Don Raúl Vera un contrapeso a los poderes

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

Don Raúl Vera López dejará de ser obispo de la diócesis de Saltillo en unos cuantos días. Detrás de su historia larga se quedan infinidad de hechos que se recordarán siempre y que nos permitirán ver su valía como contra peso a los poderes desde la teología de la liberación. La voz de don Raúl Vera le hará falta siempre al país, aunque seguramente seguirá clamando por la justicia desde donde vaya.

Hace cerca de 15 años llegué a Coahuila con encomiendas periodísticas con diferencia de meses: la primera fue la explosión de la mina 8 de Pasta de Conchos, en Nueva Rosita, y la segunda la violación a 14 mujeres en la zona de tolerancia de Castaños, agredidas por un comando de soldados del ejército mexicano.

En la segunda ocasión toqué la puerta de la casa de don Raúl Vera, en la calle Hidalgo Sur, en poco tiempo estaba sentada en una sala, nerviosa y a la espera de quien sería a partir de entonces un referente de opinión para mí. En poco tiempo apareció vestido con un traje sacerdotal color blanco que imponía. Hablamos largo rato. Le dije hacia dónde me dirigía, volvió la mirada para pedirle a Jackie Campbell, jefa de comunicación de la diócesis de Saltillo, que me acompañara para que no fuera sola a meterme a la boca del lobo, le agradecí. Sabía que nadie mejor que ella para acompañarme a un lugar del que no tenía idea cómo era ni qué encontraría. Suerte de periodistas la mía, en unos cuantos minutos cambió de opinión y dijo que él también viajaría a Castaños aquella tarde noche, que se regresaría a tiempo para estar en la celebración de la misa de las 6 de la mañana. Así que nos fuimos a Castaños.

Inició para mí un acompañamiento que podría decir fue “celestial”. Su voz de autoridad fue fundamental en los dos principales hechos que empecé a reportear en aquella entidad del norte del país. Sin duda fueron muchos viajes los que emprendí desde entonces a Coahuila y casi siempre busqué su opinión. Aprendí a conocerlo y admirar a un gran ser humano.

En ese entonces, el país estaba inmerso en un proceso electoral federal, se elegía al entonces presidente Felipe Calderón. El obispo advertía lo que iba a suceder y muchas veces, con la experiencia de un hombre que había caminado mucho, afirmando su vocación por los pobres en Guerrero y Chiapas, declaró que vendría un régimen de temor para México, sus dichos se volvieron una realidad muy pronto y esa realidad, por desgracia, no ha dejado de penetrar la tierra mexicana con miles de cuerpos de hombres y mujeres que han sido sacrificados en la absurda guerra contra los cárteles del narcotráfico y ese ir contra “la legalidad” desde “lo institucional”, cómo se hizo por años al poner en las calles a los soldados mexicanos. Su advertencia era clara ante la deshumanización de los cuerpos de seguridad del país, como hemos visto en las ejecuciones arbitrarias de civiles.

En ese camino las mujeres estaban de por medio. Los casos de Castaños, Coahuila, como en la sierra de Zongolica, en Veracruz con Ernestina Ascencio, San Salvador Atenco en el Estado de México y la represión en Oaxaca derivado del conflicto político-magisterial-social, y los independientes e indeseados saldos de la violencia contra las mujeres fueron la muestra de cómo en México las mujeres se irían convirtiendo, como sucede ahora, en el botín de una guerra en la que, mayormente, ellas no tienen nada que ver, un paso ciego todavía para las autoridades que no aceptan la realidad y que niegan esos feminicidios. Estamos hablando de cómo se multiplicaron las armas en el territorio mexicano y de los usos que sicarios dan. De esos peligros también advertía don Raúl Vera.

Ya con Calderón en la presidencia señaló que era una enorme preocupación que con los hombres de verde no hubiera racionalidad, Estado de derecho y se impusiera un régimen de terror. Lo vimos y lo aprendimos las y los mexicanos a lo largo de estos tres lustros con Calderón y con Enrique Peña Nieto. Hoy, “remasterizados” con la Guardia Nacional-fuerzas armadas. Es una guerra que ha dejado y sigue dejando miles de muertes y ha radicalizado la violencia contra las mujeres, dentro y fuera de sus hogares.

En el caso de Castaños, Coahuila, su voz fue fundamental para iniciar un proceso inédito, el castigo a los responsables por el fuero civil y no por la vía militar, como era la costumbre, y así se hizo el proceso, no con los resultados que se esperaban al final de un juicio, no todos los soldados violadores fueron castigados y los que fueron sentenciados recibieron castigos que en al menos dos casos les permitieron salir pronto de prisión. Esto luego de pasar por arbitrarias actuaciones judiciales, como ese careo durante toda una madrugada en la que el obispo acompañó, como otras mujeres de otras entidades, a las víctimas de la violencia sexual.

Muchas acciones en su contra, amenazas telefónicas, una persecución en la carretera y aquellas acusaciones contra él, su titular de prensa Jackie Campbell y esta periodista tratando de desvirtuar los señalamientos a los soldados violadores que actuaron la noche del 11 de julio de 2006, por decir lo menos ha pasado, pero nada ha manchado su traje sacerdotal blanco del dominico.

Don Raúl Vera también salió a protestar a las calles en esa exigencia, haciendo ver a la sociedad la necesidad de quitar las cargas morales de sus pensamientos y mostrar que los soldados no eran intocables, esa fue su postura también con los empresarios del Grupo México, que hasta hoy siguen sin un castigo real por la muerte de 65 mineros de Pasta de Conchos. Nunca por cierto ha quitado el dedo del renglón.

Se va a descansar, con poco más de 75 años de vida, lo que permitió que el Papa aceptara en noviembre pasado su renuncia. Su voz, insisto, siempre hará falta como contrapeso a la deshumanización no sólo de los cuerpos de seguridad sino también de muchísimas personas que hoy, como ayer, están al frente de las instituciones y que han sido incapaces de cerrar las heridas que siguen sangrando en miles de familias mexicanas, ante esa política de militarizar el país, aunque muchos insistan en llamarlo de otro modo.