El cine Calderón
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX
Quizá la primera película de cine sonoro del Western Americano es la de En el Viejo Arizona de 1929. Su creatividad fue la pauta para todo lo que vendría después, en la gran industria de la Cinematografía: Inventando cómo hacer galopar a los caballos, buscando el mecanismo para apagar el sonido de los cascos de los animales y de las voces vaqueras, a medida en que el jinete y el caballo se alejaban a la distancia del observador.
Uno de los precursores de este género es Warner Baxter en el papel de Cisco Kid, que interpretaba al cowboy cantante, más mexicano que gringo, por su aspecto, sus hábitos y estilos. Vinieron después las figuras de los personajes que ilustraron y divirtieron a nuestra niñez, como Gene Autry, Roy Rogers, Tex Ritter, que emplearon la guitarra, el caballo, el revólver y al perro, como factores significativos y verdaderos protagonistas de esas cintas.
El Cine Calderón fue el escenario donde pudimos ver esas películas que tanta articulación tenían con México, porque generalmente se desarrollaban en la frontera. Aprendimos a conocer la campiña americana, sus bosques, sus llanuras y sus ríos a través de sus películas. Sin embargo, muchas escenas se rodaron en México, sobre todo en los estados de Durango y de Morelos, cerca del Cerro del Tepozteco.
El tren se constituyó en otro férreo personaje de esas nostálgicas cintas: la construcción de sus vías, de sus puentes, los asaltos, las peleas en los techos con el ferrocarril en movimiento…no cabe duda de que, si el tren fue un actor importante en la Revolución Mexicana, lo fue también en el Lejano Oeste.
No hay artista del siglo pasado que no tuviera que transcurrir por los filmes del género Western para asegurarse un papel en la memoria cinematográfica. Desde luego destacan en la lista, John Wayne, James Stewart, Henry Fonda, los “feos” Steve Mc Queen, Yul Brynner y Charles Bronson, los “delicados” Rock Hudson y James Dean, y las damas, desde Liz Taylor, la misma Catherine Denueve, Sofía Loren, Jane Fonda y Marlene Dietrich, entre muchas otras.
Sus temas y sus lugares comunes fueron quizá, hasta simplistas: la lucha contra los indios salvajes a los que había que concentrar en un territorio, los soldados con capitanes guapos y un fuerte para protegerse, las carretas con caballos, sus tinas de baño hechas de madera, sus tabernas tipo francés con un toque a la Molin Rouge, el banco del pueblo que era acosado frecuentemente por asaltantes, el traslado de miles de animales a través de la Unión Americana de la engorda al consumo, la fiebre de oro de California, los duelos entre pistoleros y, sobre todo, el debate entre el bien y el mal. Se mostró reiteradamente la forma en que una región de Norteamérica se convirtió al capitalismo salvaje a través de batallas sangrientas, de la compra de terrenos bajo presión, sobre todo de aquellos por los que transitaría “la máquina de fierro” y el posterior descubrimiento de yacimientos petroleros.
Si queremos esquematizar la historia de los Estados Unidos, sus referencias se concentran prácticamente en dos vertientes: la guerra contra los apaches y la guerra Civil. Ambas se contextualizan en las películas del Lejano Oeste.
En el cine mudo de este género, fueron importantes Tom Mix y Buck Jones. Pero, sin duda alguna, la película que combina la tríada de lo espectacular, lo comercial y lo mitológico, es Buffalo Bill dirigida por Cecil B. De Mille, con Gary Cooper, preludio de aquella entrenada en 1939: la grandiosa cinta de John Ford, La Diligencia que consagró a John Wayne como el héroe arquetípico y monosilábico, teniendo como fondo el paisaje del Monument Valley un fastuoso contexto natural.
Al final de esta etapa donde el Western ha muerto y revivido en sucesivas ocasiones, dio inicio la era del spaghetti western donde jugara un rol tan importante Clint Eastwood quien, en pareja con Sergio Leone, cierra a mi juicio, con broche de oro, las mejores películas de esta etapa: “El Bueno, el Malo y el Feo”, entre ellas.
Mucho se ha escrito a lo largo de los años, sobre la muerte del Western como tema del cine norteamericano. Lo cierto es que ha resurgido siempre, en las más variadas formas y estructuras de guiones, actores y bandas sonoras, tal vez, sencillamente, porque los espectadores se resisten a dejarlo ir. Porque nada es más “sabroso” que repasar las viejas cintas en una tarde de domingo, con la familia completa sentada al televisor, viendo balazos y escuchando frases cien veces oídas y repetidas.
No pasará mucho tiempo para que se escriba y se filme otra nueva “gran historia” de aquellos vaqueros valientes y sudorosos, siempre defendiendo a la bella dama, que nunca perdía su compostura y su delicada belleza, así tuviera que atravesar por cañones y valles.
No cabe duda que el buen “western americano” es una tradición que quedará para la historia, como una genial idea, siempre remozada y llena de ingenuas hazañas de los viejos héroes simples y llenos de grandeza en su estoica y azarosa manera de vivir.
El Teatro Calderón que fue cine, y nuevamente en teatro, nos enseñó de niños a conocer el mundo sin salir de nuestro espacio colonial, de estas tierras que nos vieron nacer al pie de una montaña. Fantasías y sueños de un Zacatecas que ha desaparecido poco a poco.