Día de muertos en el IEEZ

jaime enriquez felixJAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

Los tiempos siempre terminan por fenecer. La incipiente democracia zacatecana instaurada por un corrupto Tribunal Estatal Electoral, que en esta última elección dio a conocer con claridad sus altos índices de ineficiencia, al respaldar valores electorales que no coincidían más que con ellos mismos, y nunca con los tribunales regionales y federales. Cobraron muchos años de altos emolumentos: salarios equivalentes a los de presidentes municipales, de diputados o de altos funcionarios federales. Nunca se había visto una elección más pestilente que la que recientemente calificó este órgano.

El Instituto Estatal Electoral marcó la pauta. Un edificio suntuoso, con sedes alternas, calidad en la papelería que emplean, fruteros bien repletos colocados hasta en escaleras, salas y escritorios, mujeres hermosas –algunas con ropa de marca que a veces rebasaba los cien mil pesos en la suma de las joyas, las prendas y las zapatillas de sus portadoras- el IEEZ parecía una sala inglesa de protocolo.

Así vivimos más de un lustro con spots desgarradores en el diseño, sin sentido en los scripts, con una presunción hacia la defensa del voto de las mujeres –como si el de los ancianos o los jóvenes y el de los propios hombres no tuviera que defenderse por igual- En una democracia cada voto cuenta, lo que no implica abrigar a unos y dejar en la orfandad a los demás,

Nacieron las candidaturas ciudadanas. Fueron bloqueadas a toda costa, derrumbada luego la irracionalidad por tribunales nacionales, se impuso a pesar de todos “la ley de los mapaches”, a través de copias de credenciales de elector y listas prohibidas para el sufragio. Finalmente se logró competir. Prevalecieron los acuerdos políticos. Se buscó uno de los municipios más pequeños para poder darle el triunfo a un candidato ciudadano, sin que estorbara políticamente. Se presumió que en Zacatecas los ciudadanos podían llegar al poder, siempre y cuando la presidenta del IEEZ –Leticia Soto- diera el veredicto favorable.

En tiempos televisivos triple A –de esos de a 40 mil dólares los 30 segundos- se presumió que en Zacatecas nacía la Democracia Ciudadana. Un congreso nacional para debatir para todo el país el ejemplo de la candidatura de este tipo, nacido en Zacatecas, prácticamente se convirtió en un acto donde la gerontocracia partidista defendió sus huesos para que no se los quiten, sobre todo ahora con la nueva legislación que busca un órgano electoral nacional. Se gastó el dinero del erario zacatecano en un evento que sólo sirvió para que la señora Soto y sus amigos defendieran sus plazas de trabajo.

La nueva Cámara de Diputados, dolida con el IEEZ por la suciedad del manejo de la contienda pasada, replanteó el nombramiento de los nuevos consejeros. Y en lugar de ratificar, designaron nuevos, todos ellos articulados a los diferentes partidos políticos. Esto ha colocado a la señora Soto en franca situación de minoría, encerrada en su castillo electoral, con rencores, experiencias dolorosas, y rodeada de pura chucha cuerera para los debates internos.

Es indebido, desde luego, que no sean “ciudadanos de a pie”, los actuales consejeros, pero los anteriores tampoco lo eran. Leticia Soto presume de ciudadana, cuando convencionalmente ha sido priísta. Los tiempos hoy se ponen feos. Afortunadamente en el horizonte no se vislumbra una contienda electoral cercana, pero la señora Soto, como la reina de Francia, María Antonieta, va derecho a la guillotina, donde la ropa fina no tiene valor.

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