El agro en el 2018 y su renacimiento
SAÚL MONREAL ÁVILA
Uno de los renglones estratégicos en la economía, que en el resto del mundo es de carácter estratégico, como en los estados unidos, es el del agro, ya que una nación autosuficiente alimentariamente, no es vulnerable a presiones extranjeras, no así en nuestro país, donde la dependencia a los alimentos es foco rojo, lo que convierte en prioritaria la atención a ese sector en el cambio de gobierno que viene en 2018.
Son muchas las potencialidades que pudieran hacer pensar que el campo Mexicano puede ser uno de los más productivos del mundo en muchísimas variedades de productos, tanto en el sector pecuario como agrícola, sin embargo, desde que el primero de enero de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), negociado por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari con sus partes de Estados Unidos y Canadá, el sector agrario mexicano ha sido objeto de un desmantelamiento sistemático, acentuando la radical asimetría en las condiciones que las naciones firmantes tienen entre sus respectivos productores.
Mientras en Estados Unidos la agroindustria trabaja holgadamente con subsidios de hasta un 30%, de este lado de la frontera tales apoyos no rebasan la tercera parte de dicha cifra, disparidad que se refleja en que, durante los primeros 21 años de vigencia del acuerdo, únicamente en dos México logró una balanza comercial favorable en este rubro ante su vecino.
Caso especial es el del maíz, alimento primordial en la dieta del mexicano, que representa alrededor de 60 por ciento del valor y el volumen de la producción agrícola nacional: entre 2010 y 2014, las importaciones de este grano vital en la dieta de la población mexicana se incrementaron casi 30 por ciento, pese a que en el mismo periodo el consumo aumentó al menos siete puntos porcentuales. Es decir, el crecimiento de las compras al exterior se sustenta no en una ampliación de la demanda, sino en un desplazamiento de los productores locales por grupos extranjeros, en suma, producimos menos, e importamos más maíz para alimentarnos.
Podemos afirmar que el desastre económico y la pérdida de soberanía alimentaria por el abandono del campo, ha provocado una catástrofe humana, con el desplazamiento por hambre de 6 millones de mexicanos del ámbito rural expulsados del país durante dos décadas, obligados a cruzar la frontera norte en condiciones precarias, siempre poniendo en riesgo sus vidas y enfrentando condiciones discriminatorias y de persecución al buscar empleo en lugares de la Unión Americana.
Y de la misma manera, no podemos ignorar que esta política de asfixia al sector agrícola, es un importante factor que incide en el crecimiento descontrolado del cultivo y el tráfico de estupefacientes, con sus secuelas de violencia extrema y desgarramiento del tejido social: mucho se ha dicho que grupos del crimen organizado se benefician de terrenos antes dedicados a la producción de alimentos, mientras miles de familias se ven orilladas al cultivo de enervantes por la imposibilidad de colocar en el mercado su producción tradicional, como ha sucedido en los casos de Michoacán o Sinaloa, importantes productores de alimentos.
Por eso, es imperativa la reconstrucción, el renacimiento del agro mexicano, en ruina a causa de las políticas neoliberales aplicadas en los últimos años, México debe mejorar su deficiencia agroalimentaria mejorando la productividad de productos básicos, como maíz, frijol, arroz y muchos otros productos que importamos de una forma masiva y por ello, Andrés Manuel López Obrador informo que en el 2018, Morena implementará un programa especial para rescatar al campo mexicano del abandono irracional en el que ha estado los últimos años.
Y como sostienen muchos especialistas en la materia al igual que AMLO, nuestro país puede ser un país autosuficiente en términos alimentarios y el campo puede renacer si se fijan precios de garantía, así como se da un buen pago a los productores, el campo corre el riesgo de perderse por el maltrato al productor, muchas voces señalan que las necesidades del campo deben ser una prioridad para los gobiernos, puesto que producir los alimentos que el pueblo de México necesita, es solucionar más de la mitad de los problemas historicos que enfrenta el país; si México logra la soberanía alimentaria, se saldaría una deuda histórica con el pueblo.
Actualmente se compra el 40 por ciento del maíz a extranjeros, el 20 por ciento del frijol y el 80 por ciento del arroz que consumimos. De cada diez kilos, ocho se traen del extranjero cuando aquí se puede producir, y si hay precio garantizado, el productor trabaja la tierra, invierte en su trabajo, ya que la cultura que más fuerza tiene en México es el campo. “La agricultura es cultura”, reza un adagio del sur del país. Por ello, es necesario construir toda la cadena desde el financiamiento, la dotación de insumos a precios justos, los canales de distribución, todo ello, con un criterio de construcción estratégica pensando en la autosuficiencia alimentaria y en el beneficio de los productores y mexicanos en general.
Un país que no produce sus alimentos, siempre será un rehén de los demas, y en el caso de nuestra nación, con la agravante que se cedió el control del campo y los alimentos al capitalismo salvaje, como lo marcan los cánones del neoliberalismo económico, por eso a partir del próximo año, debemos recuperar y mantener al campo funcional, productivo y sustentable, por lo que una de las medidas más importantes y de impacto social es el de activar el campo con todos los instrumentos financieros y técnicos disponibles en nuestro país, campo, economía y seguridad deben ser los ejes rectores para mejorar la calidad y nivel de vida de todos nosotros, lo que con la transición del poder federal este próximo 2018 lograremos,
La calidad y el nivel de bienestar de todos nosotros están en la balanza, la sociedad ya decidió, y ya este próximo junio podremos ser testigos del despertar y el renacimiento de México, e iniciar con ello la reconstrucción del país, ¡El campo es primero!
