Desnuda Peña Nieto su desprecio por la democracia: Aragón

México, DF.- Con las recientes declaraciones que ha hecho respecto a que, de llegar a la presidencia de la República en 2012 fortalecería el sistema presidencialista, reinstalaría la cláusula de gobernabilidad para que el partido en el poder tenga mayoría absoluta y enterraría la idea de un sistema semiparlamentario, Enrique Peña Nieto desnuda el desprecio que siente por la democracia y demuestra una vez más el terror que le causa la división de poderes y el sistema de partidos.

Con tales aseveraciones, el candidato del PRI deja al descubierto sus verdaderas intenciones de regresar al viejo régimen del partido de Estado y del autoritarismo presidencial, planteando un retroceso de casi un siglo en materia de derechos políticos, situándonos en los tiempos de Plutarco Elías Calles.

Queda claro que para Peña Nieto las minorías legislativas son un vicio de la política a las cuales hay que enterrar, aunque paradójicamente en los últimos dos sexenio su propio partido, el PRI, bajo esta visión no tendría representación en varios congresos locales, incluida la ALDF, razón por la cual ha tenido que recurrir a alianzas contradictorias con el PVEM y recientemente con el Panal para sobrevivir políticamente y poder conformar una mayoría artificial que por sí mismo no ha podido alcanzar desde que Ernesto Zedillo fue presidente.

El priísta se ha manifestado por el presidencialismo avasallante en el que convivan sólo las tres fuerzas políticas más grandes que actualmente hay y que desaparezcan los partidos pequeños que dan voz a la “prole” de la que tanto reniega, para posteriormente instrumentar en breve tiempo un régimen bipartidista en el que el PRI y el PAN en contubernio desplacen paulatinamente la fuerza de la verdadera oposición que representa la izquierda.

Sería poco sano para las mexicanas y los mexicanos que, a contracorriente de lo que sucede en la mayoría de los países europeos, en donde se ha reconocido qué tan nocivo puede ser concentrar el poder político en una sola persona, -lo que los ha llevado a implementar un modelo parlamentario o semiparlamentario- el PRI intente en los hechos auspiciar un régimen monárquico autoritario a semejanza de Saddam Hussein en Irak, de Muamar Gadaffi en Libia y de Hosni Mubarak en Egipto, que como ha quedado claro resulta de fatales consecuencias para el sano equilibrio entre los poderes, la ciudadanía y sus gobernantes.

La oferta de un verdadero cambio viene desde la izquierda, representada ahora por el Movimiento Progresista, que propone entre otras cosas dar mayor voz a los ciudadanos al instrumentar el plebiscito, el referéndum y la iniciativa popular como mecanismos para que la gente se manifieste en favor o en contra de la permanencia de sus gobernantes.

Votar por el PRI en julio de 2012 más que una opción es una regresión. Alentar desde la izquierda la democracia participativa, que no sólo garantiza el pluripartidismo sino la diversidad de opiniones y el debate con pleno respeto a las minorías, debe ser un compromiso fundamental para desterrar a partir de julio próximo los graves vicios que nos mantienen estancados como nación.

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