Duarte, Yarrington ¿y Trump?
GABRIEL CONTRERAS VELÁZQUEZ
Es aún prematuro suponer que la detención de Javier Duarte y Tomás Yarrignton, ex gobernadores priistas de Veracruz y Tamaulipas, obedezca únicamente al contexto electoral en que se suscitaron ambas capturas. Sin embargo, es imposible extirparlas del ánimo de los votantes en el Estado de México, y ahondarán según lo confirmen las próximas encuestas.
¿Por qué no es prudente aún totalizar el peso electoral mexiquense en los arrestos de Duarte en Guatemala y Yarrington en Italia? Porque en cada una participaron autoridades de distinta índole e intereses disímbolos.
En la pesquisa del veracruzano se ha hablado, hasta ahora, de la colaboración entre autoridades mexicanas y guatemaltecas. En la del tamaulipeco, las policías de investigación italianas y norteamericanas.
No hay similitud ni simetría en los trabajos de investigación en cada uno de los casos, especialmente en la detención de Yarrignton, la cual se dio dentro de una nueva administración republicana estadounidense que le ha declarado la guerra frontal al poder de los cárteles del narcotráfico –punto nodal para levantar el muro fronterizo. Las acusaciones, en este caso, apuntan a la protección que brindó Tomás a una célula criminal en particular, cuando ejercía el poder político en Tamaulipas.
No así en la detención de Javier Duarte, misma que concluye con un proceso de seis meses de indagaciones locales sobre los movimientos que realizaba el prófugo gobernador, tiempo en que, en dos ocasiones, se filtraron sospechas que apuntaron a la supuesta protección que recibía el veracruzano del manto político en Los Pinos.
En un primer momento, Salvador García Soto, en su columna Serptientes y Escaleras del pasado 18 de enero (“Pitazos” a Duarte), recuperó la información que surgió de la Secretaría de Marina. En los altos mandos se lamentaban, según Salvador García, de tal encubrimiento.
Meses antes, el 30 de octubre de 2016 en su cuenta de Twitter el sacerdote y activista político, Alejandro Solalinde, georeferenció la probable estancia de Duarte en un “rancho” a las afueras del municipio de Villa de Corzo, Chiapas. Más adelante se supo que algunos pobladores de la región habrían divisado al ex mandatario en una zona “acordonada” por el Ejército Mexicano.
La información no variaba de lo que en distintos medios de comunicación advertían sobre los probables paraderos del veracruzano. En la dimensión de los rumores y la información no oficial, los columnistas y reporteros coincidían en una ruta de escape al sur del país, no al norte como luego intentó exponer el ex locutor Joaquín López Dóriga en sus redes sociales.
Lo llamativo del dato que lanzó López Dóriga el 13 de abril pasado es que, al día siguiente, el 14, familiares del prófugo Javier Duarte se encaminaban a Atitlan, destino turístico en Guatemala en donde se encontrarían con él y con su esposa, Karime Macías Tubilla.
Según las informaciones que son de conocimiento público, la actitud sospechosa de José Armando Rodríguez Ayache, concuño de Javier, dentro del aeropuerto de Toluca, Estado de México, al ser inspeccionado por las autoridades y encontrar dentro de su equipaje billetes por el total de 11 mil 980 euros, 17 mil 450 pesos y mil 455 dólares, ofrecieron “alarma” del viaje que realizó en un vuelo privado junto con los hijos del ex gobernador rumbo a la provincia guatemalteca al día siguiente del traspié del afamado comunicador.
Por ello, la información que deslizó López Dóriga a las redes sociales incluso podría interpretarse hoy como un distractor que, en su momento, pudo haber evitado el nerviosismo de los familiares de los prófugos mexicanos al dirigirse al país vecino ya después del altercado en el aeropuerto mexiquense. ¿Qué otra hipótesis podemos obtener del tuit que al día siguiente desmintió Joaquín en un breve video, una vez que el foco de atención –sin sustento- creció?
Dentro de este cúmulo de vacíos que deja la captura de Javier Duarte, mismos que parecen no contrastar mucho con la actitud serena del veracruzano una vez que fue detenido y trasladado al ministerio de investigación guatemalteco, la captura de Yarrignton se da en el polo opuesto: con la más entera discreción en la rutina de investigación y sin la intervención de las autoridades mexicanas.
El gobierno norteamericano envía una señal inequívoca sobre las condiciones en que se mantienen las relaciones bilaterales con los mexicanos. El discurso de Trump en contra de la corrupción y colusión de intereses entre el gobierno mexicano y las células criminales levanta una bandera de legitimidad para el polémico presidente multimillonario.
En el entorno mediático los norteamericanos insinúan una posible “regresión” populista en México si López Obrador se lleva el triunfo en 2018, mientras que en los hechos fortalecen la hipótesis -para traducirla en realidad- del grave nivel de deterioro del estado de derecho en nuestro país con un gobierno priista.
¿En Los Pinos intentaron disminuir esa presión?
@Twitter: GabrielConV