El caballo del rey
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX *
La proclamación en 1788 de Carlos IV como nuevo Rey de España, dio lugar a que don Ignacio Costera y don Bernardo Bona vía hicieran la propuesta al Virrey de Revillagigedo de construir dos estatuas ecuestres en honor tanto del nuevo Rey Carlos IV, como de su antecesor Carlos III. Por falta de recursos solamente pudo construirse una de ellas, la de Carlos IV, y fue colocada en la Plaza Mayor sobre un pedestal de mármol, pero tuvo que ser tallada en madera por Santiago Sandoval, indígena del barrio de Tlatelolco. Como era de esperarse esta estatua tuvo una corta duración y al cabo de dos años se encontraba prácticamente destruida.
Manuel Tolsá nacido en España, salió de Cádiz en febrero de 1791 y llegó a México en ese mismo año, para asumir el cargo de Director de Escultura de la Academia de San Carlos de muy reciente creación. Para entonces el prestigio de Tolsá era ampliamente reconocido en España en donde había sido escultor de cámara del rey.
A su llegada a México Tolsá participó en distintos proyectos, entre ellos los de supervisión de las obras del desagüe del Valle de México, la nueva introducción de aguas potables y los Baños del Peñón. Para obtener el título de académico de mérito en arquitectura, presentó tres dibujos, uno de ellos con el proyecto para la erección del Colegio de Minería.
Por tal motivo cuando Manuel Tolsá fue llamado para realizar el proyecto de la escultura de Carlos IV, posiblemente en 1795, ya tenía una amplia experiencia y una reconocida trayectoria en México. El taller de fundición y escultura de Manuel Tolsá, fue la huerta del Colegio de San Gregorio. Este sitio no era muy lejano de la Plaza Mayor, el lugar que se consideraría definitivo para la pieza que se diseñaba, pero el transporte de la enorme escultura de bronce que medía 4.88 metrosde altura por 1.78 metrosde ancho y 5.40 metrosde largo y con un peso de casi 6 toneladas, no era tarea fácil.
El 19 de noviembre de 1803, la escultura felizmente terminada y reluciente, fue montada en un carro con 6 ruedas de bronce para su transportación, pero no fue hasta el día 28 del mismo mes que salió de la huerta por la puerta que daba al llamado Puente del Cuervo, para iniciar su difícil maniobra de traslado.
El Colegio de San Gregorio y su huerta estaba ubicado en la manzana que actualmente conforman las calles de San Ildefonso, del Carmen, Venezuela y Rodríguez Puebla. En la actualidad, parte del edificio del colegio existe y es ocupado y conservado por la Universidad Obrera de México en la calle de San Ildefonso No. 72. Dentro de la misma manzana se encontraba el Templo y el Colegio de San Pedro y San Pablo, y en la esquina opuesta la que hoy es Iglesia de Loreto y que en aquella época era la Iglesia de San Gregorio.
Se dice que la maniobra duró 4 días hasta que la estatua pudo quedar colocada sobre el pedestal que se había construido para ella.
La iniciativa del proyecto, oficialmente, perteneció a Miguel de la Grúa Talamanca, Marqués de Branciforte quien era Virrey de la Nueva España. Había dejado muy mala reputación en España, por una serie de actos de corrupción que indujeron a Carlos IV a llamarle fuertemente la atención. Para congraciarse con el rey, Branciforte envió una carta solicitándole que accediese a que en la Plaza Mayor de México se le erigiese una nueva estatua ecuestre en bronce, que substituiría a la anterior ya desaparecida. En aquella carta se decía que la escultura tendría un costo de 18,700 pesos, pero que serían cubiertos en su totalidad por el mismo virrey. Anexos se enviaron los proyectos de la escultura y del pedestal que habían sido diseñados por el arquitecto y escultor Don Manuel Tolsá, se limpió la Plaza Mayor (el Zócalo) y se colocó una balaustrada elíptica con cuatro rejas de acceso.
El pedestal para la estatua fue inaugurado con grandes festejos populares y corridas de toros el 8 de diciembre de 1796. Sobre éste fue colocada una estatua provisional de madera y estuco dorado que también representaba al monarca español.
El caballito fue fundido y vaciado en una sola operación bajo la supervisión de Tolsá. Se requirieron 28 mil kilos de bronce. Para la montura, el escultor usó como modelo un equino perteneciente al marqués del Jaral del Berrio llamado Tambor. Personaje criollo, asentado en Zacatecas según la historia, en 1774. El marqués del Jaral tenía su casa como todos los ricos mineros zacatecanos, en lo que hoy es el primer cuadro del Distrito Federal, específicamente en la calle de Madero, su casa se denomina ahora Palacio de Iturbide, desde que este personaje se instaló en ella y se hizo proclamar emperador.
La familia del marqués del Jaral estaba emparentada con otros nobles de apellido Retes, debido al casamiento de Beatriz de Retes y Ortiz de la Garcha. Su hija, Teresa Josefa, y Andrés del Berrio y Diez Palacios Ortiz de Landazuri, fueron los padres del primer marqués del Jaral, Miguel del Berrio y Zaldívar, quien no sólo era minero y hacendado, sino alto administrador de la capital virreinal. La casa, bella en arquería, escaleras monumentales de caracol, dos cúpulas como una audacia arquitectónica para la época, salas de música y salas de armas. Las vajillas incrustadas de nácar, presumían el croquis de la hacienda de la familia del Jaral. 25 sirvientes para el funcionamiento de la casa, y en esa casa durmió el caballo que sirvió de modelo para la estatua ecuestre de Carlos IV.
El Palacio de Iturbide se transformó en la búsqueda de replicar al palacio de Palermo, Italia. Así, un caballo zacatecano, llamado Tambor, donde monta Carlos IV, es una de las figuras ecuestres más famosas del mundo. En México y en América son pocas las estatuas de este tipo, pues no es fácil para el escultor hallar el equilibrio de los pesos, y en los tiempos coloniales determinar el centroide, sobre todo cuando el caballo estaba relinchando, provocó la caída de muchas de estas obras de arte. Zacatecas tiene una, pegada al acueducto en el Parque Sierra de Álica, ofrecida a González Ortega. Sin embargo, cuando no se utilizan las 4 patas, es necesario el apoyo de la cola para que otorgue un tri pie y dé equilibrio al enorme peso de estas figuras.
Los zacatecanos tenemos el orgullo, desde la Colonia, de influir en la cultura, en el arte, en la estética, como en este caso de un corcel perfecto donde, de manera eterna, el rey de España vivirá por siempre.
Luego de ser pulido y cincelado fue llevado a su lugar designado y se inauguró el 9 de diciembre de 1803. Las celebraciones y corridas se repitieron con gran júbilo. El barón Alexander von Humboldt estuvo presente en la develación. En su opinión y para éste género, la estatua hecha por Tolsá es solamente inferior a la ecuestre de Marco Aurelio en Roma.
En 1821, con motivo del sentimiento anti españolista manifiesto por la Independencia de México, y del deseo poner otro monumento en su lugar, la estatua fue cubierta con una carpa de color azul y surgieron las ideas de destruirla para fundir cañones o monedas con el bronce –como si se tratara de la estatua de Miguel Alemán (con todo y birrete) en la UNAM.
La estatua fue salvada por don Lucas Alamán quien convenció a Guadalupe Victoria de conservarla en virtud de sus cualidades estéticas. Como resultado fue reubicada en 1822 en el patio de la antigua Universidad, para evitar que el pueblo la destruyera. Fue hasta 1824 que se permitió de nuevo su acceso al público, pero en esta localidad más segura. En 1852, una vez pasados los años y calmados los ánimos, se trasladó al cruce del Paseo de la Reforma y Paseo de Bucareli, aunque protegida de las manifestaciones populares por una reja.
En los años 1940 y 1950 se construyeron el Edificio Corcuera y el Edificio Lotería Nacional a su alrededor. El terremoto de 1957 desplomó el Edificio Corcuera. El Caballito permaneció allí.
En 1979 «El Caballito» volvió a cabalgar y fue colocado en su actual lugar, la Plaza Manuel Tolsá del Museo Nacional de Arte, frente al Palacio de Minería, un entorno más acorde a su estética. Actualmente, como vestigio de tal polémica, en el pedestal de la estatua se puede leer la siguiente inscripción: «México la conserva como un monumento al arte». Un pequeño modelo ligeramente distinto se puede ver en el museo Tolsá.
La estatua pesa 26 toneladas y es la segunda estatua de bronce fundido más grande del mundo. El lugar que ocupó por mucho tiempo, en la esquina de las avenidas Paseo de la Reforma y Bucareli, ahora está ocupado por una estatua llamada El Caballito, del escultor Enrique Carbajal (Sebastián), erigida en honor al antiguo monumento.
Para el pueblo de México, es más importante y popular el caballo que el jinete. Tambor, zacatecano de sangre, quedó inmortalizado, no sólo para México sino para el mundo.