El COVID y la evidente carencia de información asertiva

MARÍA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ

Antes que nada, debo agradecer a mi amiga Claudia Valdés por su paciencia después de esta larga pausa. El confinamiento ha sido un inusitado ejercicio de reflexión para algunos. Personalmente, ha sido inevitable observar desde el encierro lo que ocurre en el planeta. Y justamente tras escribir estas tres palabras “observar desde el encierro”, me doy cuenta de la gran paradoja que representa que un porcentaje de la población mundial tenga la posibilidad de ver, gracias a la tecnología, lo que está sucediendo en el orbe.

Hasta hace algunos años, las opciones de conectividad y por supuesto, de comunicación, eran mucho más limitadas. Muchas de las bondades con que hoy contamos, para las personas que hoy superamos los 50 años, eran literalmente temas de caricatura. Ahí están “los supersónicos”, que no me dejarán mentir. La serie estadunidense creada en los años 60 por William Hanna y Joseph Barbera, proponía situaciones que entonces se antojaban inverosímiles, y hoy, en muchos casos, se han convertido en una realidad inmediata para muchas personas[1].

Evidentemente no es posible ni mucho menos lógico pensar que las videollamadas, el home office, las clases en línea y todas las posibilidades que da la tecnología en la cotidianidad sean una opción al alcance de todos. La brecha digital existe y no tiene que ver exclusivamente con las posibilidades de acceso a las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), sino que, además, es proporcional a la capacidad de las personas para emplear con naturalidad y destreza dichas tecnologías. Ya vimos con tristeza y aprensión que incluso algunos profesores que ostentan rimbombantes grados de maestría y doctorado, como si fueran títulos nobiliarios, han sido incapaces de reaccionar adecuadamente para impartir sus clases en línea. Obviamente los maestros normalistas tampoco pudieron con el paquete, sin contar con que sus alumnos a duras penas tenían recursos para realizar sus actividades escolares.

Digamos que uno de los puntos de reflexión más serios que deberían plantearse quienes toman decisiones en muchos sectores de la población, tiene que ver con realizar las acciones necesarias para que el uso de las TIC deje de ser ciencia ficción y se convierta en una realidad incluso para las personas que viven alejadas de lo que para otras es la normalidad. Las profundas diferencias que se han observado en este triste periodo nos muestran que las oportunidades que puede dar la tecnología no son para todos, y que para un buen número de personas el teletrabajo, la educación en línea y temas similares están solamente en los programas de televisión. En este sentido, queda en evidencia que es no solamente necesario, sino urgente hacer llegar la tecnología también a los contextos de alta marginación donde, claro está, primero hay que proveer de electricidad, agua potable y todos los servicios que hasta ahora la 4T, tan preocupada por el pueblo bueno y sabio no ha querido o podido llevar a los lugares donde éste habita.

Pero si alguien piensa que, hablando de las TIC, lo antes expuesto es lo peor que la pandemia ha traído, se equivoca. Probablemente uno de los puntos más terribles es que la brecha digital se ha manifestado en una de sus formas más crueles, con la incapacidad de quienes tienen acceso, pero no saben distinguir entre los contenidos veraces y fundamentados y la basura que circula en la red.

Obviamente todos tenemos derecho a llenar nuestra mente de la información que mejor nos acomoda, nadie lo duda, sin embargo, cuando se trata de difundir esa información, tendríamos que hacer un alto y comprobar que compartiremos con nuestras redes de amigos y conocidos datos útiles, necesarios y, sobre todo, fundamentados.

Tal vez con una mayor educación en el uso de las TIC se habría evitado un hecho tan lamentable como el ocurrido en el Estado de México, cuando habitantes de una comunidad del municipio de Otzolotepec quemaron dos patrullas e impidieron a la autoridad municipal la desinfección de los espacios públicos, argumentando (creyendo lo que señalaba un audio difundido por WhatsApp) que en realidad la intención de los gobiernos es esparcir el virus para que la población lo contraiga[2]. El mismo episodio se repitió días después en Chiapas, donde, con la misma creencia, los habitantes de Venustiano Carranza bloquearon calles y prendieron fuego a varios inmuebles. Sí, también gracias a información difundida por Internet[3].

Así, al caos que representa la pandemia por sí misma, parece agregarse otro que tiene lugar en el ámbito de cada grupo social y que puede relacionarse con la cultura, con los usos y costumbres y por supuesto, con la difusión de información, y este es el que la población está dividida entre “Covid-creyentes” y “Covid-negacionistas”. Absurdo. Tal situación puede atribuirse, sin duda, al exceso de datos, pero también a la incapacidad de la masa para distinguir las referencias útiles, y la todavía mayor ineptitud de quienes oficialmente son los responsables de informar, que no han puesto en marcha estrategias adecuadas para orientar a la población sobre lo que realmente está ocurriendo.

Sin pretender exacerbar la importancia de las estrategias de comunicación, es necesario decir que éstas han sido deficientes, porque, al menos en el caso mexicano, han brillado por su ausencia los encargados de ayudar a la población a comprender la gravedad de la pandemia y la importancia de practicar las medidas sanitarias.

No ha habido un solo mensaje asertivo, no se han unificado los criterios y, desde el inicio de la crisis, en marzo pasado, hasta ahora, hay una colección de desatinos encabezados por el presidente de la República, para quien hay que abrazarse porque “no pasa nada”[4], la situación le vino al país “como anillo al dedo[5]” y el “detente” es la mejor solución para prevenir el coronavirus[6].

Lo más reciente es que, no obstante que los números dicen que México ocupa el cuarto lugar mundial por el número de decesos causados por COVID, Andrés Manuel López Obrador ha aconsejado a los mexicanos que salgan porque la pandemia “va a la baja”[7].

Y mientras, un desgastado Hugo López Gatell, muestra cada vez más ineficacia en su papel como vocero, y deja ver que su única opción para manejar la situación (en ausencia inexplicable del secretario de Salud, Jorge Alcocer) es darle un enfoque político que se basa más en las diferencias de opinión que en las obligadas convergencias para atacar el problema.

No hay estrategia, no hay mensajes adecuados, el asunto se descontrola todos los días y no se ve sino un panorama desolador. En lugar de haber tomado medidas y diseñado estrategias para que los mexicanos pudiéramos entender cabalmente la trascendencia del problema, parece que en tema COVID, la nación es un barco a la deriva que corre serios riesgos de naufragio.

El asunto es comprender que, paradójicamente, un problema global como el que nos aqueja no puede tener soluciones globales, que cada realidad es diferente y que, por lo mismo, es necesario considerar las soluciones a partir de tácticas distintas enfocadas a cada sector que requiere prevención. No me atrevería a decir si estamos a tiempo, pero en realidad, lo desalentador es que ni la 4T ni muchos de los gobiernos estatales parecen desear cambiar el rumbo.

Lo que debe quedar claro es que, desde el inicio, las autoridades nos han fallado y no han querido ni podido concientizar a la población sobre situaciones tan importantes como el alto porcentaje de la población mexicana que padece enfermedades que pueden comprometer seriamente la sobrevivencia a una infección por COVID, o la débil condición del sistema sanitario mexicano que, en caso de un aumento incontrolable de contagios no podría atender a todas esas personas enfermas.

La cosa está tan grave, que en realidad ni siquiera se ha podido convencer a las poblaciones que se rigen por sus propios usos y costumbres de tomar las medidas preventivas. Y, sobre todo, la comunicación con el pueblo bueno y sabio que el de Macuspana dice querer tanto, ha sido tan ineficaz, que 71 por ciento de las víctimas de la enfermedad son personas con bajos niveles de estudios y con poca o nula actividad remunerativa[8].

Finalmente, debo decir que hablar de la pandemia parece reiterativo, pero, aunque los medios tradicionales y digitales tocan continuamente el tema, hay una carencia evidente de información asertiva. Ojalá que los responsables lo entiendan y corrijan, si no quieren que empeore la ya de por sí grave y preocupante situación en México.

[1] https://spoiler.bolavip.com/series/Los-Supersonicos-se-anticiparon-a-los-tiempos-del-Covid-19-20200615-0003.html

[2] https://www.animalpolitico.com/2020/05/pobladores-edomomex-queman-patrullas-miedo-covid/

[3] https://www.youtube.com/watch?v=Z0Dkix4F3NM

[4] https://www.eluniversal.com.mx/nacion/del-hay-que-abrazarse-no-pasa-nada-como-anillo-al-dedo-las-frases-de-amlo-sobre-el-covid-19

[5] https://aristeguinoticias.com/0204/mexico/esto-nos-vino-como-anillo-al-dedo-para-afianzar-el-proposito-de-la-transformacion-lopez-obrador-enterate/

[6] https://www.excelsior.com.mx/opinion/rafael-alvarez-cordero/el-detente-previene-y-evita-el-coronavirus/1373842

[7] https://www.elfinanciero.com.mx/nacional/la-pandemia-va-a-la-baja-esta-perdiendo-intensidad-amlo

[8] https://www.forbes.com.mx/noticias-sin-empleo-baja-escolaridad-mayoria-muertes-covid-19-mexico/