gestación y el embarazo, ahí sí sienten que pueden opinar y decidir, tomar una posición sobre la capacidad reproductiva de las mujeres y decidir que ellas no pueden tomar la decisión por sí mismas.
No deja de sorprendernos porque las mujeres, las feministas, jamás nos hemos sentido facultadas para opinar si los hombres abandonan a sus hijos al obligarlos a la vasectomía.
Eso no significa tampoco que las mujeres que pertenecen a grupos provida puedan opinar libremente sobre algo que es una decisión personal, un acto de conciencia propio de quien se encuentra en la circunstancia.
Es impensable que se crea que por el fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación respecto a que no debe criminalizarse a las mujeres por el aborto, todas las mujeres que se embaracen irán a abortar, pero que sí ofrece condiciones para que las que vivan un aborto espontáneo-natural o inducido, tengan que vivir la violencia que rodea a este evento por personas que se creen con la facultad de juzgar y violentarlas por este hecho.
Porque lo que está de por medio no sólo es la decisión que toma el personal de instituciones de salud de “denunciar a una mujer” o generarle sufrimientos y cuestionarla castigándola porque desde una posición personal asumen que pueden juzgarla, no hay una defensa de la vida o de la niñez porque de ser así se ocuparían de las infancias y sus derechos, lo que realmente se esconde es el deseo de continuar tutelando los cuerpos de las mujeres.
Este momento histórico no es sólo un avance en los derechos de las mujeres y las niñas, es también la evidencia sólida de que ese sistema social patriarcal insiste en querer tomar el cuerpo de las mujeres como botín y continuar explotándolo y obteniendo ganancias con abortos ilegales o ganancias político-partidistas anti derechos y que no estamos dispuestas a permitir.
No podemos permitir que el cuerpo de las mujeres, nuestros cuerpos, puedan ser mutilados impunemente por médicos dispuestos a hacer cesáreas que no son necesarias, histerectomías hechas por médicas y médicos que fácilmente se embolsan el dinero que obtienen y que nos venden violentas soluciones pero que luego se “asumen” públicamente defensores de la vida.
Nunca más el cuerpo, nuestro cuerpo botín de la medicina moderna, nunca más el campo de las batallas de sus intereses económicos.