El círculo de la violencia de género en Suchitlán
Colima.- En la localidad indígena de Suchitlán, municipio de Comala, las mujeres padecen un “círculo vicioso” de violencia muy difícil de romper.
De acuerdo con psicólogas del Consejo Estatal Contra las Adicciones (CECA) de la Secretaría de Salud y Bienestar Social de Colima, las mujeres de Suchitlán “viven tristes por la violencia que ejercen sus maridos o parejas sobre de ellas, ya sea física, psicológica o sexual, o todas juntas”.
Desde febrero pasado el CECA implementó en esta comunidad el Programa de Atención Integral para la Salud (PAIS), coordinado por Nayeli Vallín y Corintia Farías, quienes han detectado que la depresión es una constante en las mujeres que han acudido al Centro de Salud local para pedir apoyo psicológico.
Las mujeres de esta localidad –aseguran las psicólogas– “no tienen una motivación para vivir y sienten que la violencia que ejercen los hombres sobre ellas es su modo de vida”.
En poco más de tres meses, tras la implementación del programa, se han ofrecido 97 consultas, 62 de ellas a mujeres de entre ocho y 60 años de edad. El común denominador de las indígenas atendidas, casadas o que viven en unión libre, es “la tristeza exteriorizada a través del llanto fácil, depresión, ansiedad, falta de motivación, baja autoestima, trastornos del sueño y pensamientos suicidas”.
Vivir en el dolor
Jovita tiene 55 años y es una de las mujeres que reciben atención psicológica en la clínica de Suchitlán. Su vida ha estado marcada por la violencia. Primero en el seno familiar, después con sus diferentes parejas (alcohólicas y violentas) desde que a los 14 años escapó de su casa.
Hasta hace un par de años, Jovita conoció en Suchitlán a un hombre que no toma alcohol ni es violento; sin embargo, solicitó atención psicológica porque –dice– es una mujer “triste, deprimida y llena de culpas”.
Asevera que le resulta difícil adaptarse a la vida con un hombre del que sólo recibe atenciones y buen trato. Asegura que no extraña los golpes pero confía: “Lo que pasa es que no creo merecerme ésto. Es como falta de costumbre”.
Los médicos que atienden el centro de salud de esta localidad detectaron que a las mujeres algo les pasaba. “Ellas acudían a solicitar atención médica pretextando dolores físicos que no tenían razón de ser. Era como buscar ayuda médica para aliviar un dolor físico que ellas mismas se creaban o se imaginaban, cuando en realidad sus problemas son de tipo emocional”, explica Corintia Farías.
“Algunas mujeres que llegan a pedir atención psicológica lo hacen con el pretexto de sus hijos. Es decir, acuden con sus menores para que les atiendan a ellos por cuestiones de conducta, pero prácticamente en todos los casos las madres de éstos son las que más atención psicológica necesitan y conforme avanzan las consultas, ellas se convierten en pacientes”, agrega la psicóloga.
De las mujeres atendidas por Corintia Farías y Nayeli Vallín, algunas sólo terminaron la primaria y otras son analfabetas: Se casaron siendo aún adolescentes y tienen cuatro o cinco hijos.
Además de ser amas de casa, muchas estas mujeres realizan trabajos en el campo, son empleadas domésticas o cocineras en restaurantes cercanos a donde viven; pero todas han sido víctimas de violencia física y psicológica y hay quienes también experimentaron agresiones sexuales por parte de sus esposos o parejas.
Incesto, algo «natural»
En Suchitlán el incesto es una realidad que llama la atención por el aumento de enfermedades mentales y patológicas que se presentan, señalan las psicólogas del CECA.
Niñas de 13 o 14 años resultan embarazadas y tienen hijos de sus padres o hermanos, aún con el conocimiento de las madres y de familias enteras que prefieren callar antes que denunciar el delito ante las autoridades. El incesto, dicen las especialistas, también lo asumen las mujeres como algo “natural”.
Aclaran, sin embargo, que el incesto no es el único motivo por el cual se siguen embarazando las adolescentes. También persisten los embarazos no deseados durante el noviazgo que deriva en deserción escolar y la persistencia del bajo nivel académico o el analfabetismo en las mujeres, lo que a su vez conlleva a vivir con parejas violentas y repetir el patrón de sus madres y abuelas.
Las psicólogas aún no pueden emitir un resultado sobre las terapias, debido a que todas las mujeres que se han acercado siguen en tratamiento. Es decir, ninguna ha sido dada de alta.
Por Glenda Libier Madrigal/CIMAC